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Honest.

Jolene estaba sentada al borde de la única silla de madera entre las paredes de su cuarto. Usaba los codos y las palmas de las manos como soporte de su barbilla, pero la tiesa y astillada madera de su escritorio le proporcionaba lo que parecía ser una descarga de doloroso calor en los brazos, debido al peso repartido por sus hombros que a veces se olvidaba de medir. Mordía la cubierta de un lápiz ya mullido por la humedad dentro de su boca y sus ojos volaban de un lado a otro, yendo y viniendo como un grupo de aves viajando de polo a polo, sobre el diminuto texto de un libro grueso con los bordes dorados por los años y aromado a biblioteca.

Dentro de cuarenta y ocho horas vería por primera vez el mundo del que su existencia fue aislada, con una capa verde sobre los hombros y el cuerpo atado a las correas de seguridad que irónicamente no garantizaban la protección de su vida. Pero quizá el sentirse tan indestructible sería el cuchillo en su garganta que le jugaría una mala pasada, porque en un pasado no muy lejano se había topado con la vulgar realidad de un titán partiendo con los dientes el cuerpo una vez cálido de su madre. Había huido de unos cuántos, había matado a otro par, al menos por un instante se había ganado la confianza de Bean y era compañera fiel de Eren. Con ese historial el exterior no la asustaba en absoluto, tampoco lo que pudiera encontrar allí. Al menos no en la comodidad reconfortante de su alcoba, donde las garras del desastre no tenían la mínima chance de atraparla. El reflejo anaranjado del atardecer brillaba sobre las baldosas del cuarto como una fogata tan abrasadora que los ojos de Eren quemaban. Estrujaba unos cuantos mapas sobre su regazo y podía ver las suelas de las botas de su compañera, quien tenía los pies cruzados debajo de la silla.

Lo único a lo que se había dedicado durante esa última semana era a memorizar las rutas, formaciones y estrategias de las Tropas, pero se había dado cuenta de que su memoria a largo plazo estaba oxidada de más cuando oyó a Jolene relatando toda la teoría y descripciones del plan en voz alta. Parecía haber encontrado la manera de introducirse todos los planos en la cabeza para releerlos desde allí dentro, sin cometer un error o saltarse algún signo de puntuación. No comprendía esa capacidad suya para memorizar documentos con tal rapidez, pero lo más probable era que estuviera acostumbrada a esas combinaciones de palabras evocadas de algún libro grabado con fuego en su diccionario mental de palabras. Soltó un largo y frustrado suspiro que lo deshinchó como un globo sobre la cama de su compañera al pensar que su capacidad de aprender sería distinta, si tan sólo hubiera aceptado leer los libros que Armin le ofrecía en su niñez.

Pero llevaba estudiando junto con Jolene desde hacía poco más de una hora, y ella no había articulado ni una sola palabra durante todo ese tiempo. Estaba tiesa sobre su silla, respiraba tan tranquilamente que parecía no respirar en absoluto, movía los dedos sólo para cambiar de página y a pesar de estar frente a su compañero Eren tenía muy claro que ella realmente no estaba allí. Y aunque Jolene era del tipo de personas que se la pasaba divagando, esa actitud suya era diferente. Se encorvaba sobre su escritorio porque la presencia de Eren en su habitación, extrañamente, la molestaba. Pero no había tenido más opción que aceptar su propuesta de estudiar juntos con tal de ayudar a su amigo, ignorando su deseo de querer estar sola el mayor tiempo posible porque tenía muchas cosas que pensar.

Esa actitud tan extraña se remontaba hacia el día en el que el capitán se llevó a Jolene a cumplir con el castigo que el comandante había impuesto por alojar a un intruso en el cuartel. Luego de un par de horas en las que todos los integrantes del escuadrón de operaciones especiales estuvieron teorizando sobre el tema, el capitán y su subordinada volvieron tan extraños como si hubieran visto un fantasma en el otro. Petra dijo que por un momento ambos parecían estar aterrados del otro, e hizo énfasis en que jamás había visto a Levi con tal expresión de confusión y desorientación en el rostro. En los días posteriores esa atmósfera de incomodidad se esfumó como si nunca hubiera existido, pero nadie pudo pasar por alto lo esquivos que el capitán y Jolene se habían vuelto entre ellos. No había ningún intercambio de palabras, Eren dejó de encontrarse con Jolene persiguiendo al capitán, ambos se sentaban en esquinas opuestas de la mesa a la hora de comer y Levi llevaba días sin prepararle una taza de té. Por más que lo intentaran, nadie era capaz de adivinar qué era lo que había pasado entre esos dos, pero tampoco estaban dispuestos a preguntar.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora