20. Cuerdas como tirita

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Me levanté despacio carcomido por el miedo, pero cuando me agarró del cuello provocando que tan solo las puntas de mis pies pudieran tocar el suelo, desató el pánico en mi cuerpo haciendo que agitara los brazos de manera frenética tratando de propinarle algún golpe.

-¡Para! -chilló Blake asustada.

Se giró rabioso a más no poder, desbordando maldad por su mirada.

-¿¡Qué pretendías con este mocoso!? -vociferó como una bestia hambrienta de en este caso provocar dolor.

Ella tragó saliva. En aquel momento de vacile me abalancé sobre él y conseguí golpearle, enzarzandome en una pelea desesperada, descargando toda la tensión y rabia acumulada mientras en mi cabeza se repetían las escenas que tanto me habían impactado, él era el culpable y a pesar de que Blake rogaba que pararamos, me hacía el sordo. No había reparado en el dolor de mi rostro y la sangre caliente que goteaba de mi palpitante labio hinchado hasta que me agarró del cuello, estampándome contra el suelo, el golpe me mareó y empecé a retorcerme al notar que sus manos me estaban dejando sin oxígeno, apretando cada vez con mas fuerza. Pensé que en cualquier momento me partiría el cuello y seguía clavándole las uñas tratando de evitarlo mientras no dejaba de llorar y sudar, con el pulso al borde de la taquicardia. La peliblanca trató de apartarle desolada pero solo consiguió llevarse un empujón. Se me contrajo el pecho al pensar que este podía ser mi final, pero no tenía fuerzas para seguir forcejeando.

Sonó el timbre, y sentí un gran alivio al ver que por fin me soltaba. Empecé a toser e hiperventivar, Blake corrió y se arrodilló a mi lado, las náuseas me patearon la garganta y ella me ayudó a arrastrarme hasta el baño donde estuve varios minutos abrazado al retrete entre sudores fríos y temblores. Me dejó a solas e intenté contener el llanto mientras me secaba con la toalla, estuve un rato sentado tratando de calmarme.

Salí con más tranquilidad, aun pálido y con más miedo que nunca. Estaban sentados en la mesa de madera, el monstruo que tenía como padre, ella, cabizbaja y sumisa ante la versión que él le contaba a un hombre calvo y bajito de unos cuarenta y tantos años que poseía un maletín y llevaba unas gafas con unos gruesos cristales. Se giraron al verme aparecer.

-¿Así que este es el chavalín que creías que era un ladrón?

Él asintió y ambos rieron.

-Así es, perdóname Tyler.

Me senté con ellos y bajo la mesa encontré la mano de Blake a la que le di un apretón.

-Bueno James, aquí tienes los papeles -abrió el maletín de cuero negro y sacó varios documentos.

-Gracias Carrick -miró a Blake relamiéndose y con el elegante bolígrafo que su abogado le tendió firmó los papeles necesarios para condenar a su hija a vivir con él.

Ella también tuvo que firmar, mordiéndose el interior de las mejillas y aguantándose la rabia, la impotencia y el dolor.

La puerta se cerró, nos quedamos callados, estáticos, en shock. Blake se derrumbó en el sofá, estaba apoyada sobre sus rodillas y podía ver como le temblaban las manos sin parar y se cubría el rostro con su cabello. Me senté a su lado, ella era apenas una sombra de si misma, amarga y perdida.

-¿Como estás? -murmuré.

-¿Cómo voy a estar? -dijo incrédula, hasta su mirada tiritaba.

Me encogí de hombros los cuales me pesaban sin saber muy bien qué decir.

-Todo lo que había conseguído hasta ahora...-lamentó con un hilo de voz -no sé qué va a ser de mí -se encogió angustiada.

Permanecí con los labios sellados, extendiendo mis brazos para abrazarla con un nudo en la garganta, este hizo presión cuando escuché el primer sollozo por parte de la peliblanca. Estrujaba mi camisa mientras lloraba en silencio, había perdido la fuerza con la que la estrechaba, estaba impactado ante aquello con el corazón compungido y la pena atravesada en el esófago, incandescente.

-T-tengo miedo -confesó en un susurro.

Parpadeé varias veces seguidas conmocionado, tratando de hacerme el fuerte.

-Te ayudaré en todo lo que pueda no te preocupes -prometí.

Ella negó desolada.

-No, ya apenas nos veremos y no podrás hacer nada por mí -balbuceó.

-Claro que sí, ya lo verás.

Se aleja limpiándose las lágrimas y me mira, destrozada y hueca, quiero ver el temperamento que hace un rato tenía, esa valentía imparable, pero solo hay vacío, los dos nos estamos ahogando en sus pupilas, en sus penas y a Blake se le está olvidando como nadar entre ellas. Inspira hondo y se levanta para clausurarse en su cuarto, permanezco sentado reflexionando un momento ante la situación, para digerir su tristeza y poder ayudarla a salir a la superficie, a dejar de tragar del agua de sus demonios y respirar un poco de aire fresco, por mucho que me destroce verla así, quiero tener fuerzas para los dos.

Me acerco a su cuarto y abro la puerta, ella recoge en silencio, sumida en sus pensamientos con la mirada apagada.

-¿Cuándo te vas? -me meto las manos en los bolsillos.

-En una semana o antes -musita.

-Lo siento... -hago una mueca.

Aprieta la camiseta que está sosteniendo.

-¡No me digas que lo sientes! ¡No tienes ni idea de...! -antes de seguir gritándome la expresión de su rostro se transforma en una de sorpresa.

Se revuelve el pelo y se sienta mientras se enciende un cigarro. Inhala el humo con fuerza, tratando de tragarse la mayor cantidad posible.
Exhala, yo me quedo mirando mis zapatos.

-Gracias...

Alzo la vista.

-Para eso estamos los amigos.

Me sonríe con amargura y da otra calada con los ojos cristalinos.

-Antes... -respira de manera entrecortada y me acerco -pensé que te perdía -murmuró confesándome con los ojos el aprecio que me tenía.

-Si te sirve de consuelo yo también pensaba que era el fin.

-¿Estás bien?

Me encojo de hombros.

-Todo lo bien que se podría estar, supongo.

Va al baño a por algunas cosas para curarme los golpes que me arden con el desinfectante.

-Es la segunda vez que tengo que curarte después de una paliza.

-Definitivamente no soy muy bueno para pelear -sentencio.

Ambos nos reimos levemente, me duele el pecho, soy incapaz de sentir un ápice de felicidad.

-Oye... -me acerco más -¿y si dejas las maletas para otro momento y me enseñas a tocar la guitarra? -le propongo.

Sabe mejor que yo que es lo que necesita ahora mismo.

Enarca una ceja.

-¿Desde cuando quieres aprender a tocar la guitarra?

Me encojo de hombros ¿la verdad? No es algo que tenga como objetivo, pero la música le alivia y eso si que me lo he propuesto.

Blake rueda los ojos y estamos ambos en el salón dispuestos a comenzar con la clase.

-No entiedo por qué debería de enseñarte.

-Ni yo por qué no, creo que eres buena profesora -le guiño un ojo divertido.

-No te hagas tanto el graciosillo y céntrate -me riñe.

Comenzó explicandome algunas cosas a las cuales yo asentía como un tonto y luego cuando llegaba el momento de llevarlas a la práctica no existirá jamás melodía más horrible que la que estaba tocando. Me sentía bastante torpe, porque la cogía la peliblanca y fluía, me quedaba embobado admirando la bonita manera que tenía de evadirse, llegó un momento en el que se olvidó de la clase, y tocaba su pena, esa angustia que le envenenaba el corazón, con notas hablando de espinas clavadas muy profundo en su alma. Yo también tenía miedo, miedo a que esta fuera la última vez que fuera a verla tocar.

¡Buenas! Con este capítulo finaliza la mini maratón. Estoy muy contenta ya somos más de 500 leídas así que os vuelvo a dar las gracias.
¡nos vemos en el próximo capítulo!
~Sam~

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora