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—Gracias —dijo Eloísa cuando Mateo se hubo serenado. Había reído tanto que se había tenido que quitar el corbatín y desabrochar su camisa—. Por escucharme —se explicó cuando él la miró interrogante.

—Nunca me aburro contigo —sonrió él.

—¿Mis desgracias te hacen reír?

—Oh, toda tú eres un conjunto de sorpresas. Si te llego a decepcionar en algo, ¿usarás esa arma contra mí? ¿La del... pene como un chito?

—No, tú no lo tienes como un chito —sonrió ella, pero luego arrugó su entrecejo cayendo en cuenta de que, si bien lo había tenido entre sus manos, y todo lo demás, ella nunca lo había visto desnudo y a plena luz.

¿Él se escondía? ¿Le ocultaba algo?

¿Algo como una marca, una cicatriz, un defecto?

—Ya ese imbécil no te volverá a molestar —aseguró él extendiendo su mano a ella, espantando sin querer sus pensamientos—. Me encargaré de que esté lo más lejos posible de ti.

—¿Lo enviarás al ejército?

—No tengo ese poder —rio él—. Y con esas cejas tan cuidadas, no duraría ni una semana antes de que lo devuelvan por incapaz.

—Entonces... ¿de qué manera piensas encargarte de él? —hubo algo en el tono de ella que lo hizo mirarla. La duda se reflejaba en su rostro, y Mateo entrecerró sus ojos.

—Eli, no estás pensando nada raro de mí, ¿verdad?

—Disculpa, pero es que verte a ti con ese pobre en el suelo y tú amenazándolo, fue como una escena de "El Padrino"—. Mateo volvió a reír.

—Nada de eso. No tengo ese tipo de métodos.

—Vale—. Él la miró de hito en hito, y Eloísa sintió esa mirada y se puso en pie. Antes de que pudiera decir o hacer nada, lo tuvo detrás, pegado a su espalda, y besando su cuello.

—No pienses ni por un segundo que te vas a escapar de mí esta noche—. Eloísa sonrió.

—No lo estaba pensando.

—Quiero hacerte el amor—. Ella sintió el corazón, el estómago y el hígado agolparse en su garganta. Debía ser todo eso, porque tenía un tarugo enorme que no la dejaba respirar.

Él había dicho "hacer el amor". Anteriormente, todo había sido sólo sexo, y así lo expresaban. Pero había una diferencia ahora.

Por supuesto, ese término estaba trillado y muy mal usado. Incluso Camilo había llamado a ese encuentro grabado con ella "hacer el amor", el muy estúpido.

Se giró entre los brazos de Mateo para mirarlo a los ojos, para analizar sus gestos y reacciones mejor.

—¿No... no te importa que haya tenido que... exponer lo que tenemos para mi propia conveniencia?

—Oh, sí, hiciste mal, niña traviesa. Tendré que castigarte por eso—. Eloísa sonrió.

—Hablo en serio.

—Yo también hablo muy en serio. ¿Qué te crees, que el sexo para mí es una broma? —otra vez "sexo", pensó ella.

—No, por supuesto que no.

—Entonces, ¿me dejarás castigarte como se debe en la cama?

—¿Sólo en la cama?

—Oh, ya veo que mi novia me salió un poco masoquista. ¿Dónde más quieres que te castigue, eh? —ella lo besó, quería seguirle el juego y seguir hablando de tonterías un poco sucias, pero es que también quería besarlo. Besarlo en agradecimiento, por lo bueno que estaba siendo con ella, por lo condenadamente sexy que se veía con los primeros botones de su camisa desabrochados, y porque sí, porque, diablos, quería besarlo y ya.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora