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Al día siguiente, la noticia estalló en los medios de comunicación. El que un coronel de la policía tuviera tratos con un antiguo y poderoso sicario era completamente inadmisible aún para gente acostumbrada a escuchar noticias así casi a diario. Además de otros pequeños detalles que para algunos investigadores cobraban sentido ahora. El cargo del asesinato de Paloma Aguilar pareció muy pequeño entonces contra otros crímenes que se fueron revelando uno a uno conforme fueron pasando los días. Todo el país se había volcado en la misma noticia, y en las redes sociales no se tocaba otro tema.

La prensa se dio un festín con la noticia, no tuvieron compasión, y los amigos del anciano coronel retirado le fueron dando la espalda uno a uno al ver que quien intentaba ayudarlo sólo conseguía salir salpicado.

Según supo Diego Aguilar, incluso Edgardo Casablanca estaba poniendo bajo seguro su reputación. También había sido amigo de Márquez, pero ahora parecía como que eran meros conocidos sin mucho en común. Eso lo había fastidiado un poco, pero tampoco podía ponerse en contra. Casablanca era, ante todo, un hombre de negocios. Un nexo así con alguien que se estaba hundiendo, podía perjudicarlo seriamente.

Eloísa canceló su ida a Trinidad, y del mismo modo Ángela con sus niños. Su panza se notaba cada vez más, y Juan José ya se mostraba reacio a posponer el viaje, así que prefirieron cancelarlo definitivamente, al menos hasta que el bebé naciera.

Julio vega salió libre muy poco después de que atraparan a Márquez y Cortés. Beatriz lo recibió con un sentido abrazo que estuvo lleno lágrimas y sollozos, pero no hubo ningún reproche. Eloísa notó que su madre nunca le había recriminado a su padre lo que había hecho, o lo que parecía haber hecho. No lo había defendido, pero tampoco le había dado la espalda. Y era admirable, pensó. Cualquier otra incluso habría pedido el divorcio con tal de no verse involucrada en un asunto así. Ella, en cambio, había soportado los interrogatorios que le habían tocado, la soledad, el tener que justificar la ausencia de su esposo con descaradas mentiras.

Era admirable.

Suspiró mirándolos abrazarse dándose cuenta de que tenía mucho que aprender en esto de las relaciones de pareja, de la paciencia y la lealtad.

Miró a su esposo, que también sonreía observando a sus suegros reencontrarse, y supo que no le sería difícil. Mateo le había tenido mucha paciencia, y ella tenía más que comprendido que tenía mucho que compensarle. Al final, había resultado que ella tenía razón y su padre era inocente al menos de ese caso, pero tenía que abonarle que, aun en los momentos más oscuros de su rabia y su dolor, el amor de él había estado allí para sostenerla.

Dios, tenía mucho, mucho que aprender.

—Mateo, hijo... —dijo Julio acercándose a su yerno, con los brazos caídos a cada lado de su cuerpo y una mirada desnuda y un tanto recelosa. Mateo se le acercó con una sonrisa y le recibió la mano tomándola por el antebrazo—. ¿Puedo llamarte así?

—Puedes llamarme como quieras. Te has ganado ese y otros derechos. Siento tanto... todo lo que pasó.

—No. No. Soy yo quien debe disculparse... me salvé por los pelos, por cosas de la vida, o porque Dios es bueno. No por mí.

—Bien, por lo que sea. Me alegra mucho que las cosas hayan resultado así al final.

—Gracias por haber cuidado bien de Eloísa.

—He hecho lo que se podía.

—Oye, ¿por qué dices eso? —le reprochó Eloísa, y se acercó a su padre para volver a abrazarlo.

—Vamos, Eli. No te disgustes con tu marido.

—No me disgusto. Soy feliz con estas pequeñas peleas.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora