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Mateo miraba al techo de su habitación. Todavía no se lo podía creer, pero era tan cierto como que a su lado estaba el cuerpo cálido de su esposa que se acurrucaba contra él. Había visto el papel del resultado de la prueba de Eloísa, y ésta decía que, efectivamente, su mujer estaba embarazada. Había sido un poco pronto, si se ponía a analizar; él hubiese querido tener unos meses más con ella para seguir viajando y disfrutar, pero los planes habían sido un poco cambiados, y no por eso estaba menos feliz.

Diablos, iba a ser papá. Y no había visto a esa cosita que crecía en el vientre de Eli ni una vez, y probablemente era más pequeño que una pulga, pero ya lo amaba y ya se sentía dispuesto a dejarlo y darlo todo por él. Comprendía a Juan José, comprendía a su propio padre.

En la época en que estuvo en el hospital, acostado en esa cama, triste, reviviendo a cada momento la terrible escena en la que perdiera a su madre, su consuelo había sido ver que allí estaba su padre, silencioso, triste, apagado, pero ahí.

Sólo se había ausentado el día del funeral, y aun después de eso, había ido a verlo otra vez para hacerle compañía.

Lo entendía, ya tenía a alguien a quien amar de esa manera.

Hoy, más que nunca, tenía que hallar al verdadero culpable, y rogar con lágrimas de sangre que no fuera Julio Vega. Había demasiado en juego; no sólo eran Eloísa y él ahora, estaba ese pequeñito que dependería por completo de las decisiones de sus padres.

Cerró sus ojos sintiendo que su corazón le dolía un poco, pero no pudo poner en palabras su oración. De todos modos, decían que Dios conocía los corazones. Seguramente, Él sabía qué quería pedirle aun antes de que lo dijera.

—¿Cómo se lo vamos a decir a tu papá? —preguntó Eloísa con voz queda, y sorprendió un poco a Mateo, pues creyó que ya estaba dormida.

Analizando su pregunta, Mateo respiró profundo.

—No lo sé. Lo va a impactar un poco, pero no podremos ocultárselo.

—¿Crees que... debamos ir los dos y contarle?

—No. Creo que lo mejor será que yo lo haga.

—Tengo que contárselo a mamá —sonrió Eloísa—. Se va a poner feliz. Ya tiene un nieto, pero él está muy lejos y no puede disfrutarlo. Se va a emocionar mucho... lo mismo que papá—. Julio Vega era un tema sensible entre los dos, así que Eloísa siguió hablando—. Y también tengo que contárselo a Angie y Ana. Se van a volver locas. No se lo van a creer.

—¿Por qué no?

—Bueno, es que no creo que me imaginen a mí de mamá. Dios, ni yo misma me lo imagino. Sigo en shock —Mateo sonrió y se movió un poco en la cama para mirarla al rostro.

—Serás una excelente mamá.

—¿Cómo puedes saberlo?

—Porque te conozco, y eres una luchadora. Lo das todo por las personas que amas... Ese bebé va ser afortunado —ella le tomó el rostro entre las manos y lo acercó para besarlo, emocionada por sus palabras.


Diego recibió en su oficina a Edgardo Casablanca. Había venido sin cita para entrevistarse con él. No lo había llamado antes, de ser así, le habría propuesto ir a algún sitio y tomar alguna bebida, pero ya estaba aquí, así que debía recibirlo.

Esther lo anunció, y luego de ofrecerles alguna bebida, se dio la media vuelta para seguir en sus quehaceres. Diego hizo nota mental de hablar pronto con su secretaria, algo había pasado la noche que él se había emborrachado que hacía que ella se comportara así.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora