36. El último trago

97 13 0
                                    

Blake me dejó en casa, al bajarme de la moto me miró.

-¿Y ahora? -pregunté.

Apagó el motor.

-¿Qué pasa?

-¿Qué somos? Yo sé lo que siento, pero ya no sé que sientes tú -dije con sinceridad.

-Me lo tengo que pensar... -musitó.

Me hizo un gesto para que me acercara y me besó posando una mano sobre mi nuca y ejerciendo presión de añoro sobre ella. Me erizó la piel y cuando nos separamos arrancó y se alejó a toda velocidad evitando más preguntas.

***

Todo fue colocándose en su sitio, aunque había más frentes fríos entre yo y mis amigos, miradas incomodas entre yo y Rebeca y aun el rumor de cuchicheos en mi presencia sobre algo que no hacía falta mencionar porque lo veía hasta en los ojos de la profesora.

Blake y yo volvimos a ser lo que éramos, fue algo paulatino que simplemente surgió, nos dejamos llevar por la complicidad que se generaba, las ganas y una nueva confianza por parte de la peliblanca. Me pasaba días en su casa, durmiendo hasta el mediodía los fines de semana, viendo como se duchaba, apuntándome al baño que siempre acababa con vaho demás, contando los muelles de la cama todas las veces que trasnochaba y escuchándola tocar cada madrugada. Habíamos llegado a aquel equilibrio, en el que no hacen falta las palabras y las preguntas porque saben nuestras miradas lo que hay y con eso basta, era el balance exacto para que crecieran rosas sin espinas y siempre hiciera sol sin necesitar una pizca de lluvia. Ahí es donde por fin te atreves a dar el paso más peligroso, imaginar, en que seguiríamos juntos viviendo en nuestro propio piso, planeando mil viajes a tantos rincones del planeta, fantaseando con sueños cumplidos y senderos sin cuestas para conseguirlos, idealizando un mundo entero, un "nosotros" que es el mayor de los riesgos y la más fuerte de las drogas.

***

Allí estábamos, en un cajero automático sacando algo de dinero, yo me encontraba a una distancia prudencial por seguridad mientras Blake pateaba la máquina y la maldecía con un extenso repertorio de insultos.

-¡No me lo puedo creer! ¡¿Puede acaso ser más cabronazo el desgraciado?! -voceaba hecha una fiera.

-¿Qué ha pasado exactamente? -me atreví a preguntar algo encogido y temeroso.

Me miró con los ojos fulminantes de rabia, extinguiendo cualquier cosa que se pusiera ante sus narices.

-¡Me ha vaciado todos mis ahorros!

Se mordió la lengua y tragó saliva, me agarró de la muñeca clavándome los dedos.

-Vamos a recuperar mi jodido dinero -masculló arrancando.

La moto rugió con tanta fuerza que me agarré a Blake con miedo, y en efecto a este paso la multarían, temía por mi vida en ocasiones. Frenó quemando los neumáticos y haciendo que nos zarandeáramos con brusquedad, la peliblanca no atendía a nada, estaba absorta en su profundo enfado. Golpeó la puerta con fuerza sin titubear aunque me desconcertó su silencio cuando le abrieron, lo comprendí al ver la figura de Harry en el umbral, mirándonos con una expresión que diluía incomprensión y tensión en una furia densa y abrasante. En el salón se disputaba una reunión que comprendí al ver a todos mis amigos pálidos y angustiados con un taco de dinero sobre la mesa y un portátil custodiado por el padre de Blake al lado, quise en ese instante abalanzarme sobre ese capullo y estrangularlo con mis propias manos, pero me contuve mordiéndome la lengua hasta que se me durmiera.

-Sentaos -invitó con serenidad tomando un trago del morro de la botella.

El olor a alcohol delataba que no era el primero.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora