34. Cenizas

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Mi amigo me tomó por los hombros, veía como sus labios se movían tratando de calmarme pero ni siquiera era capaz de escucharle, solo era un espectador de un corto que resumía lo tanto que me destrozaría ese vídeo en el futuro. Para colmo, Blake irrumpió en la estancia, le temblaban los puños de ira y había estado llorando por los restos de lágrimas que se apreciaban en su rostro, nos miró con repugnancia, sobretodo a mí, como si la hubiese apuñalado por la espalda, sus pupilas mostraban un punzante dolor y una afilada rabia a punto de dispararse contra mí y su lengua tenía un arsenal militar envenenado y contaminado por la creencia de haberla mentido todo este tiempo. Me ardía el esófago, no sabía como explicarle lo sucedido sin ahogarme con mi propio llanto.

—¡Todo este tiempo me has estado mintiendo! —me recriminó con la voz rota.

Negué con la cabeza balbuceando y tratando de pronunciar una y otra vez que la quería.

—¡No me lo puedo creer! —todo lo que había construido se redució a cenizas, su confianza estalló en mil pedazos que se me incrustaron haciéndome herida —¡¿Por qué?! T-todo... ¡¿Cómo has podido ser un capullo mentiroso de esta manera?! —me chillaba incrédula, tenía un agujero en el pecho irreparable, los ojos negros.

—Blake no es así yo... Yo te qui-

Me dio una bofetada tan fuerte que creí que me había partido el labio del impacto, sin embargo, no sé qué me dolió más, si sus ojos oscuros y vacíos más de lo que ya los había encontrado o aquel golpe, porque el pecho me dolía cómo para pedir que me lo arrancaran, era desquiciante y no existen analgésicos para ello.

—¡Lo nuestro se ha acabado! —fue lo último que chilló antes de irse a todo correr, porque sabía que lloraría como quizá nunca y esta vez tenía que cargar con el peso de que era mi culpa.

—¡Bórralo! ¡Bórralo Cameron! ¡Haz que desaparezca! —le grité desamparado y tirándome de los pelos.

Mis amigos se acercaron para consolarme pero les aparte violentamente.

—¡No! ¡Todo esto es vuestra puta culpa! —les eché en cara con los ojos rojos y escocidos.

—Tyler, nosotros esto no lo hemos hecho a drede... —dijo Theo con cautela.

—¡No intentes arreglarlo! —insistí ciego de rabia y angustia.

—En lo de Rebeca te metiste tu solo, así que eres igual de culpable —añadió Harry de mal humor.

Le agarré del cuello de la camisa dispuesto a partirle el tabique nasal si hacía falta, voceando.

—¿¡Qué has dicho!? —farfullé fuera de sí.

Entre todos nos apartaron en una mezcla de manotazos, golpes y bufidos.

—¿¡Ya está bien no!? ¡Aquí hay que conseguir la pasta y punto o saldremos todos jodidos! —nos regañó Mark adusto.

Golpeé mi cabeza con la pared al dejar todo mi peso sobre esta, estaba desolado y no tenía fuerzas para nada.

—T-tiene razón —dijo Rebeca con un hilo de voz, y por fin, comprendí que había endurecido la cándida mirada de la niña rubia que conocí. 

Me fui a casa diciendo que me encontraba mal, cuando me dirigía a la salida advertí el sonido de un llanto en los baños de chicas y sentí el chasquido de una corazonada diciéndome que era Blake.

Entré en el baño de chicas y ahí estaba, sentada en las blancas y frías baldosas que componían la zona de las duchas, estancia que por desgracia  recordaba con ahora un efecto metáfora del resultado de mis errores. Me agaché y alcé su rostro, era un atropello, un golpe certero en la sien, la verdad más retorcida, una daga clavada profundo de una sola estocada, eso decía su mirada, torturada y torturante.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora