XXXIX

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**Vi Lexington**


"Te amaré hasta el final,

Esperaría por un millón de años,

Promete que recordarás que eres mío,

Amor, ¿puedes ver a través de las lágrimas?"

"Blue jeans", Lana del Rey.


Pasan pocos minutos, cuando decido levantarme de mi cama, quitarme el rímel corrido por el llanto, animarme a vestirme mejor que otros días, y a maquillar mi rostro con mayor entusiasmo que nunca.

Acomodo mi cabello en una coleta, me pongo una chaqueta y decido volver a llamar a Adam.

El tono de la llamada es casi interminable, hasta que por fin contesta.

—Adam...

—No quiero problemas, Vi...

—Quería pedirte una disculpa, es solo que...

—Mira, lo que tengo que decirte es importante, y lo sabes, pero no quiero sonar como un gallina, pero Joe es intimidante.

—Lo sé, yo...

—Sé que no me harás caso, pero, si te grita, si te ha llegado a empujar un poco si quiera, si te falta al respeto, el amor que tienes por él, no justifica que pueda tratarte como el quiera...

Me quedo callada, era la primera vez que alguien me decía eso, era la primera persona que me había hablado de una manera tan cruda, que la sorpresa me había dejado pasmada.

—Sé que lo quieres Vi... Pero el modo en el que habla, me hace pensar que quiere hacerse sentir tu dueño.

—Adam... —lo interrumpo.

—Nos podemos ver en media hora en el café que está cerca de la escuela, ¿te parece? —asiento aunque no puede verme.

—S-Sí.

—Bueno, nos vemos en un rato.

Camino tranquila a la parada en el autobús, mis audífonos bloquean casi todo el ruido de la ciudad, sin querer, pequeñas lagrimas se deslizan por mis mejillas.

Las limpio antes de que alguien me observe, es entonces cuando hago acopio de que el autobús está frente a mí.


Al llegar a la cafetería, me apresuro a entrar, al ver a Adam sentado en la mesa junto a la ventana, lo saludo con una gran sonrisa y noto que su rostro demuestra que está preocupado.

—¿Estás bien? —murmura.

—Claro, ¿por qué la pregunta? —susurro.

—Tienes los ojos más rojos que nunca, al igual que la punta de tu nariz.

—Es que, creo que tengo una alergi...

—No mientas —pide.

Me quedo callada en mi lugar.

—¿Qué era lo que querías decirme? —levanto la vista.

—¿Qué planean ordenar? —una mesera de aparentemente nuestra edad, nos muestra una sonrisa blanca.

—Un capuccino, y...

—Que sean dos —susurro.

—¿Para acompañar? —pregunta.

Eres hermosa para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora