27. Púrpura

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—Desde aquel día todo ha sido un puto infierno —me admitió con las manos en su regazo.

—Estuve preocupadísimo por ti... —confesé mirándola.

El brillo se sus ojos se adentró en mis pupilas mostrándome como alzaba las comisuras de su boca desde el corazón, aunque el dolor le impidiera ejecutar tal gesto.

Desde que se cerró la puerta de aquel coche, Blake tenía la certeza de que su infancia se le echaría encima y la arrastraría hacia su pasado clavándole las uñas si era necesario. Había muchas diferencias, como el enorme piso en el que iba a sobrevivir que nada tenía que ver con aquella casucha donde se crió. Al principio le resultaba casi tétrico el buen trato que recibía por parte de aquel hombre que hacía que detestara la sangre que corría por sus venas.

—Llegué a ser ingenua al pensar que por un jodido momento, durante un puto instante —, apretó los dientes con rabia —llegué a pensar ¿y si ha cambiado? —murmuró.

Apenas en una semana el olor a alcohol se le antojaba un deja vu y en cierto modo lo era. De lo que no se había dado cuenta era de lo crudo que lo veía ahora, era demasiado claro y no tenía inocencia como para obligarse a creer una versión menos dolorosa de la realidad. Trataba de mantener la compostura en todo momento pero vivía con el corazón compungido y respirando un aire denso mientras se movía con todos sus músculos prácticamente rígidos, lo peor era por la noche, cuando podía observar desde el pasillo aquel sillón de cuero sintético dándole la espalda, entre las sombras y tenue luz naranja podía acertar a localizar la luz traspasando una botella de cristal que reflejaba un licor tostado advirtiéndole que hasta su sombra podía apuñalarla en aquel lugar. Una de esas noches, vivió en paz durante varias horas en las que su ausencia le permitió ser capaz de digerir algo sin sentir náuseas nada más ingerirlo. Se tumbaba en la cama y trataba de respirar para que no le diera un ataque de ansiedad, pero no podía dormir del tirón dado el temor a que algo ocurriera mientras trataba de descansar. Aquella madrugada escuchó como aporreaban la puerta y supo que debía ir a abrir, se movió con cautela y en un arranque de ira quiso dejarle tirado junto al felpudo; no lo hizo por miedo a las consecuencias. Se mordió la lengua y abrió la puerta, él apenas se mantenía en pie y cargaba con aquella mirada ausente y bailona que si brillaba, era de pura maldad. No esperaba un agradecimiento por haber abierto la puerta, pero pensó que aquella rutina la podía llegar a soportar.

¡Ven más rápido la próxima vez! ¡Joder! —se quejó.

Blake apartó la mirada en silencio, notaba sus latidos hasta en las sienes.

Pum, pum, pum...

Un tictac incesable, contenido, sabía que si abría la boca sería peor.

Pum pum pum pum pum pum.

El impacto en su mejilla fue como si le salpicaran agua ardiendo, un golpe frío que luego empieza a arder palpitando.

No te hagas la sorda —farfulló.

Y dicho esto, ella asintió repetidas veces con desenfreno. Huyó a su cuarto aguantándose las lágrimas mientras el pecho le gritaba que no lo aguantaba más y la razón le rogaba que resistiera.

—Quería soportar todo aquello pero le odiaba tanto que amargaba y encima solo podía obedecer —se le quebró la voz.

Los insultos entre palabras arrastradas y frases inconexas con la brusquedad y desprecio que trataba a Blake la llevaron a explotar. Sabía que era una apuesta perdida y aun así se dejaba el culo en ella, le encaró varias veces, consiguiendo que él aventara alguna botella contra la pared haciéndola estallar en añicos seguido de un enfrentamiento que llegaba a ser muy violento, además de acabar siempre con el mismo final:  Blake sollozando en silencio pensando si de verdad sería capaz de sobrellevar todo aquello. Le dolía todo, a veces de los golpes, otras veces por el mero hecho de respirar en aquel sitio, le ardía el estómago como si tuviera un horno dentro, cocinando rabia y angustia.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora