24. Pagando demasiado

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Hace ya tiempo que las cosas ni en mi vida ni en mi cabeza llegan a tener algún sentido. Miraba la puerta como si fuera un muro blindado con cuatro guardias armados hasta los dientes. Quería timbrar, pero temía molestar a Blake, aunque cuando de ella se trataba mi cuerpo respondía mucho antes que mi cabeza y aun preguntándome si debía hacerlo ya estaba escuchando el repelente sonido que indicaba que solo quedaba esperar una respuesta.

Silencio. Y cabezonería. Volví a timbrar, con miedo ya no solo a enfadarla si no a que algo hubiera ocurrido. Silencio otra vez. Repetí el gesto con inquietud y al fin se escuchó el abrir de la puerta. Recorrí a Blake con la mirada: el pelo enmarañado, las cuencas de sus ojos marcadas por las ojeras y un pálido sucio en su rostro indicaban el malestar que tenía. Tragué saliva compungido por su aspecto.

—Quería ver como estabas... —expliqué.

Ella se percata de la manera en la que la estoy mirando y agacha la cabeza haciéndose a un lado. Nos sentamos en el sillón entre el desorden y todo lo empaquetado para la mudanza.

—Odio no saber que va a pasar —comenta con las piernas encogidas contra su pecho mientras se enciende un cigarro.

La miro de reojo, es una muñeca rota y llena de grietas, demasiado maltratada para mostrar ese lado tan bonito que le han destruido.

—A mí tampoco me gusta —murmuro.

Apoya los brazos sobre sus rodillas y mirando al frente entristecida da una calada.

—Tengo miedo, Tyler —susurra con la voz ahogada.

Nuestros ojos se encuentran, con las pupilas temblando. Trata de mantenerse fría pero rodeo sus hombros con mi brazo y ella se apoya sobre mi pecho dejando el cigarrillo consumirse en el cenicero. La presiono contra mí ya que no encuentro ninguna frase de ánimo que vaya a servir para calmar ese dolor tan agudo e intenso que la invade.

—Voy a estar aquí, puedes llamarme siempre que quieras, venir a mi casa y cualquiera cosa que necesites. Lo que sea, Blake —le digo mientras ella se encoge todavía más.

Me mira y le brilla la mirada, no sé si por la manera de latirle el corazón o por las lágrimas que no piensa derramar.

—Podría haberme quedado toda la vida estancada en aquella noche en la que por si era la última, hicimos probablemente lo que sentíamos y queríamos, olvidándonos de como repercutiría al día siguiente —confiesa mostrando una pequeña sonrisa que no le llega a los ojos algo avergonzada.

—Yo también y quizá aun podamos parar el tiempo un ratito —le dije en voz baja y tomé su rostro acercándome.

Cogió mi cara con ambas manos y nos besamos, no me cansaría nunca de estar en el filo de sus húmedos labios.

—¿De verdad... Aún te apetece ser un imbécil? —murmura.

—No he estado tan seguro de algo en mi vida —contesto con firmeza.

Niega con la cabeza separándose.

—No tienes caso.

—Ve mañana a clase y nos vemos después del recreo —le dije sosteniéndole la mirada con la esperanza de una respuesta afirmativa.

—Está bien.

Sonreí.

Me había saltado el castigo para venir a verla y el poco rato que estuve me bastó para hacerme un nudo en la garganta al recordar lo de Rebeca, aquella situación me mareaba a todos los niveles, sabía a quien quería, pero no tenía claro si ya había dejado de querer. Cuando llegué a casa las sábanas se me enroscaron al punto de ahorcarme y cortarme la circulación, seseandome tan cerca que temía que me mordieran, envenenandome de recuerdos que reflejaban emociones cada vez más confusas.

Tras el Humo de su Cigarro  [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora