30. Cortada de verdad

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Era insólito lo que acababa de contarme y ni yo mismo era capaz de digerir que algo así hubiera ocurrido. Entré con sigilo a mi cuarto a por mis zapatos, oliendo el acecho de la depredadora que dormitaba conmigo, no obstante, salí de allí apresurado para reunirme con Rebeca en su casa cuanto antes.

La gélida recién nacida mañana me abofeteó las mejillas mientras recorría el inhóspito trayecto de suburbios fotocopiados. Rebeca me recibió en pijama, con los ojos rojos y sus irritados alrededores pegajosos de lágrimas. Se limpió la cara al verme y me invitó a pasar.

-¿Café o algo? -me ofreció de camino al salón.

-Con lo que me has dicho no me entra nada -dije sentándome.

Imitó mi gesto y hundió los dedos en su recogido desaliñado cabizbaja.

-No sé cómo ha podido pasar -sollozó asfixiada.

-¿Qué está pasando exactamente?

Me miró sonrojada extendiéndome su teléfono para que yo mismo lo viera a la par que tragaba saliva, era un video estático algo extenso y sublime sin duda alguna, me ardía la cara, el impacto que me producía verme a mi mismo en esa situación y el frío nauseabundo en el estómago de saber que más personas lo habían visto hacía de mi cabeza un remolque de dinamita explotando con brutalidad.

-E-esto es... -me temblaba hasta la mano con la que sostenía el teléfono.

Apretó los labios exprimiendo lágrimas y asintió.

-Si llamo a la policía lo subirán a todos lados junto con el resto de material... -musitó.

-¿Y qué podemos hacer al respecto? -se me estaban encharcando los ojos debido a la presión.

-Obedecer -murmuró hundida.

-¿Obedecer? -repetí atónito.

Lo que leí era repulsivo, querían otro vídeo como seña de que no íbamos a abrir la boca y 1000 dólares.

-Es muy arriesgado y demasiado dinero -tragué saliva.

-No tenemos otra opción y no voy a jugármela, si algo sale mal estamos perdidos.

A ambos nos escurría agua salada por el rostro. Rebecca apoyó su cabeza en mi pecho y comenzó a sollozar, yo inspiré hondo y tras pasarle una mano por la espalda la miré lo más sereno que pude y le dije:

-No es nada nuevo, hagámoslo y ya.

-¿Y el dinero?

-Mil dólares es mucho, pero ambos podemos tener esas cantidades ahorradas, es lo de menos.

Cerré los ojos aguantándome las náuseas, hicimos el video como pudimos, recuerdo la mirada dispersa e impactada de Rebeca al levantarse. Le di un abrazo y cuando me fui supe que había vuelto a romper a llorar, traté de aparentar calma pero me costaba introducir aire en los pulmones tanto como mirar la acera sin angustia y ausencia mientras el sol comenzaba a irradiar.

Al llegar a casa era por la mañana y todos se habían despertado ya.

-¿Dónde estabas tan pronto? -me interrogó mi madre enarcando una ceja.

-Tenía unos asuntos... -dije tratando de no divagar.

-Si que serían importantes para que tú madrugaras tanto -comentó mi padre.

-Eh si... Bueno, nada de otro mundo -me rasqué la nuca alejando los recuerdos.

Subí a mi cuarto, quería meterme en la cama y dormir, dormir hasta despertarme de lo que deseaba que fuera un sueño, quería cubrirme hasta la cabeza con las mantas y no salir. Y bueno, probé mi plan lleno de fallas y espacios en blanco, obteniendo como resultado a la peliblanca mirándome analítica.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora