22. Guión en blanco

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Toqué con la mirada los surcos que hacían los músculos de su espalda bajo la piel, y apenas le dediqué unos segundos a mirar la arrugada camiseta que estaba tirada en el suelo. Blake me miró por encima de su hombro, sus ojos felinos estudiaban cada gesto que hacía y la sonrisa maliciosa que puso indicaba que esto solo acaba de comenzar. Se quitó ambos zapatos, mi respiración era tan profunda que el simple sonido que hicieron al caer al suelo alteró mis pulsaciones, que trataron de contenerse sin dispararse mientras escuchaba como la cremallera de sus vaqueros bajaba, contuve el aire y después no fui capaz de cerrar la boca. Deslizó sus vaqueros destapando sus esbeltas piernas que repasó con sus manos, para ese momento me palpitaban las venas y los pantalones. Se acercó a mí con pausa, disfrutando del efecto embriagador que me causaba, el ambiente era denso pero acogedor, posó una mano sobre mi muslo y pareció que aquella silla giraba 180 grados hacia atrás en un instante, traté de tragar saliva, pero dejó sus pechos firmes al descubierto y se me secó la boca. Estaba perdido en su silueta, cambiándola de postura en mi cabeza, repasando su cuello y clavículas.

—No te alborotes, solo voy a darme una ducha —me susurró para después guiñarme un ojo.

Me incorporé, pero solo conseguí robarle un casto beso y después ver cómo se perdía en la esquina del pasillo, sintiendo un impotente dolor más abajo de mi cintura. Esperé pacientemente, buscando el modo de que no se pusiera el pijama, y me martilleé con esa idea lo que me pareció un año de diez minutos.
Sentí su mirada con la cual me encontré al apartar la vista de la mesa, no llevaba pijama, y creí besarle el abdomen aunque solo fuera en mi mente. Las gotas brillantes se resbalaban por aquella escultura de marfil, pálida y tersa, y desaparecían en un salto al vacío, que era la sensación que yo tenía, con esa misma adrenalina y tensión. Avancé hacia ella decidido, pero antes de rozar el cielo con los dedos me paró.

—Vas a tener que encontrarme primero —propuso divertida.

Ante el vacile que tuve a causa del desconcierto salió de su casa escaleras arriba.

—¡Blake! —le dije antes de soltar una carcajada por lo que parecía que íbamos a hacer.

Cuando llegué a la azotea estaba sentada en el borde, desnuda, con la luna y las estrellas de acompañantes en un cielo despejado y un cigarro encendido entre los dedos, le dio una última calada y lo tiró para después acomodarse abriendo las piernas. Esta vez sí me abalancé casi sobre ella y la besé con unas ganas tan primitivas que no llegaban ni a mi mente nublada entre tanta lascivia. Sentí un hormigueo hondo y el calor elevándose con cada beso feroz y caricias al borde de convertirse en arañazos. Estaba enredado entre sus piernas mientras me quitaba bruscamente la ropa, consiguiendo que más de una prenda se me atascara. Las yemas de sus dedos ascendieron por mi nuca hasta agarrarme el cabello, y ahí, me hizo bajar, pasando la nariz por su ombligo en un reguero de besos, dejándome cumplir de una vez por todas la fantasía de devorar cada pedazo de piel que había más allá de sus clavículas, acabando con sus piernas en mis hombros. Lo que no sabía es que cuando subiera me espera algo aun mejor, y apreté con fuerza su cabello cuando bajó y me encontré con la mirada más erótica que se pueda imaginar, la cual tuve que abandonar para echar la cabeza hacia atrás entre hormigueos y escalofríos. Decidimos regresar, desnudos, deteniendonos a devorarnos en cada esquina y pared del edificio, a que la saliva fuera nuestra principal prenda en cada una de las escaleras contra las que un poco más y habríamos dejado huella. De vuelta a su piso el calor latente de nuestros cuerpos se disparó, y ese dormitorio protagonista de desgracias y malas noticias fue el escenario del mejor polvo que se pueda presenciar, en las paredes retumbaron jadeos y gemidos con la única promesa de que si no aprovechabamos ahora quizá no lo haríamos nunca, era por eso que poco importaban las marcas de la piel o cuán destrozadas quedaran las sábanas, aquello era una olla a presión que nos iba sumiendo en una espiral de sensaciones hasta que el ruido y lo que había ante nuestras narices pasaba a segundo plano, eran los instantes en los que todo se tensaba al punto de temblar y antes de estrellarte, la adrenalina bajaba de un tirón para caerte en el colchón. Miré hacia el techo recobrando el aliento, mantecoso del sudor y con la boca áspera. Al mirarla sonreí, como si fueramos complices de un atraco, ella tenía los labios y las mejillas sonrojadas, como una muñeca, y de esa misma manera se acercó y besó mi boca con suavidad, aunque yo sabía que aquellos labios ahora algo hinchados que parecían de cristal mordían como el mejor de los depredadores.
Se levantó para ir al baño, y lo último que ví antes de quedarme dormido fue a Blake desnuda contoneándose de camino allí, obligandome a inclinar las comisuras de mis labios en una sonrisa bobalicona.

La boca me sabía a ganas de más cuando el sol llegó a iluminar los techos de los edificios de la ciudad y los recuerdos de la noche anterior apenas parecían una ensoñación irreal, una fantasía secreta que nunca había ocurrido. Sin embargo, no podían compararse con ese sentimiento de satisfacción y cariño que me embargó al verla dormida pegada a mi, en la paz más absoluta y en la que quizá hubiera sido una noche que recordar cuando las luces de este piso se apaguen y ella se vaya con la maleta directa a la boca del lobo. Acaricié su cabeza revolviéndole el pelo, me estrechó más y siguió durmiendo, alargando todo lo que podía ese ambiente en el que parecía que todo lo malo se había ido.

¡Hola de nuevo! Bueno este capítulo ha sido bastante cof cof pornoso cof cof, de todas maneras, espero que a mis lectores pervertidos les haya gustado. Ya somos 700 como siempre mil gracias
¡nos vemos en el próximo capítulo!
~Sam~

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora