XXXIII

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**Joe Joauven**


"Ayuda,

Lo he hecho de nuevo,

He estado aquí

Muchas veces antes..."

"Breath me.", Sia.


En el equipo habían comentado que iba a haber una fiesta este día, ya me habían invitado más de diez veces, pero la idea no me motivaba tanto, porque dicha fiesta tenía lugar en una de las fraternidades de mujeres.

Y ya me había acostado con casi media fraternidad de ahí.

Sin importarme mi situación, conduzco hasta ese vecindario y estaciono mi vehículo a unas cuantas casas lejanas.

Camino tranquilo hasta la construcción, donde recibe una chica con una diminuta falda, una cinta rodeando su cuerpo, como las típicas que dan en los concursos de belleza y su cabello rojo teñido sobre sus hombros.

—Hola, Joe —me dice.

Me paso de largo y tomo un vaso rojo de la barra, sirvo un poco de Jack Daniel's, y me encamino a la sala principal, donde todos los de el equipo bailan con las chicas; antes hubiese ido con cualquiera que se me hiciera aceptable, la hubiera convencido de encerrarnos un rato en un cuarto, pero por ahora no es lo que quiero.

Me recargo en la pared y reviso si mi móvil tiene alguna llamada de Vi, pero nada, no me extraña.

—Hola —la terrible voz que no esperaba escuchar me desconcentra.

—¿Qué tal, Kendall? —suspiro.

—¿No ha venido tu novia? —estudia el lugar tratando de encontrarla.

—La dejé en casa —camino hacia la barra a servirme otro vaso cargado y me lo tomo de dos tragos.

—¡Woah!, hace mucho que no te veía beber de ese modo.

—¿Qué se te ofrece? —digo exasperado.

—Quiero hacerte compañía, platicar un rato.

—Vale...


Los vasos se convierten en botellas, Kendall ríe sentada en mi regazo, mientras nos burlamos de los chicos del grupo de ajedrez bailando con las chicas de la fraternidad.

—Míralo —dice en mi oído.

La separo levemente de mi cuerpo, al sentir que quiere acariciar mi muslo.

—Kendall... —me mira traviesa.

—Hay que pasarla bien un rato —ofrece.

—No —me levanto del sillón y casi tropiezo con la alfombra.

Estoy ebrio, las luces cada vez son más lentas y la música ni se diga.

—Anda, vamos arriba —acaricia mi brazo.

—Déjalo en paz, Kendall —su mano se desliza al cierre de mi pantalón y da un ligero apretón.

—¿No recuerdas lo bien que lo pasamos? —asiento con la cabeza.

—Sube a una habitación, te alcanzo allá...

Sin decir una palabra, la veo alejarse y subir las escaleras.

Eres hermosa para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora