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—Adivina quién ha regresado a Trinidad —Le dijo Alberto Almeida a Camilo Mendoza, que miró a su amigo de reojo. No le importaban este tipo de chismes y se preguntaba por qué Alberto se lo comentaba tan de la nada, pero la sonrisa que tenía parecía llena de expectativa, lo que hizo que le picara la curiosidad.

—Quién.

—Tu ex... Eloísa Vega.

—¿Quién?

—La chica de las piernas interminables, ¿lo recuerdas? ¿O es que ya lo olvidaste? —Camilo entrecerró sus ojos, y poco a poco una sonrisa de anticipación fue apareciendo en su rostro.

—Elo, ¿eh? ¿De verdad está aquí?

—En la casa de sus padres.

—¿Sola?

—Eso parece. La vi el otro día en la farmacia, y no estaba la mamá, ni nadie más, sólo ella.

—¿Y qué habrá sido del marido?

—Cómo. ¿Eloísa tiene marido?

—Según.

—Pues aquí está sola.

—Entonces, o las cosas no están bien entre los dos, o es mentira lo de que se casaron.

—Todavía no la olvidas, ¿no?

—Ah, créeme que por largos años no le dediqué ni un pensamiento, pero ahora no hacen sino insistir en meterse en mi camino. Mira que venirse a Trinidad justo en los días que yo estoy aquí. Parece mandado por el destino.

—Pero... —titubeó Alberto, y tuvo que carraspear antes de continuar— ¿la quieres para ti solo? ¿O esta vez podemos hacer algo más que ver un video? —Camilo se echó a reír.

—Esa putita debe haber estado en brazos de al menos unos diez. No me importará dejártela luego. Al fin, que siempre te estás comiendo mis sobras—. Alberto sonrió sin sentirse ofendido por eso, y la sonrisa casi le raja la cara de pura expectativa. Eloísa era ardiente, lo sabía por el video que años atrás había visto. Ah, se le ponía dura de sólo imaginárselo.


En el auto, camino a Bogotá, Eloísa llevaba una sonrisa boba en el rostro. Miraba de vez en cuando a Mateo de reojo, y a veces lo descubría a él mirándola a ella.

—Es increíble —sonrió ella, y él la miró interrogante—. Soy feliz sólo por ir a tu lado en silencio. Debo ser una tonta—. Él suspiró.

—Ya somos dos —Eloísa rio nerviosa.

—¿Tú también estás feliz de sólo ir en silencio a mi lado?

—Lo bueno de nuestra relación es eso, Eli; lo cómodos que estamos el uno con el otro así no estemos haciendo nada, o hablando de nada.

—Debe ser porque todo empezó en el silencio.

—Sí, tú siempre me ignorabas. Sufrí mucho —Ella lo miró con sospecha, y Mateo se echó a reír. Luego de unos minutos, ella preguntó:

—Nunca te pregunté, pero... en ese año que te hice esperar, ¿estuviste con otras mujeres? —él hizo una mueca, y Eloísa presintió que la respuesta no le gustaría.

—Te diré la verdad, ¿vale?

—No espero otra cosa —él respiró profundo.

—Yo me fui enamorando de ti poco a poco. Me gustabas físicamente, te consideraba guapa, tu cabello, tus piernas, tu cuerpo, tus piernas...

—Ya entendí lo de las piernas...

—Tienes la manía de echarte el pelo hacia adelante y peinártelo con los dedos, y yo me quedaba embobado mirándote —ella lo miró enarcando sus cejas.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora