Llegamos, la penumbra inundaba la calle donde se encontraba un edificio de ladrillos ahumados y frente al portal de su casa parapadeaba con debilidad una farola. Blake volvió a ofrecerme su ayuda, estaba muy extraña, empezamos a subir escalón tras escalón, echaba de menos el ascensor, cada paso me dolía en todos los golpes que me habían dado.
Ya en la quinta planta suspiró e introdujo la llave plateada en la cerradura. Me dio un bote el corazón, acababa de entrar en su casa. Era un lugar frío, pequeño y oscuro, las esquinas eran mas negras que esta noche, y los muebles brillaban gracias a la luz de la luna que se asomaba entre las nubes, y algunos detalles rojos que destacaban por ser el unico color vivo de ese hogar.
-No hacía falta... -repito.
Me siento en el sillón del salon y observo el desorden de mi alrededos mientras siento como me va pesando el pecho.
-Gracias -murmuré cabizbajo.
No obtuve respuesta, solo un paño húmedo sobre mi rostro que me provocó un escalofrío y un pinchazo de dolor. Era ella, curando con delicadeza mis heridas, no sabía si estaba soñando. Tenía el labio partido que me proporcionaba un sabor metálico, el ojo morado, miles de moratones además de rasguños y una ceja partida, al menos me había dejado de sangrar la nariz. Coge algodón con alcohol y lo dirige a mis nudillos ensangrentados que palpitan bajo ese líquido, después, a mis palmas raspadas de tanto apoyarlas cada vez que me caía, escocía. Ella las curaba y tocaba mis huesudas manos, como recordando algo.
-No importa -responde al fin.
Va a levantarse y tiro de su brazo para poner alcohol sobre su mejilla que tiene un fino rasguño, como un trazo de sangre. Aprieta los párpados como si le doliera más mi tacto.
-Estoy bien -se aparta con brusquedad -. Dúchate, estás lleno de barro y demacrado y como manches algo vas a limpiarlo con la lengua, puedes llevarte las cosas para las heridas que tengas en el resto del cuerpo -me ordena dirigiéndose a la puerta del fondo que parece ser su cuarto.
-...Ahora voy -contesto débilmente.
-Primera puerta a la izquierda -indica como una sargenta, desde su habitación.
Acato la orden y entro en el baño. Aquí huele solo a la deliciosa y embriagadora colonia de Blake, observo lo que tiene: cremas, maquillaje, toda la gama de pintalabios oscuros, el negro incluido y alguna que otra cosa que no estoy seguro de lo que es. Me quito cuidadosamente la ropa ya que estoy molido y me meto bajo el chorro de agua caliente, lo suficiente para dejar ronchas rojas en mi tez, pero esa sensación me aliviaba. Meditabundo asimilaba lo ocurrido, sentía bochorno al recordarlo. Después, dejé a un lado mis desgracias y me pregunté donde estarían los familiares de la peliblanca. Al salir de la ducha, me asaltó una duda de gran importancia en esos instantes ¿que me iba a poner?
-Emm... Blake no tengo nada que ponerme -dije desde el baño con una toalla enrollada en la cintura.
-Te he dejado algo en la puerta.
Frunzo el ceño, ¿acaso piensa hacerme vestir con ropa de mujer? Abro la puerta con recelo y me encuentro ropa de hombre, más grande que la que ella usa y con el aroma de otro.
-¿Y de quién es esta ropa? -pregunto volviendo al salón con ella puesta.
En cierto modo me incomodaba llevar algo que a saber quien había llevado.
-¿Acaso importa? -inquiere alzando las cejas con un tono de «no voy a decirte nada».
Miro a mi alrededor y cogiendo aire me siento.
-¿Vives sola?
-¿Ves acaso alguien más aparte de mi? -me pregunta como si fuera una obviedad que sí.
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Tras el Humo de su Cigarro [ Finalizada ]
RomansaEl impacto de una mirada puede ser el acto más violento y enganchar a cualquiera a dicha sensación. Tyler no era inmune a ello, y mientras se hundía en asuntos turbulentos pendientes de pago y se desengañaba de la vida, iría detrás de dos ojos gris...