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Lineth se quedó en el vestíbulo del enorme ático de la pareja mirándolos preocuparse el uno por el otro. Mateo le preguntaba a ella si se sentía cansada, y ella le preguntaba a él si tenía hambre. Se cruzó de brazos sonriendo en silencio, y cuando ellos volvieron a reparar en ella, caminó unos pasos hacia la sala.

—Es bonito —dijo, pero miró en derredor, como si se refiriera al mobiliario.

—Gracias —Eloísa se sentó en el sofá y le ofreció a ella el sillón. Lineth se acercó otro par de pasos, pero no se sentó.

—Quería hablar a solas con Mateo, pero bueno, viendo que no piensas ceder en eso...

—No pierdas el tiempo —la interrumpió Eloísa con un suspiro— ni le des más vueltas. Suelta lo que quieres decir.

—Se trata de papá —dijo Lineth mirando a Mateo. Por primera vez, ella estaba mostrando una expresión vulnerable. Mateo siempre había pensado que, si fuera un hombre, no habría podido ser menos implacable.

—¿Vienes a pedirme que por favor no lo acuse de nada?

—¿Qué pasa con su papá? —preguntó Eloísa mirando con confusión a Mateo.

—Han salido a la luz detalles que lo ponen en el centro de todo. Parece que tuvo mucho que ver con la muerte de mamá.

—Con tu secuestro —corrigió Lineth—. Papá no es un asesino.

—No somos lo que muestran nuestras intenciones, sino nuestros actos. Si el resultado de todo fue la muerte de una mujer, eso convierte a todos los implicados en asesinos.

—Aun así. Tú podrías ayudar a mi padre, Mateo.

—¿De qué manera? —preguntó él un tanto sorprendido—. ¿Y por qué querría ayudarlo? No me tembló la mano cuando creí que el asesino era el padre de mi esposa, ¿por qué iba a ser más suave con el tuyo? —Lineth apretó sus labios, y bajó la mirada—. Si estás pensando en cobrarme ese favor que te debo —siguió Mateo—, tendré que decirte que estás pidiendo demasiado.

—Sí, pensaba en...

—Resérvatelo para otra ocasión, no lo desperdicies de esa manera. Y aunque quisiera, no podría hacer nada por él; este asunto ya está en manos de la justicia. No tengo tanto poder como para detener semejante avalancha.

—Entonces... ¿no harás nada?

—Lo siento, Lineth. Como te acabo de explicar, no puedo—. Eloísa miró a Lineth sintiendo de repente una profunda empatía con ella. Hacía sólo unas semanas, ella había estado en esa posición, y era difícil, muy difícil.

Pero Mateo tenía razón, ya no dependía de él ayudar al padre de Lineth. Todo estaba en manos de la justicia, y los medios estaban haciendo su agosto con todo lo que estaba saliendo a la luz.

—¿Los medios saben que Edgardo Casablanca está implicado? —le preguntó Eloísa a Mateo y Lineth. Fue ella la que contestó.

—No. Pero es cuestión de tiempo para que...

—En eso sí puedes ayudarla, Mateo —siguió Eloísa, y él la miró algo sorprendido. No se había esperado que ella quisiera ayudarlos—. Tú evitaste que los medios divulgaran todo cuando se trató de papá, y si esto aún no ha llegado a sus oídos, todavía podemos hacer algo—. Lineth miró a Mateo esperanzada.

—Tu esposa tiene razón.

—¿Estarías de acuerdo en que...?

—Sí, Mateo —contestó Eloísa, y se puso en pie caminando hacia Lineth—. Imagino que ya tu padre es mayor.

Mi Placer (No. 3 Saga Tu Silencio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora