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Me dio una versión muy convincente de lo sucedido, de lo enojado que se encontraba por el hecho de verla ahí como sí nada pidiéndole volver a intentarlo. Se negó, dijo que no quería nada con ella. Que ella comenzó a ponerse sumisa ante él y fue ahí donde ella lo besó. Mientras me contaba todo eso, yo me estaba adaptando al agua, me estaba acomodando ante el calor que su cuerpo le transmitía al mío. Observaba como la camisa mojada a su cuerpo y su cabello su frente, como sus piernas se aferraban a las mías para no dejarme escapar.

Todo lo que me decía... sí, era creíble. Le creía... confiaba en él. No obstante, ¿podía seguir confiando en alguien que, en algo tan simple, no confió en mí? Las cosas no funcionaban de esa manera.

Inició a detenerse en la última parte, no entendía nada de lo que trataba de decirme — ¿Y? — cuestioné alzando una ceja — ¿qué hizo que te enojaras de nuevo?

Miró hacia otro lado — ¿Recuerdas hace cuatro años cuando apenas tenías diecisiete y me pediste tutoría?

Mis mejillas ardieron en cuanto comencé a recordar — Sí... lo recuerdo.

— En ese momento yo estaba con ella, le comenté eso por error y comenzó a burlarse de ti.

— ¿De qué forma?

— No importa lo que dijo — frunció un poco su entrecejo.

Ladee mi cabeza — Me importa a mí.

Rodó los ojos — El hecho de que fueras sirvienta le daba gracia, y que ella mencionara cosas sobre ti me puso furioso... yo...

— ¿Tu, qué? — inquirí al momento que comenzó a detenerse.

— No importa... Elsa, sé que debí decirte que iría a verme con ella. Pero no quise decírtelo porque no pensé que fuera necesario.

La rabia que sentía al principio disminuyó exageradamente al escuchar todo lo que decía. Empecé a presenciar de nuevo el nudo en mi garganta — Creí que... que sentías algo por ella que por mí no. Todos somos reemplazables.

— Todos menos tú.

Quería gritarle que no debía hacerme sentir así cuando había estado tan furiosa con él.

— ¿Qué piensas?

— En que te detesto — gruñí luchando contra todos los sentimientos que me oprimían el pecho — Tú haces que yo sea sincera contigo todo el tiempo, y lo soy porque no me cuesta serlo y me gusta. Sin embargo, tú no lo eres. No eres sincero conmigo y te detesto por no decir nada, te detesto por hacerme esto.

— ¡Malditamente no he hecho nada! — vociferó golpeando la orilla de cerámica con la palma de su mano, otro gesto de exasperación a mí — ¡Te he explicado todo Elsa! ¡¿Qué más quieres de mí?!

Exploté — ¡Lo quiero todo! — grité de vuelta. Él me exigía, yo también debía hacerlo. Por primera vez quería exigirle lo que en realidad necesitaba. Estruje su camisa entre mis puños apretados — ¡Dime que me quieres! ¡dime que malditamente sientes algo por mí! ¡voy a volverme loca si escondes todo lo que sientes por mí! ¿por qué lo haces? ¿por qué escondes tus sentimientos de mí?

Su rostro parecía bloqueado, como si nada bueno podría salir de su boca si intentara hablar. Y sí, no dijo nada más que una tontería — No... es difícil de decirlo para mí, ¿entiendes?... Apenas llevamos cuatro meses.

Ahora yo cerré mis ojos fuertemente dejando que mis lágrimas cayeran libres por mis mejillas rojas y calientes — Eso no suena muy lógico para mí. Lo dices como si... olvídalo.

— Elsa... — acarició mis mejillas heladas — ya antes me dejaron por hacer lo que dices, no quiero arriesgarme contigo. Eres mi muñeca y mi Elsa, eso no va a cambiar a menos que tú quieras que eso pase. Sabes que no estás obligada a ser algo que no quieres.

Soy Su SumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora