La mudanza me tenía emocionado, volvería a mi ciudad natal y mi cabeza merodeaba por los tantísimos recuerdos que allí había creado. Hacía tres años que tuvimos que mudarnos a otro estado ya que transladaron a mi padre a otro hospital, sin embargo, ahora regresábamos y la impaciencia era tanta, que me había ofrecido a ayudar a mamá con esto de cerrar cajas, puede que de cierto modo llegara a entorpecer, pues intentaba ir tan rápido con el precinto que parecía que un bebé había estado jugando con el celo y las cajas. Por otro lado, miraba hacia el ordenador cada dos por tres, esperando recibir una videollamada suya.
—Hijo, te va dar torticulis en el cuello de tanto mirar hacia el ordenador —dijo mi madre soltando una risilla.
—Muy gracioso, mamá —rodé los ojos y volví a caer en la tentación de mirar el portátil.
—Ay las hormonas —dijo suspirando y frunció el ceño al ver el destrozo que había hecho con las cajas.
Me libré de una buena bronca cuando sonó el portátil con una llamada entrante. Me abalancé sobre el ordenador y salí corriendo hacia una estancia vacía -que lo eran la mayoría-. Le dí a contestar y me encontré con esa chica que tantos hormigueos me causaba. Sus mejillas ardían con un color muy semejante al de sus carnosos labios que dibujaban la más bonita de las sonrisas.
—¡Hola!¡Ayy, estoy deseando verte! —dijo con esa voz chillona que me llegaba a parecer linda.
Mi expresión bobalicona lo decía todo.
—Y yo —sonreí.
Enredó uno de los mechones dorados que se escapaban de su coleta y se volteó al escuchar a quien parecía ser su madre llamándola.
—Me parece que tengo que dejarte ya —informó e hizo una mueca mimosa.
—No hay problema, en nada nos veremos —le guiñé un ojo.
—Bye, te quiero —se despidió armoniosa lanzándome un beso.
Suspiré cuando la pantalla se quedó en negro.
—Tyler ¿¡puedes venir ya a terminar lo de las cajas!? —mi madre me llamó la atención exasperada, intuía que había visto mi peculiar manera de precintar.
***
Cuatro horas de avión que pasé dormitando y una de cháchara con el taxista me llevaron a mi querida ciudad, deslizándonos por el tráfico que se incorporaba a una avenida, con los extensos edificios compitiendo por ver quien era el más alto, con semáforos y coches iluminando la recién entrada de la noche. Por fin llegamos a la zona urbana en la que yo me había criado, un barrio tranquilo con mucha vegetación. No habíamos vendido aquella casa en la zona de suburbios que tanto me gustaba, e ingresar en el interior fue una vuelta al pasado de lleno. Enseguida subí a mi cuarto que era básicamente el desván, las paredes seguían siendo azul marino y deseaba colocar todos mis muebles de nuevo, para sentirme realmente como en casa. Aunque de momento me bastó con poner la cama, mientras trataba de conciliar el sueño jugueteé con mis pulgares todo el tiempo, mañana vería a mis colegas, y a Rebecca, los nervios me arrollaban y sentía el corazón desbocarse.
Me levanté de un salto a la mañana siguiente, haciendo acrobacias por toda la casa para salir a tiempo. Cameron, mi mejor amigo y compañero de meteduras de pata me esperaba en la puerta, y su mirada verde se iluminó cuando nos reencontramos, nos dimos un efusivo abrazo.
—Al fin por aquí —dijo dándome unas palmaditas en la espalda.
Mark, que nos sacaba una cabeza, se unió al reencuentro, su aspecto albino no pasaba desapercibido, seguía estando igual de delgaducho, semejante a un alfiler. No tardé en avistar la estructura de ladrillos blancos y ventanales opacos que reconocía como mi instituto y en la fachada una amplia entrada, a la izquierda, apoyado en una de las vallas, me sorprendió un Harry con el pelo azul que se acercó a saludarme.
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Tras el Humo de su Cigarro [ Finalizada ]
RomanceEl impacto de una mirada puede ser el acto más violento y enganchar a cualquiera a dicha sensación. Tyler no era inmune a ello, y mientras se hundía en asuntos turbulentos pendientes de pago y se desengañaba de la vida, iría detrás de dos ojos gris...