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Determination.

Naranja brillante, amarillo y quizás un poco de rojo si se agudizaba la visión. Aquel atardecer se vería increíblemente hermoso en cualquier lugar menos entre todas aquellas personas vestidas de uniforme, porque el día que tres años atrás parecía ser tan sólo un mito finalmente llegó. Absolutamente todos los cadetes de la clase ciento cuatro eran conscientes de que no podrían ser tan sólo recién graduados el resto de sus vidas, que debían escoger un futuro y una afiliación a la cual dedicarse. Atenerse a las consecuencias o aprender a hacerlo, porque no todos parecían ser buenos en ello.

Faltaba poco menos de veinte minutos para que el crepúsculo, por fin, empujara toda luz natural fuera de vista en el mismo espacioso campo dónde habían sido oficialmente nombrados como soldados. Absolutamente nadie parecía ser capaz de dejar de mordisquearse las uñas con inquietud y muchos se aferraban a ese último día de paz como si sus vidas dependieran de ello. Quizás por eso había tardado tanto en oscurecer.

Todos sabían para qué estaban allí. Para algunos era el momento de unirse a la tan temida y manchada Legión de Reconocimiento, mientras que, la gran mayoría, tenía esclarecido que jamás se arriesgarían a ser parte del enorme porcentaje de pérdidas fuera de los muros. Porque por más noble que el trabajo de las Tropas de Exploración fuera, la descarnada realidad era que, para un soldado promedio, las probabilidades de morir en plena juventud se elevaban casi en un setenta por ciento.

Y las muertes tan dolorosas como inútiles nunca garantizan exclusividad de los que carecen de suerte.

Alan estaba inusualmente tranquilo. Se encontraba acuclillado, apoyado sobre una pared con los brazos recargados sobre sus rodillas mientras observaba al nudo de soldados parados en medio del campo. Inquietos, algunos no podían dejar de caminar mientras que unos cuantos hablaban entre ellos con tal de olvidarse de aquellos nervios al menos por un rato. Annie, Armin, Sasha y Connie lo acompañaban, también estudiando al resto de sus compañeros como si se encontraran del otro lado del cristal. Como si ellos no compartieran esa misma inquietud.

Me uniré a la Legión de Reconocimiento.

No titubeaba cuando pensaba en ello. No se arrepentía de absolutamente ningún aspecto en su decisión. Unirse a la Policía Militar no tenía ningún otro fin más que servir al rey, mientras que las Tropas Estacionarias se ocupaban de proteger a los civiles; y él era tan malo para servir y proteger.

Su memoria fue cegada por los rostros algo borrosos de su padre, al que jamás se dignó a obedecer, y el de su hermana, a la que no pudo proteger.

Dedicarse a algo en lo que era malo era... tan aburrido.

— Jean...— La voz sorprendida y algo sobresaltada de Armin lo sacó de sus pensamientos. En cuando alzó la cabeza se encontró con la figura de su compañero de pie frente a ellos. Extrañamente presente. — ¿Te vas a unir a la Legión de Reconocimiento?

En un pasado, Jean habría respondido con un tono sarcástico y algo borde. Pero en ese momento se veía tan decidido como Alan, tanto que no tardó un segundo en contestar.

— Sí.

— ¿Pero por qué? Tan de repente. — Sasha se encontraba en el mismo estado de pasmo que Armin. — Quiero decir... ¿No estás asustado?

— ¿Eh?— Jean apoyó las manos sobre sus caderas y dobló un poco la cabeza con una mueca desconcertada, muy propia de él. — Claro que no quiero unirme a la Legión de Reconocimiento.

Alan notó la atención de Reiner, Bertholdt, Ymir y Christa sobre la conversación que ellos mantenían.

— ... Entonces por qué. — Tartamudeó Connie.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora