Soy Su Sumisa

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Nerviosa, así me sentía. ¿De qué se suponía que quería hablar conmigo? O ¿A dónde iríamos? La verdad, los nervios me comían viva, no sabía exactamente a qué horas nos iríamos, pero de todas formas me levanté justo a las ocho y media. Me duché por un tiempo considerable como para terminar mis hábitos de limpieza. El jabón con olor a almendras me encantaba y dejaba mi piel suave.

Después de colocarme mi ropa interior, busqué en mi armario una falda negra, una camisa color crema de mangas hasta los codos y unas zapatillas, también, color crema. No solía maquillarme, pero quería verme bien. Después de todo, saldría con Jack, y eso de por si me ponía nerviosa. Apliqué un poco de polvo en el rostro, delineador negro por encima de la línea de las pestañas, máscara de pestañas y una labia rosa pálido mate.

Me preparé un sándwich de jamón y queso, lo calenté para que el queso se derritiera, y me serví café. No tenía tanta hambre, así que no me hice más. Al terminar, volví a mi habitación, me lave mis dientes y volví a aplicar de aquel labial rosa. De pronto, alguien entró en mi habitación.

— Elsa, el señor Jackson te solicita en su habitación — avisó Grace. Una de mis compañeras de trabajo.

— Enseguida voy, gracias.

Ella salió.

Mis nervios afloraron de nuevo. Tranquila, Elsa, solo van a salir. Tenía que tranquilizarme y así lo hice. Respiré profundo y me obligué a tragarme mis nervios. Caminé por los pasillos hasta llegar a su puerta y tocar tres veces. La puerta se abrió dejando ver al galante y atractivo Jackson Frost, luciendo unos vaqueros y una camisa de lino con las mangas dobladas hasta los codos y un refinado calzado italiano.

— Vaya, estás lista. Te ves bien.

Y como era de esperarse, me sonrojé por aquel cumplido.

— Gracias.

— Bien, andando.

Salimos de la mansión con la pesada mirada de los señores de la casa y algunas de servidumbre. Era seguro que sería el chisme del día. Me sentía ansiosa y nerviosa, no por salir, si no por tenerlo a mi lado. Él me ponía muy nerviosa.

— ¿A dónde vamos? — pregunté cautelosa.

— Rose Garden, es un parque privado. Te gustara.

— ¿Y qué es lo que quiere hablar conmigo? — pregunté retorciendo la tela de mi camisa sintiéndome nerviosa.

— Se paciente.

Y ya no dijo más, ninguno, de hecho. ¿Que podría interesarme viniendo de él? Jamás me importó el dinero, si es que era eso. Mi mente viajó por tantos lugares tratando de encontrar algo que sea de mi interés proviniendo de él... Nada, no se me ocurría nada.

Llegamos a un gran portón, que como decoración, tenía rosas formadas con el metal. Jack habló algo que no escuché por el parlante de la entrada y le dieron acceso rápido. Al llegar frente a un rosal, bajamos del auto y otra persona se lo llevó para estacionarlo.

— Vamos — hizo un gesto con su cabeza y caminé junto a él.

El lugar estaba totalmente precioso. Las rosas perfumaban el lugar y la brisa era fresca. Habían rosas de varios colores y tamaños. Habían fuentes y varios ríos artificiales a sus alrededores. Los senderos tenían arcos hechos con los árboles y daban la sensación de que se formaba un túnel, y las bancas y pequeños quioscos como los de la mansión le daban un toque excepcionalmente hermoso.

Caminamos por un rato hasta llegar a un lugar donde se podía ver todo aquel rosal y la brisa se sentía mucho más helada. Nos sentamos en las bancas de un quiosco.