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—Hay gente fumando —se quejó Mateo mirando en derredor al interior del bar donde entraba con Eloísa tomada de la mano—. Debimos escoger otro lugar.

Era cierto, pensó Eloísa mirando las volutas de humo que se elevaban desde diferentes lugares. Había bastante humo y eso no era bueno para el bebé. Sin embargo, siguieron andando.

Se habían citado aquí con Juan José, Ángela, Ana, Carlos y Fabián para celebrar el reencuentro de la pareja, que estaban juntos otra vez, la primera ecografía, o cualquier otra cosa que sirviera de excusa para reunirse y tomarse unos pocos tragos, buena comida, buen ambiente y buena conversación. Eran familia, aunque pocos compartieran sangre, y se preocupaban por estrechar los lazos siempre que podían.

Entraron a un reservado donde se leía claramente que el ambiente estaba libre de humo. Al parecer, Juan José se había asegurado de que su esposa embarazada también estuviera en un lugar sin contaminación.

La pareja entró y se encaminó a la mesa donde estaban los demás. Eloísa sonreía de oreja a oreja y Juan José se puso en pie para abrazar a su amigo con palmadas en la espalda.

—¡Se acabó la miseria de Mateo! —exclamó Carlos elevando una copa, y los demás se echaron a reír.

—Si sabrás tú qué es la miseria.

—Creo que todos los hombres en esta mesa sabemos qué es la miseria.

—No me incluyas —dijo Fabián haciendo un gesto muy esnob, elevando su ceja y el mentón. Carlos sonrió poniéndole una mano en el hombro.

—Sí lo sabes. En este momento lo eres —Fabián lo miró con ojos entrecerrados ignorando el gesto de burla que los demás habían hecho.

—Me alegra mucho, mucho verlos juntos otra vez —aseguró Ana con una sonrisa—. Si me hubiesen preguntado, les habría dicho que separarse no era la mejor opción.

—Nunca lo es —la secundó Juan José—. Separarse nunca es lo mejor. Si hay que luchar, se hace juntos.

—¡Los expertos del amor! —exclamó Fabián poniendo sus palmas hacia el cielo.

—¿Por qué no trajiste a alguien? —Le preguntó Mateo sentándose a su lado luego de asegurarse de que Eloísa estaba cómoda—. Así no habrías sido el único sin pareja.

—¿Traer a una amiga para que se asuste de ustedes y salga corriendo? ¿Soy tonto? —Juan José soltó la carcajada.

En el momento, un mesero se acercó, y entre enredos, indecisiones y demás, logró tomarles el pedido. Las parejitas aprovecharon el barullo, algunas para susurrarse cosas, otras para robarse besitos. Fabián se cruzó de brazos, hablando con el que le diera turno, y se dio cuenta de que Ángela lo miraba fijamente.

—¿No han notado que Fabián no nos presenta ni a sus novias ocasionales, ni nada? Siempre viene solo, y yo no creo que no ande con mujeres. ¿Por qué no nos has presentado nunca a ninguna? —preguntó ella intrigada.

—Eso nunca se hace, cariño —le contestó Juan José calmando su risa—. Ellas podrían creer que tienes intenciones serias.

—¿Por salir con los amigos de él?

—Es que, en este caso, los amigos de Fabián son su familia —observó Mateo—. Así que...

—Déjenme en paz —pidió Fabián, y se giró a Mateo—. Hablemos de ti y tu vida privada, mejor.

—Excelente. ¿Qué quieres saber? —Fabián miró a Eloísa.

—¿Es bueno en la cama? —todos soltaron la risa, y Eloísa se quedó como si de verdad se pensara la respuesta.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora