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Mateo entró a una pequeña sala en la que únicamente había una mesa metálica con sus dos sillas a juego. Parecía, más bien, una sala de interrogatorios, sólo faltaba el espejo tras el cual se esconderían los que analizaban las respuestas y las grababan. No había ventanas, ni un solo cuadro, sino una tristísima pintura color crema en la pared que parecía necesitar un retoque desde hacía treinta años.

Mateo se quedó de pie hasta que la puerta se abrió y entró Julio Vega. Parecía que llevaba varios días sin afeitarse, y Mateo notó que tenía canas en la barba. Su cabello oscuro no iba tan prolijo como siempre, y tenía la camisa por fuera del pantalón. Sin embargo, y a pesar de su apariencia, él parecía fuerte, despierto, y, cuando lo vio, sonrió de medio lado un tanto sorprendido.

—No me lo creí cuando me lo dijeron —le dijo, y Mateo hizo una mueca.

—Quería... ver cómo estaba.

—¿Te preocupas por el asesino de tu madre? —Mateo tragó saliva ante esas palabras.

—Me preocupo por el padre de mi esposa.

—Eres un gran hombre. No cabe duda. Capaz de entresacar lo bueno entre tanta mierda —Julio caminó hacia la mesa, movió una de las sillas y se dejó caer en ella.

—¿Cómo está mi hija?

—Está en Trinidad —contestó Mateo sentándose frente a él. Julio movió su cabeza asintiendo, mostrando que ya lo sabía.

—Sigue enfadada —murmuró—. Ella es un tanto rencorosa... creo que no me perdonará jamás.

—Yo no lo creo así. En algún momento vendrá a verlo.

—No. De todos modos, no quiero que se exponga a sí misma o al bebé a estos sitios. No es una celda de verdad, pero tampoco es muy salubre. Dejemos las cosas así, al menos... mientras nace el bebé...

—La otra semana vendrá a hacerse unos exámenes... —Mateo respiró profundo. Decirle que Eloísa estaría en la ciudad no ayudaba mucho, porque, de todos modos, no vendría a verlo.

—Te pediría que por favor hables con ella... pero no tengo derecho. Y la conozco... nada le hará cambiar de idea.

—Estamos investigando, señor Vega.

—Sí, yo también he seguido investigando, pero creo que no hay mucho más que escarbar... Estoy hasta el cuello en el asunto, hay pruebas que muestran que efectivamente Leonardo Cortés trabajaba para mí, y en caso de que logre salvarme de esta, estaré vinculado a otros casos... Se acabó para mí —Mateo guardó silencio deseando poder darle una esperanza, pero era verdad. Los detalles que estaban saliendo a la luz últimamente no lo ayudaban mucho, y cada vez le costaba más pensar en aquella corazonada que su padre había tenido. Era como si del cielo estuvieran lloviendo las pruebas que por años y años estuvieron ocultas y perdidas. Todo apuntaba a Julio Vega.

—¿A quién protegían en esa época? —le preguntó Mateo—. Escobar ya estaba muerto.

—Pero había muchísima gente viva que prefería morir a pagar condena en Estados Unidos.

—Sí, ese era el lema de "Los extraditables".

—Y tenían mucho, muchísimo dinero. Compraron a más del noventa por ciento de los políticos del país. Yo era un subordinado, me comentaron la situación; el senador Millán, para el que trabajaba entonces, estaba tan metido en la mierda como cualquiera...

—Intentaba proteger sus intereses.

—Y los míos propios —admitió Julio encogiéndose de hombros, y Mateo apretó los dientes.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora