0. Prólogo

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Me encuentro en la misma escena de siempre, pero su extrañeza me sigue desconcertando, quizá porque no estoy seguro de qué significa. El sol es tan brillante que eclipsa parte del lugar, solo sé que el cielo no puede ser más azul. Me encuentro sentado con los pies colgando, a mi lado hay una niña, es como una silueta, pequeña y triste. A pesar de estar difuminada, el sentimiento de angustia es muy claro, ese ente provoca en mí sensaciones muy fuertes que sacuden mi pecho con brusquedad. Siento la irrefutable necesidad de abrazarla causándome una taquicardia de nervios y vergüenza.

—Hace calor ¿por qué llevas una chaqueta? —pregunto, la prenda en cuestión se ve mucho más nítida que la figura.

Ella se encoge, a pesar de no distinguir las facciones de su rostro puedo sentir la melancolía que destila y percibir su mirada llena de miedo.

—¿Puedo contarte un secreto? —susurra su dulce y fina voz con pavor.

—¡Claro!

—¿De verdad? —alza su meñique el cual puedo ver con claridad —¿me lo prometes? —aquella pregunta suena como un eco.

—Te lo prometo.

El eco retumba mientras ella se desvanece como si una brisa se llevara un montículo de arena. El ambiente comienza a oscurecerse, tanto, que no puedo ver prácticamente nada. Entonces enfoco una única cosa que no puedo dejar de mirar, los finos brazos de la niña llenos de moratones. A medida que recorro sus extremidades magulladas la enfermiza angustia crece en mi garganta hasta ahogarme, tratando de estallar, arañándome la espina dorsal con unas finas y heladas garras.

Siento que estoy temblando pero no puedo ver nada, solo escucho una voz algo distorsionada afirmando que he llamado a la policía. Después gritos, desgarradores e incontrolables de los que era incapaz de distinguir que decían, pero me dejaban una sensación muy amarga.

Se avecinaba el final, mi subconscie lo advertía, tenía la cara embadurnada en lágrimas, era consciente de ello gracias a la sensación húmeda que estas dejaban. El ruido de unos neumáticos sobre el asfalto y un pitido ensordecedor se extendían hasta que despertaba.

Incorporado en la oscuridad recuperaba mi respiración normal, me secaba el sudor de lo que en mi sueño fueron lágrimas y el dolor de mis articulaciones se acentuaba. Aquella historieta se iba disipando de mi mente a medida que me desvelaba, pero sabía que era el mismo sueño de siempre, ese que me ha perseguido durante tanto tiempo y el cual regresando a mi cuidad natal tenía la esperanza de esclarecer.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora