35. Besar el impacto

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—¿Has vuelto con él?

—Qué más te da —dijo exasperada.

—Que no me has dado la jodida oportunidad de hablar contigo y has desaparecido Blake, eso me da ¿te crees que ya no estoy colgado por ti?

—Pues para sentir tanto se te da de puta madre joderla hasta el fondo —encaró y se echó la bolsa al hombro.

—Fue un puto error —me excusé.

—Los errores tienen consecuencias —salió de mi habitación y bajó de camino a la puerta.

—Pero también se pueden enmendar —repliqué.

Apretó la bolsa y cogió aire.

—No puedes revertir un plato roto.

Dicho esto salió por la puerta y se fue.

—¡Joder! —me ardía la nariz, me quemaba el esófago y me escocían los ojos.

Pateé varias veces el umbral enrabietado y bufé escupiendo al mundo, al universo, al jodido video, al condenado anónimo que nos estaba haciendo esto y sobretodo a mí, por imbécil. Me quemaba saber que volvía a juntarse con ese tío, aunque supiera que solo trataba de vengarse, lo conseguía, y me daba miedo que también pretendiera olvidarme y tuviera éxito en el intento. Me tumbé en la cama hiperventilando, me restregué las manos por la cara y cogí el móvil para distraerne, mi galería estaba encantada, y en las catatumbas de ésta podías hallar criaturas que te dejaban sin palabras. La piscina parecía una ensoñación dado el tiempo que había pasado y sin embargo, ahí estaban las fotos, me recorrió un hormigueo al verla tan guapa, tan sonriente y con los ojos tan claros a pesar de lo oscura que estaba la foto, se me calentó la cara al ser consciente de como me miraba, rogando que no fuera a caer, y que si lo hacía que estuviera ahí para sujetarla y evitar el golpe. Sabía que la había fallado, pero tenía que haber un modo de cambiar las cosas. Apreté el colgante que me dio con fuerza.

Tuve que recoger ya que Blake había montado un buen desorden llevándose sus cosas, me percaté de que se había olvidado su guitarra y aunque me cruzara la cara, me dijera que me odiaba o se negara a hablar conmigo, tenía que devolvérsela, debía que evitar que se alejara de la música, me quisiera o no cerca.

Mi madre me miró sorprendida al verme arreglándome y recién duchado.

—Parece que ya estás mejor... —comentó.

—Es solo que tengo que llevar una cosa de un trabajo —mentí.

—Un poco tarde y demasiado acicalado ¿no crees? —inquirió.

Nos miramos, inclinó la cabeza y asintió sabiéndolo todo.

Tomé la guitarra y salí, anochecía y hacía fresco, el cielo era púrpura y las luces de las farolas hacían la noche de la ciudad, callejeé ajeno al tráfico de las avenidas, aunque era imposible no cruzarte con alguien, me miraban pensando que era yo el guitarrista, pero solo le devolvía lo suyo al artista, como los lápices al pintor y el teclado al escritor. Llevaba el brazo algo cansado por el peso del instrumento aunque me quedaba poco para llegar a su edifico de ladrillos ahumados. Suponía que seguiría viviendo ahí, dudo mucho que hubiera cambiado de sitio, así que timbré, no obtuve respuesta pero insistí, ante tal vacío era probable que no estuviera, y mi mejor idea fue sentarme en los escalones de la puerta y esperar a que apareciera, iba a devolverle la guitarra sí o sí, porque Blake se la había dejado aposta, aunque odiara la música, no sabría estar sin ella. Era una sensación extraña, pero me causaba tranquilidad saber que iba a verla, llevaba tres semanas de inquietud y ahora solo se me pasaban por la cabeza maneras de reencontrarnos en las que todo salía bien, apoyé la cabeza en la pared y seguí divagando.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora