17. Confesa

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Avanzo hacia donde están, Blake sigue alterada y Cameron mudo, perplejo ante la situación. Nuestras miradas se encuentran, la suya es hostil y la mía deja recibir el impacto.

—Blake... —aun aterrado, su nombre sigue sonando jodidamente bien, cruda poesía.

—¡Ya sé como me llamo! —me chilla.

—Podemos hablar... —invito.

Se encierra en su coraza de orgullo y Cameron vuelve al interior del bar con la excusa de que alguien tiene que pagar.

—¡No! ¡No te quiero escuchar Tyler! —aunque le amarga esa frase, no vacila al decirla.

—¡Pues vas a tener que hacerlo! ¡Porque si chillas chillaré el doble! —encaro.

—¡¿Me quieres dejar en paz?! —inquiere mirándome con cierto desespero y confusión.

—¡No! No tenía ni idea de todo aquello...

—Ni una palabra más —masculló.

Antes de terminar la frase se apresura hacia su moto, me saca el dedo y revienta el acelerador, huyendo de ahí.

Acabo la noche cabizbajo, con las confesiones en la punta de mi lengua resbalándose entre la ira y la impotencia incapaz de dijerirlas, son demasiado ácidas

                              ***

El pánico que me da pensar que no voy a volver a ver a Blake y que la cosa se ha roto para siempre es tal que cojo un autobús para ir a su casa, rogando que no haya desaparecido sobre esa moto. Me tiembla la mano y me pongo colorado pensando en el descaro que hay que tener para presentarse de esta manera, pero cogiendo aire, hago sonar el timbre. No recibo respuesta, aunque no me voy, por muchas ganas que tengo de correr una presión constante sobre mi pecho insiste en que vuelva a timbrar, y obedezco a ese instinto, tras el vacío de la segunda vez, pruebo una tercera, y aquella cabezonería mía da resultados.

—¿Qué quieres? —me escupe Blake con cara de pocos amigos.

Se encuentra apoyada en el marco de la puerta, con los puños apretados, despeinada, con el rimel desparramado bajo sus ojos y una camiseta ancha como única prenda cubriendo su cuerpo. Todo lo que puedo pensar es en lo mona que se ve así, sin ser diosa, espectro de la azotea o felina depredadora, siendo puramente humana empapada de defectos.

Antes de que me mande a la mierda, tengo el atrevimiendo de poner un dedo sobre sus labios, y aunque quema, me aguanto.

—Sin gritos, tú y yo en el sofá, hablando —propongo decidido.

Aparta mi mano de su boca y se hace a un lado dejándome pasar. Ya sentados en el sillón insiste en que hable.

—Bueno venga, ya puedes decirme eso que es tan importante que has venido hasta mi casa —sus palabras son cuchillas.

—Solo... —suspiro —quería disculparme.

Enfría la calidez de mis palabras.

—Ya bueno, pues disculpas aceptadas ¿te puedes ir ya?

Pongo una mano sobre su pierna, y aunque su rostro se enmascare de impasibilidad, noto su inquietud.

—No debí mandarlo todo así a la mierda, pero no sé, me molestaba tanto que estuvieras así conmigo que no pensé que estaba haciendo.

Respira pausadamente, y eso es todo lo que se oye durante unos instantes.

—¿Podemos volver a ser amigos? —trato de terciar.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora