Capítulo 37

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Nadie contesto. Miro hacia todos los lados. ¿Qué le habría sucedido a ella? El grito parecía proceder de delante. Tomo aire, y se internó corriendo en la niebla encantada.

El mundo se puso boca abajo. Lily estaba colgada del suelo, con el pelo levantado, y a punto de caerse al cielo sin fondo comprobó, aterrorizada, su situación: era como si tuviera los pies pegados con cola al césped, que se había convertido en techo, y bajo ella se extendía el infinito cielo oscuro y estrellado. Pensó que, si trataba de mover un pie, se caería de la tierra.

Por desgracia ninguno de los encantamientos que había estudiado servía para combatir una repentina inversión del cielo y la tierra. ¿Se atrevería a desplazar un pie? Oía la sangre latiendo en los oídos. Tenía dos opciones: intentar moverse, o lanzar chispas rojas para ser rescatada y descalificada. Cerró los ojos, para no ver el espacio infinito que tenía debajo, y levanto el pie derecho con todas sus fuerzas, separándola del techo de césped.

De inmediato, el mundo volvió a colocarse. Lily cayó de rodillas a un suelo maravillosamente sólido. La impresión la dejo momentáneamente sin fuerzas. Volvió a tomar aliento, se levantó y corrió: volvió la vista mientras se alejaba de la niebla dorada, que, a la luz de la luna, centellaba con inocencia.

Se detuvo en un cruce y miro buscando algún rastro de Sofia. Estaba segura de que había sido ella la que había gritado. ¿Qué era lo que había encontrado? ¿Estaría bien? No había rastro de chispas rojas: ¿quería eso decir que había logrado salir del peligro, o que se hallaban en un apuro tan grande que ni siquiera podía utilizar la varita? Lily tomo el camino de la derecha con una sensación de creciente angustia.

La copa tenía que estar cerca, y parecía que Sofia ya no competía. Ella había llegado hasta allí... ¿Y si realmente conseguía ganar? Fugazmente, y por primera vez desde que había visto convertido en campeóna, se vio a si misma levantando la Copa de los Tres Magos ante el resto del colegio.

Pasaron otros diez minutos sin más encuentros que el de las calles sin salida. Dos veces torció por la misma calle equivocada. Finalmente dio con una ruta distinta, y comenzó a avanzar por ella, ya no tan deprisa. La varita se balanceaba en su mano haciendo oscilar su sombra en los setos. Luego doblo otra esquina, y se encontró ante un escreguto de cola explosiva.

Thomas tenía razón: era enorme. De unos tres metros de largo, era lo más parecido a un escorpión gigante: tenía el aguijón curvado sobre la espalda, y su grueso caparazón brillaba a la luz de la varita de Lily, con la que apuntaba.

nam4

Lily Potter y el cáliz de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora