16. Tintado de orgullo

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Esa misma tarde, mientras planteaba cual era la mejor opción para un suicidio a la par que me culpaba por ser tan imbécil y dramático, Rebeca se presentó en mi casa. Abrí la puerta y no tuve el valor de saludarla, todo había sido muy cortante en las últimas horas.

—¿Puedo pasar?

Asentí, en verdad ahora que observaba detenidamente a Rebeca, algo en ella había cambiado, tenía en la mirada un poco de ese gris, en lo más profundo de ese bosque que tenía por ojos y los cuales pensaba conocer, habitaban bestias de las que no sabía de su existencia. Eso me llevaba a preguntarme que había pasado desde mi ida. Ella saluda a mis padres y vamos a mi cuarto.

—Sé que no te apetece mucho que esté aquí.

—¿No tenías otro momento? —digo cabizbajo.

—Tyler yo no sé qué te traes entre manos, de todas formas, hay que ser consecuentes con nuestras acciones.

La miro unos instantes, incrédulo.

—¿En serio me lo vas a decir tú?

—Porque sé mejor que nadie que hay que ser consecuente te lo digo —responde severa.

Suspiro. Estamos sentados en la cama, sin mirarnos, su aroma me trae recuerdos, en el fondo nunca he estado sin Rebeca, es la clase de personas que aun desde lejos siempre ha estado presente, desde que soy muy pequeño.

—No hagas como si nada... —murmuro.

Sigue estando, después de todo, sigue ahí, como una astilla tan profunda que solo queda aceptar el dolor o arrancarte la piel para extraerla.

—Me equivoqué pero...

—No —interrumpo adusto —no quiero nada contigo Rebeca.

—Te gusta ¿verdad?

—No me quiere ni mirar a la cara —digo desganado.

Su sonrisa se queda en mueca.

—Te conozco —murmura en voz baja.

Cuando giro la cara para mirarla soy consciente de la proximidad a la que nos encontramos.

—Por desgracia, yo a ti ya no, Rebeca —musito.

Se aleja un poco, y se yergue. Antes de que hable la interrumpo, quiero sacar esa astilla aunque sea arrancándome la piel.

—No, no pretendas que todo está bien, porque la cosa entre nosotros se jodió y encima me llevé una buena paliza —, le enseño alguna marca que me queda de ello, tragándome la angustia para que no se me cristalicen los ojos —se acabó Rebeca.

Ella se muerde la lengua y asiente. Antes de irse, posa una mano sobre mi rostro, su tacto todavía me altera.

—Sigo aquí —esas palabras desorganizan mi cabeza al completo.

Sale de mi cuarto y se va, dejándome descolocado. Me echo hacia atras y le pido al techo que me solucione la vida, como era de esperar, no obtengo respuestas ni soluciones, solo mi subconsciente resaltando que tengo apenas un dedo de frente.

                              ***
 
Llevaba unos cuantos días sin ver a Blake, asomándome a la azotea con la esperanza de encontrarla y solucionar las cosas. Ese viernes subí desanimado, haciéndome a la idea de que tendría que esperar a la semana que viene. Me vino el olor a tabaco, y ahí estaba ella, con esa misma actitud frívola y distante a la que me había llegado a desacostumbrar.

—Piérdete —escupió nada más notar mi presencia.

—¿Sigues enfadada? —pregunté acercándome con pasos lentos y dudosos.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora