Elección.

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— ¡Tierra llamando a Elena! —exclamó Leila, sacándome de mis pensamientos.

— Estaba pensando.

— ¿En serio? No lo había notado —se rió— deja de mirarle, vas a desgastarle.

— No me acostumbro a verle rodeado de gente.

El dulce e insociable Kyle Kest había cambiado repentinamente, hasta tal punto, que tenía a todo el instituto a sus pies. Y eso incluía a las chicas.

Hacia dos semanas que había puesto distancia entre ambos, y vaya que si la había puesto. Había dejado de buscarme, de intentar hablar conmigo... Incluso había comenzado a ir a la cafetería del instituto, donde se supone que no podía estar por bla, bla, bla.

Ya no me creía nada. Pero el problema era que, ahora que él parecía levantar cabeza, tenía la necesidad de tenerle otra vez junto a mí.

— ¿Crees que se habrá enfadado por caracol? —Preguntó y yo me encogí de hombros, sin saber que responder.

Caracol era el termino que había elegido para llamar a la cita que había tenido con John. Se lo había comunicado a mi amiga por vía
e-mail, con la esperanza de que Kyle no se enterara del asunto. Y de lo que había sucedido.

Había conseguido llevarme a bailar, cosa que me gustaba pero la compañía no demasiado. En un principio, el mantuvo la distancia y yo contenta con esto, decidí darle un voto de confianza y bailar junto a él una canción de bachata.

Las consecuencias habían sido graves.

Guiada por la música y la euforia que sentía, me había permitido realizar pasos más atrevidos. Grave error.

Su erección me quitó las ganas de bailar. 

— No tiene por qué saberlo. —Susurré. Confiaba en que la distancia y el hecho de que estuviera hablando con sus amigos le impidieran escuchar mis palabras.

Desde que Leila había conseguido un puesto en la cafetería todo era más sencillo para mí, necesitaba su presencia cuando Kyle decidía presentarse allí con sus nuevos amigos. Y amigas.

Recalco amigas.

Por supuesto yo me negaba a atender su mesa, por lo que Leila bien podría estarle amenazando cada vez que se acercaba a su mesa y yo no me habría enterado.

— Espero que recapacite —susurró—. No me gusta ver a mi mejor amiga triste, si debo pegarle lo haré.

— Te llaman.

Ella rodó los ojos y suspiró exageradamente antes de acercarse a atender la mesa en cuestión. Ella sonreía, pero de una manera tan falsa que me hacía pensar que no intentaba disimular en lo absoluto su desagrado.

Sonó la puerta y me fijé en el cliente que habría entrado a la cafetería.

Caracol.

Bien, nada podía ir peor. Se sentó en una mesa a parte, con cara de pocos amigos y me sentí confundida.

Él siempre sonreía. 

— ¿Qué te pasa? —Le pregunté cuando llegué a su mesa. Él bufó y negó con la cabeza.

— Un mal día, solo eso. Ponme un café con leche, por favor.

— Si necesitas hablar, aquí estoy.

Él asintió y me regaló una pequeña sonrisa. No podía evitar interesarme en si le ocurría algo o no ya que era eso o deleitarme con la risa de alguien que ignoraba por completo mi existencia.

— ¿Te ha venido a buscar?

— No, Leila. Te he dicho que no pienso salir con él otra vez.

— Oye, es guapo el chico. —admitió.

— ¿Y James? —pregunté. No solían discutir, de hecho, no sé daban motivos para hacerlo. Su relación según él se resumía en atracción sexual, desgraciadamente mi amiga no pensaba lo mismo.

— ¿Y Kyle? —respondió—. pues eso.

— ¿Habéis discutido?

— Se suponía que éramos algo, lo que no sabía yo es que tuviera tantas amigas.

— Puede que solo sean amigas...

— ¿Amigas que pasan más tiempo en la cama de James que en la suya?

— Oh.

Mataría a James por ello. Podía entender que no quisiera atarse en una relación, pero jugar con los sentimientos de una persona nunca debía de ser una opción.

— Un idiota acercandose en tres, dos, uno... Mierda, son dos idiotas. Yo te cubro.

Miré en la dirección que ella lo hacía y me encontré con Kyle y John en la barra, quienes al parecer no disfrutaban en lo absoluto de la compañía del otro.

— Atiende a Kyle —Susurré y ella rodó los ojos pero finalmente accedió y se acercó a él, mientras que yo hacia lo mismo con John.

— ¿Necesitas algo más? —Pregunté, él asintió y elevó una de sus cejas.

— Pensaba que quizá pudiéramos hablar en un lugar... Privado.

— Todo lo que tengas que decir lo puedes decir delante de mí. No, puedes y debes. —protestó Leila, entonces me percaté de la mirada de Kyle.

Fría, oscura. Necesitaba ayuda.

— No creo que te importe lo que tenga que decir. —Replicó él.

— Creo que todo lo que tengas que decir nos importa a la mejor amiga de mi chica y a mí.

— No soy tu chica. —Gruñí. Apelativos como ese me resultaban desagradables, no había nacido para pertenecer a nadie.

Claro que aquello solo era una excusa para disimular que Kyle se había referido hacia mí como su chica.

Algo iba mal entre Kyle y John, y no tenía nada que ver con los celos que pudieran sentir mutuamente, no. Pero sabía que si Kyle decidía enfrentarse a John, el segundo no tenía nada que hacer.

— Leila, sirvele el café a John.

Ella asintió y procedió a conversar con el susodicho, intentando distraerle. Salí de la barra y me posicioné junto a Kyle.

— ¿Qué quieres? —Pregunté.

— ¿Sigues necesitando tiempo?

No, no lo necesitaba. Le necesitaba a él.

— No.

— Genial, porque he pensado que podríamos aprovechar el sábado e ir a...

— Kyle, te he perdonado. Pero eso no significa nada, tienes que conseguir las cosas por ti mismo.

— Joder, Elena. Estás acabando conmigo. —Susurró.

— Dejalo, Kyle, ¿dónde querías llevarme?

— Es sorpresa, pero sé que te va a encantar.

— ¿Cómo estás tan seguro?

— Debo estarlo. Es mi última oportunidad de reconquistarte.

Dulce asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora