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Eloísa vio llegar a Fabián y a Mateo y sintió que al fin respiraba tranquila, como si antes no hubiese podido hacerlo. Saludó a Fabián con un beso en la mejilla y a Mateo con uno en los labios... Lo había extrañado, y sólo habían estado separados unas pocas horas.

—¿Por qué no contestabas mis llamadas? —le reclamó Ana a Fabián acercándosele y con las manos en la cintura.

—Ah, perdona —le contestó él sonriente—. Se me descargó el teléfono y no me di cuenta.

—Qué mentira —susurró Ana entrecerrando sus ojos. Fabián sólo sonrió esquivo.

—¿Qué hay aquí, alguien está de cumpleaños?

—Estamos celebrando lo fértil que es mi hermanito —contestó Carlos encogiéndose de hombres. Él y Juan José ya se habían duchado y ahora lucían su ropa casual—. Ha embarazado por tercera vez a su mujer.

—¿De verdad? —exclamó Fabián sonriendo, y caminó a abrazar a Ángela. Juan José lo miró ceñudo.

—¿Por qué todos corren a besarla y a abrazarla a ella? ¿Y yo qué? ¡Hice el cincuenta por ciento del trabajo!

—No seas envidioso —lo regañó Ángela—. Yo soy la que tendré que llevarla dentro de mí por nueve meses y luego parirla, así que deja que me besen.

—¿Crees que sea una niña? —le preguntó Juan José en un susurro, y Ángela asintió sonriendo.

—Ana ya la vio en un sueño

—Oh, ¿de verdad?

—Sólo sé que será preciosa—. Sin pérdida de tiempo, Juan José se inclinó a ella y la besó profundamente, hasta que los demás tuvieron que carraspear y llamar su atención para que recordara que había gente presente.

Todos cenaron en casa de los Soler. A pesar de que el plan inicial de Mateo era llevar a Eloísa a comer en algún sitio agradable, estar aquí también se sentía bien, así que decidieron acompañar al resto de gente. Por otro lado, no creía correcto haber traído a Fabián para luego él largarse con su novia a otro sitio.

Fabián era consciente del esfuerzo que estaba poniendo su amigo en mejorar su ánimo, así que puso un poco de su parte y dejó de autocompadecerse. Desde anoche, a su mente sólo habían estado llegando pensamientos un poco negativos acerca de sí mismo y su futuro, pero decidió pensar en que no importaba qué, él era un hombre afortunado. Cualquiera que tuviera unos amigos que se preocuparan por él tal y como lo habían hecho Mateo y Ana, era afortunado.

—Tengo ganas de halarte esas orejas —lo regañó Ana en cuanto lo tuvo cerca otra vez y estuvieron un poco a solas. Él estaba ayudando a llevar platos y Ana organizaba la cocina, a pesar de que había personal que se encargaba de eso.

Fabián sonrió al escucharla.

—Perdóname. De verdad que no me di cuenta de que el celular...

—A mí no me mientas, Fabián —le recriminó ella mirándolo con cara de pocos amigos. Fabián respiró profundo.

—Lo siento —dijo, y no añadió nada más.

—Sé que... Fabián, sé que lo que te voy a decir es un poco incómodo, pero... digamos...

—Sólo escúpelo.

—Vale. Es que conozco a una chica que haría una excelente pareja contigo.

—¿Me vas a buscar novia?

—No, espera...

—Soy perfectamente capaz de encontrar una chica por mí mismo —Ana lo miró de reojo como desmintiendo sus palabras—. Sé que ahora no parece así, pero no te preocupes tanto. Apenas tengo treinta años, no es como que me va a dejar el tren o algo así.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora