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Ángela se puso en pie de inmediato, tomó el coche de Alex y a Carolina de la mano y fue al encuentro con su amiga.

—No lo puedo creer —susurró Eloísa, que parecía en shock—. ¡Es él! Es él, ¿verdad?

—Se parece demasiado —susurró Ángela.

—¿Qué... qué voy a hacer? —preguntó Eloísa sintiendo que entraba en pánico—. Dios, Angie...

—Primero, cálmate —le pidió Ángela quitándole de las manos la bandeja con comida. Carolina ya estaba preguntando por su perrito caliente, y allí de pie, estaban llamando mucho la atención.

Por el rabillo del ojo, Ángela vio que Camilo Mendoza miraba hacia ellas, así que apoyó la bandeja en otra mesa desocupada y movió a Carolina, el coche de Alex y también a Eloísa hacia ella.

Eloísa tenía sus ojos muy abiertos y miraba la mesa en la que ahora estaban sintiéndose un poco perdida. Nunca se había imaginado que volvería a verlo. Jamás pensó que tendría la oportunidad de confrontarlo, de reclamarle de... Pero no era capaz, no podía ni organizar bien sus pensamientos, mucho menos podía ir hacia donde él estaba para gritarle y ponerlo en su lugar.

Era una cobarde, después de todo.

—Eli...

—Vámonos de aquí —le pidió a su amiga, que le había tomado una mano y ahora la apretaba entre las suyas mordiéndose los labios y mirándola con preocupación—. Angie, vámonos...

—¿Tú... vas a... huir de él? —El tono incrédulo de Ángela fue como una bofetada para Eloísa, que la miró fijamente, y de repente, la voz de Mateo se coló en sus pensamientos. "Eres fuerte", había dicho él por teléfono. "Eres confiable".

Lo que le había sucedido había sido horrible, capaz de socavar la autoconfianza de una niña de diecisiete años, pero de eso hacía ya bastante tiempo. Ahora ella era diferente, había vivido muchas cosas, había visto mundo, conocía a los hombres... Ahora ella era fuerte.

Respiró profundo sintiendo que los latidos de su corazón recobraban el ritmo normal, que su respiración volvía a acompasarse y que ya no le temblaban las manos. Ahora soy fuerte, se repitió. Soy guapa, inteligente y fuerte.

—¡Wow! No lo puedo creer —dijo la voz de Camilo Mendoza sentándose en la silla que quedaba vacía en la mesa, y Eloísa lo miró con sus ojos como platos, lo mismo que Ángela, que incluso puso su mano sobre el hombro de Carolina, que ya daba cuenta de su perro caliente ignorando lo que pasaba con los mayores—. Sabía que te conocía —sonrió Camilo mirando a Eloísa con una enorme sonrisa—. Apenas te vi, me dije: a esa chica la conozco. Estás... estás...

—¿Te conozco? —preguntó Eloísa, lo que terminó de sorprender a Ángela, que abrió sus labios como si la hubiesen dejado sin aire. Eloísa miraba a Camilo frunciendo un poco el ceño y ladeando su cabeza de manera interrogante, lo que desconcertó un poco al tipo musculoso y de camiseta ajustada que estaba entre ellas.

—Ay, vamos, Elo, —sonrió el hombre en tono incrédulo— soy yo, Camilo. ¿No me recuerdas?

—No, la verdad, no. Y mis amigos me llaman Eli, no Elo—. Camilo se echó a reír y miró a Ángela. Al instante su expresión cambió, era como si se avergonzara de algo, porque se rascó detrás de su oreja y sonrió tímido. Eloísa lo miró con ojos entrecerrados reconociendo esa expresión; había encontrado atractiva a Ángela y de inmediato había adoptado el papel que siempre usaba para conquistar a una mujer. En el pasado había sido así, tímido, hasta un poco torpe tropezándose con cosas para ganarse su confianza, para que empezara a sentirse cómoda con él. Y tal vez le seguía funcionando esa estrategia con las mujeres hoy en día, porque la seguía usando.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora