...24...

39.4K 4.6K 606
                                    

Mateo llegó al café bar de un club privado. Había entrado como invitado, pues no era el mismo club donde él tenía membresía, y miró en derredor buscando a su suegro.

Era un sitio bastante antiguo y con renombre, y en este lugar en especial, mucho tiempo atrás, sólo se les permitía la entrada a los hombres, así que el ambiente era una mezcla de austeridad y simpleza. Paneles de madera caoba, muebles de cuero, butacas de madera y un leve olor a tabaco y pino. Tiempo después, las mujeres habían conseguido entrar al lugar, pero conservaba ese aire antiguo de los clubes para caballeros.

Mateo vio a Julio Vega en un reservado y caminó con paso vacilante hacia él. Todavía dudaba de lo sensato de su idea, y aún podía arrepentirse, pero eso lo haría quedar como un cobarde, o mínimo, como alguien sin palabra, así que decidió afrontarlo.

Había conseguido comunicarse con él. Julio Vega le había pedido verse en un sitio discreto, y para no despertar las sospechas de su padre, Mateo había decidido que fuera luego de su horario de trabajo. Había llamado a Eloísa diciéndole que llegaría un poco tarde y simplemente fue al encuentro de Julio Vega. No quería que ella supiera nada todavía, esto era un asunto que prefería resolver por su cuenta; no deseaba que ella se hiciera esperanzas. Esto podía salir muy bien, pero también podía salir de una manera nefasta.

—Señor Vega —saludó Mateo acercándose a la mesa. Julio extendió su mano y se puso en pie sonriendo.

—Viniste.

—¿Lo dudaba? —Julio se encogió de hombros.

—Pero no te habría culpado si me dejabas esperando. Entiendo que es una decisión difícil esta que has tomado hoy, pero te felicito; sea lo que sea que saquemos de esta reunión, tú estás demostrando ser un líder verdadero, alguien que no teme tomar decisiones difíciles cuando la ocasión lo requiere—. Mateo no dijo nada y sólo lo miró en silencio. Julio le señaló el asiento y Mateo se sentó. Respiró profundo y empezó.

—Tal como dice, no es fácil. Sólo me interesa... sacar todos los datos posibles, verificar su calidad y ahondar en mis propias averiguaciones. Sé que habló con papá.

—¿Te dijo lo que hablamos?

—No, para nada. Él... está cerrado y atrancado por dentro. Su dolor lo tiene cegado.

—Lo entiendo, Mateo.

—Se trata de alguien que fue demasiado importante en nuestras vidas; mi madre, su esposa. Era una mujer maravillosa. Todos los hijos del mundo podrán decir eso de sus madres, pero yo lo sabía con entera convicción... Su muerte fue muy injusta, demasiado violenta, horrible... Por eso hay que hacer que el culpable pague... No me importa de quién se trate, señor Vega, yo haré que pague —Julio lo miró fijamente y en silencio por largos instantes. Eso era casi una amenaza velada, pero vaya que si lo entendía. Respiró profundo y extendió la mano para hacer que un mesero llegara. Necesitaba un trago.

Luego de pedir, Julio Vega apoyó sus manos en el sentadero de su asiento y miró a Mateo apretando sus labios. Él permanecía en silencio esperando a que hablara, y no se hizo esperar más.

—Imagino entonces que no estás aquí para establecer una especie de alianza en lo que empezamos a investigar.

—Aún no lo he decidido. Usted podría estar mostrando un ánimo colaborador sólo para desviar la investigación.

—Sí, de eso me acusó tu padre.

—Quisiera confiar en su honestidad e integridad, pero, lamentablemente, ya tengo pruebas y testimonios de que no lo es tanto—. Cuando Julio Vega lo miró interrogante, Mateo continuó: —Juan José Soler trabajó para usted en Trinidad, y si bien el trabajo de él fue impecable, y demasiado rápido para su envergadura, él sabía que esa obra estaba siendo utilizada para desviar la atención de ciertas actividades poco lícitas en la alcaldía de Trinidad—. Julio hizo una mueca, incómodo—. Demasiado dinero para sólo un tramo de autopista, y una obra demasiado grande para un pueblo tan pequeño.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora