Alcohol.

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El resto de mis compañeros debatían entre quien se acercaría al grupo en cuestión

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El resto de mis compañeros debatían entre quien se acercaría al grupo en cuestión.
—Ya voy yo, gallinas. —Les dije, mientras les arrebataba un pequeño y débil cuaderno y me dirigía sin titubear hacia la mesa. Eran seis chicos, de los cuales solo uno podía ser denominado atractivo, principalmente por sus ojos azules.
Pero prefería otros ojos.
¿Qué estoy pensando?

— ¿Qué quieren de tomar? ¹Les pregunté con la mayor naturalidad que pude.

—Chupitos.

—¿De qué? —Pregunté. Ni que pudiera leer sus mentes.

—Alcohol. —Respondió el mismo que antes.

-—Oh, vaya. Pensé que querían agua, ¿qué tipo de alcohol queréis? —Pregunté algo irritada. Podía oler el alcohol impregnado en sus cuerpos y comenzaba a marearme. Me repudiaba cualquier tipo de droga.

— Bacardí. —Respondió el que en un principio me pareció atractivo. —Cinco para cada uno.

—Está bien, ahora lo traigo.

Me molestaba que me vacilaran, no era una de sus amigas para hacerlo. Me parecía ridículo que menospreciaran a alguien solo por tener que servirles lo que quisieran, es decir, desde luego que esto no era ningún hobbie para mí. Volví a la barra y me encargué yo misma de preparar los chupitos, al fin y al cabo, no podía ser tan sumamente complicado.
Cogí la botella del liquido en cuestión con cierta repulsión, no sabía cómo había gente a la que le pudiera agradar sentir como el liquido recorría su garganta, arrasando todo a su paso.

—Oye, Elena...

No sabía quien era, pero si sabía que me había asustado. Tampoco sabía que había sucedido, no hasta que pude percibir el fuerte olor a alcohol en la estancia y mi mano cubrirse de un liquido algo pegajoso. Cerré los ojos, me estaba mareando y solo podía sentir brazos sujetando mi cuerpo evitando que cayera.

Abrí los ojos, estaba en mi casa. Si, definitivamente estaba allí, quizá todo hubiera sido un sueño. Pero no, miré el reloj, las once de la noche y estaba en mi casa, en vez de estar trabajando. Me había desmayado, que duda cabe, y quien me había traído había sido sumamente cuidadoso, pues me encontraba perfectamente arropada. Pero yo ya sabía quien me había traído, su aroma -que adoraba- estaba impregnado en cada centímetro de mi habitación. Kyle había estado aquí. No sabía ni como, tampoco el por qué, pero en parte me tranquilizó el saberlo. Cerré los ojos, y en cuestión de segundos sentí unas ligeras caricias en mi cabello, lo que inevitablemente hizo que me durmiera, sintiéndome incapaz de alejarle de mí.

Esa noche soñé con él, aún sin entender el por qué. Estaba presente en mi mente, comparando a cada persona con él. Lo cual era ridículo, porque todo a comparación de Kyle parecía minúsculo e insignificante.
Aquella mañana me desperté debido a la alarma, hacia mucho tiempo que no dormía toda la noche sin despertar debido a pesadillas u otras cosas. Lo primero que hice fue ir a ver a mi padre, quien leía un libro que yo juraba nunca a ver visto en casa.

–Es muy amable tu amigo —comentó al verme— me contó lo sucedido y me trajo un libro, intuía que no podría dormir hasta que te viera.

—Papá, debes descansar, simplemente fui algo torpe y ya está.

—No evites el tema, hija, cuéntame todo sobre él.

—Sinceramente papá... Sé que se llama Kyle, y que aparece siempre en los momentos más oportunos, pero a parte de eso, no le conozco. —Respondí. La duda de si era un asesino eligiéndome como su víctima era cada vez más real.

—Me gusta para ti, mi niña.

— ¿Qué? —Pregunté incrédula— ¡No le conoces! ¿Y si fuera un asesino, o un violador?

—Te trajo a casa cuando estabas inconsciente, se quedó hablando conmigo toda la noche y va a venir a buscarte en un rato, ¿crees que puede ser un asesino, Elena? Confía en la gente, si quisiera hacerte daño ya lo hubiera hecho. A parte, no vas a evitar que piense que me gusta para ti.

—¡Qué no hables tan rápido papá! —Exclamé. —No le conoces, ¿cómo puede gustarte para tu única hija?

— Por la sonrisa que tienes ahora mismo.

Rápidamente lleve mi mano derecha a mi rostro y noté que efectivamente, estaba sonriendo. Tanto que dolía. Me obligué a dejar de sonreír y tras darle un beso en la frente, repetí aquella rutina, con la única diferencia de que cuando salí, su coche me esperaba en la puerta. Mordí mi labio instintivamente y subí al coche.

—¿Estás mejor? —Preguntó.

— Se dice buenos días, Kyle, y si, estoy mejor. ¿Por qué me llevaste a mi casa?

—Entré a decirte que te esperaba para llevarte a casa y me encontré con que estabas herida, un gilipollas de ojos azules se ofreció a llevarte pero, seamos sinceros, ¿amanecerías en tu casa? No, ¿con ropa? Ni de broma.

—¿Y cómo estás tan seguro de ello?

—Se veían venir sus intenciones, Elena.—Respondió simplemente y arrancó el coche. Asentí aún sin estar de acuerdo, podía haberse ganado el puesto del chico del año para mi padre, pero para mí, me resultaba tan peligroso como cualquier otro desconocido.

¡Eso ya no te lo crees ni tú!

Me parecía tan raro que un chico como él pudiera pasar desapercibido, no, eso no era así. Él punto es que él quería pasar desapercibido, pero no lo conseguía. Ni siquiera cuando bajó de su coche y junto a mí caminaba hacia el interior del centro. Él no miraba ni siquiera a su alrededor, y que aunque a mi no me importara en lo absoluto la opinión del resto, a Kyle al parecer todo esto le resultaba completamente ajeno.
Definitivamente, necesitaba conocerle más.

Dulce asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora