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Le sonreía con timidez al ver el desastre que había provocado por culpa mía — Hola... lo siento por este desastre.

— ¡Nah! No te preocupes, es solo un poco de salsa.

Salsa que se veía terriblemente deliciosa... tenía hambre, definitivamente, tenía mucha hambre.

Ladeó su cabeza sonriendo burlonamente — ¿Sales a correr a esta hora? Estás hecha un desastre.

— Gracias Eugene, es lo que toda mujer desea escuchar — suspiré pasando mi mano por la mata de cabello para ordenarlo un poco, pero claramente no era algo que solo podía arreglar pasando mi mano por mis cabellos enredados.

— Oye, no te veo muy seguido en la universidad. ¿Trabajas? — preguntó poniendo la olla con salsa sobre una mesa de madera.

— No... — entrelacé mis brazos bajo mi pecho y encogí mis hombros sin darle mucha importancia. Porque en realidad no era de relevancia — Aunque no niego que a veces extraño trabajar.

Mi estómago hizo un ruido completamente penoso, que se ocultó gracias al constante ruido del parque. Tenía mucha hambre.

— ¿Por qué no trabajas conmigo? Necesitamos a una chica más en el restaurante de la séptima avenida llegando a Times Square— ofreció cortésmente, mostrando esa sonrisa que presumía demasiado. Recordaba eso.

Entrecerré mis ojos y sonreí involuntariamente cómplice — No hagas eso.

Enarcó una ceja orgullosa levantando un poco su barbilla — ¿Qué cosa?

— ¡Eso! — me reí, sinceramente y sin vergüenza — Conozco esa sonrisa a la perfección. Incluso Merida caía ante eso.

— Es mi arma mortal — bufó egocéntricamente divertido, luego simplemente se encogió de hombros — Sería genial trabajar juntos, piénsalo... a menos que lo hagas por tu pareja.

Casi instantáneamente mi sonrisa se borró, dejando solo lo que sería un fantasma de ella. Negué con la cabeza ligeramente, no queriendo meterlo en el tema — Nada de eso... voy a pensarlo, ¿sí? Debo volver a casa.

Tomó mi brazo delicadamente, removiendo su peso a otro pie me dijo — Es un poco tarde para que vuelvas tu sola, Elsa.

— No creo que sea tan tarde. Puedo volver sola.

— Son las siete y media, Elsa — un tono áspero y serio salió de sus labios, como el de un hermano mayor regañándome. Bueno, al menos suponía que así sería. — Te llevaré a casa.

Comencé a ponerme incómoda — Tú estás trabajando.

— No me interesa, ¿sabes cuantas chicas desaparecen todos los días? — negó con la cabeza, probablemente pensando lo peor — Vamos, voy a llegarte a casa.

Respiré profundamente, accidentalmente llevando los exquisitos olores dulces y salados del alrededor. Mi estómago gruñó más fuerte — Puedo ir sola, Eugene. Sé cuidar de mí...

— ¿Tienes hambre? — preguntó mirando en dirección a mi estomagó, su mirada castaña volvió a mi rostro enrojecido vergonzosamente — ¿Por qué no comes algo antes? Yo invito.

Demonios, y yo en serio solo quería llegar a casa. No ignoraba que la oferta de Eugene era algo que principalmente mi estómago no deseaba rechazar, muy tarde me di cuenta que no llevaba teléfono, que no avisé a ninguno de ellos cuando regresaba. No había ninguna señal de Aster, pero apostaba que me buscaba. Y Tiana... posiblemente ya había llamado a Jack. Y por muy cabreada que estuviera con él, no merecía preocuparse de esa manera. Solo esperaba que Tiana no lo llamara.

Soy Su SumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora