No me gustas.

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Horas más tarde me encontraba ya en mi casa, con una estúpida sonrisa que por el momento no pensaba desaparecer de mi rostro. Odiaba sentirme así, y aún más cuando se trataba de Kyle.

- ¿Mi niña? -Preguntó mi padre. Había estado tan distraída el último mes que había ignorado los problemas económicos y de salud que aún rondaban a mi pequeña familia, había sido un pequeño cambio, pero que no pasaba desapercibido.

- Dime papá. -Le respondí mientras me acercaba a él, quien caminaba a oscuras por el pasillo. Sabía que Zayra le estaba haciendo bien si podía hacerlo por sí mismo.

- ¿De quién era el coche que te ha traído? -Preguntó interesado, últimamente su única función parecía ser casarme.
- De Kyle, papá.

- Así que, Kyle, eh. -comentó riéndose- Que sepas que aún quiero que venga a comer a casa.

Si, pues yo no.

- No agobies al pobre chico antes de que se enamore de mí. -Bromee riendo mientras me acercaba aún más para despeinarle.

- Soy un suegro guay, quiero que se lo digas.

- Y yo quiero que seas su suegro pero oye, que no hay manera.

Ambos reímos y le acompañé a su habitación, donde Zayra dormía plácidamente. No quería ni pensar por qué toda su ropa estaba tirada por el suelo.

La estaba haciendo bien a mi padre, quien solo mejoraba y salía a flote, pero era difícil para mí todavía.
Aquella noche volví a soñar con Kyle, quien se había ganado un gran y doloroso puesto en mi vida. Y el miedo de que todo aquello no fuera correspondido provocó que mis sueños giraran en torno a este hecho.

¿Cómo se conquista el corazón de un vampiro?

(...)

- Papá insiste en que venga a comer a casa. -Le susurré a Leila, quien compartía teatro conmigo.

- Va siendo hora de que se presenten formalmente.

- ¿Formalmente? No hay nada formal en nosotros, Leila.

- Pero tú quieres.

- Por supuesto que quiero. -Admití, nunca me había dado vergüenza admitir mis sentimientos en voz alta. Kyle me gustaba y era un hecho que no tenía por qué ocultar. Tenía derecho a saberlo.
- Pues entonces, ataca. Le gusta pasar tiempo contigo, por lo que me has contado, ya tienes algo de terreno sembrado.

Y es que para mí, Leila era sumamente graciosa, aún más cuando me aconsejaba, utilizando para ello metáforas poco comunes. Y es que ella, a pesar de que parecía ser una más, era una gran chica dispuesta a ayudarme sin recibir nada a cambio. Me tenía cariño y ese sentimiento comenzaba a ser reciproco.

La clase de teatro transcurrió con absoluto normalidad, y no podía estar más agradecida cuando la profesora decidió que sería una obra sobre sueños y metas de una adolescente. En mi mente ya había imaginado que por mi mala suerte se trataría de vampiros.

Pero parecía que la vida me había dado un plazo para recomponerme psicológicamente y eso pensaba hacer.

Tocó el timbre y mi amiga y yo nos dirigimos hacia la cafetería del centro, donde sabía que Kyle no estaba, era un sitio cerrado con una multitud desmesurada de personas, y según él me había dicho, todo aquello se dificultaba si yo estaba de por medio. Así que en los dos descansos que teníamos, él se dedicaba a pasear o hacer cosas que yo de momento no quería saber mientras que yo finalmente había accedido a almorzar con Leila y su inmenso grupo de amigos.

— Zanahoria, ¿cuando te quitan la escayola? —Preguntó James, le miré incrédula. Habíamos hablado dos veces contadas, y ya me había puesto un apodo y hablado sobre su familia.

— En dos días, moco.

Todos en la mesa rieron. Aquel apodo venía por un día, en el cual, al estornudar había expulsado tanto moco que había cubierto su libro de matemáticas con ello.

Su rostro se tornó algo rojo y las conversaciones fluyeron a raíz de eso mientras comíamos aquella sopa que posiblemente nos hiciera tener problemas digestivos más tarde; el chef no debía ser cualificado como tal.

La siguiente clase era historia, y no me hizo falta verle para saber que ya estaba ahí. El frío indicaba que la ventana estaba abierta.

A raíz de eso, había comenzado a abrigarme más, pero eso no evitaba que pasara la mayor parte de los días temblando y estornudando.
— Toma.—Dijo cuando me senté junto a él, había puesto otra chaqueta sobre mis muslos. No había querido recuperar su chaqueta, por lo que seguía guardada cual tesoro en mi armario.

— Gracias. —Murmuré mientras sacaba con mi brazo útil los materiales de la asignatura. Era una clase fácil, por lo menos para mí, por lo que me podía permitir distraerme hablando con Kyle.

— Papá te invita a comer a mi casa un día de estos. —Le solté. Bien, lo había dicho, solo esperaba que no se asustara ante aquella invitación.

— Ya lo sé. —Respondió y me miró fijamente, le ocurría algo. No podía apreciar bien el que, pero parecía ser otra persona completamente diferente para mí.

— ¿Cómo lo sabes? —pregunté incomoda. Estaba siendo más áspero que de costumbre.

— Me caes bien, Elena. Y confío en ti, pero no quiero que confundas las cosas, te tengo cariño pero no de esa manera. —susurró y giró su cabeza, para atender por completo al profesor.

Bien, eso había dolido hasta tal punto que quería escupir en su perfecto rostro, me gustaría haberle dicho que yo no sentía nada por él, que no me gustaba y que mucho menos pensaba que llegaríamos a ser algo más que amigos.

Sus acciones eran confusas, o me decía que me había echado de menos y que no quería alejarse de mí, o bien me decía que no era más que una amiga.

En ese momento fue en el que decidí que Kyle podía llegar a ser muy tóxico.

Puajaja.

¡Fin del maratón! *se seca el sudor de la frente*

Ps, aquí estamos.

Os voy a poner de deberes decirme que creéis que va a pasar a partir de ahora.

Justo aquí.

¡Nos leemos el lunes a las 0:00! A no ser que lleguemos a los 600 que puede que haya ciertas sorpresas...

Dulce asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora