Virginidad.

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— Papá, ¿qué haces aquí? —pregunté mientras le llevaba a una de las mesas. Zayra y Kyle venían detrás de nosotros, conversando animadamente.
— Quería hablar con él y contigo, pero sabía que trabajabas hasta las tres y no podía esperar ni un solo segundo más. —Se explicó Kyle, mientras tomaba asiento frente a mi padre y su pareja.
— Y bien, ¿de qué se trata? —pregunté algo nerviosa. La tensión de tener a Kyle junto a mi padre se podía palpar en el aire.
— Señor, su hija y yo vamos a ir esta semana a acampar en Werst, una zona bastante conocida ideal para pasar unas pequeñas vacaciones.—Se explicó Kyle.
— Mi niña, ¿tú acampando? —Preguntó mi padre sorprendido— Siempre lo has odiado, decías que los bichos te miraban como si fueras su comida.

Te miraban como si fueras su comida.
—Fue idea suya —comentó Kyle— dijo que tenía ganas de experimentar algo nuevo.

¿Acababa de decir eso delante de mi padre?
— No quiero saber que cosas son
esas,  —se apresuró a responder mi padre, abriendo los ojos tanto como podía— pero no quiero una mini pelirroja correteando por casa exigiendo que la lleve a pescar, no otra vez.
— Papá, ese era Derek cuando mamá le probaba vestidos. —Repliqué, con una gran sonrisa al recordar todos aquellos bonitos momentos.
— Posiblemente —Admitió riéndose.
— ¿Y aceptaría un mini Kyle?
— Muchacho, no tientes a tu suerte, todavía puedo convertirme en un padre celoso y matar al hombre que insinúa con arrebatarle a mi pequeña su virginidad... Oh, ese fue Tyler... Olvídalo.

Me sentía incapaz de continuar aquella conversación, me sentía indignada. Kyle no era nadie para insinuar cosas que desde luego no sucederían y mi padre no debía de ir gritando a los cuatro vientos con quien había perdido la virginidad.
Era un caos, no podría volver a mirar a Kyle a la cara.

— Zanahoria, ¿me has drogado y violado? No recuerdo nada... —Comentó James mientras salía del cuarto de empleados y se dirigía hacia mí, frotándose sus ojos.
— No estoy para tonterías James.
— ¿Cómo? ¿Me has llamado por mi nombre? Creo que estoy viendo la luz, Elena.

Rodé los ojos y procuré evitarle por un buen rato. Sentía que en vez de ser mi lugar de trabajo, ese día se había convertido en una reunión de personas que procuraban hacerme pasar vergüenza. A mí y a la pobre Zayra, quien pedía un batido de vainilla detrás de otro, exhausta por la conversación que mantenían mi padre y Kyle.

¡No quería nada conmigo pero se hacía amigo de mi padre! No me parecía en lo absoluto lógico. Era inmoral, era como empujarme y una vez que estuviera en el suelo me ayudara a levantarme.
Moco, por su parte, había decidido sentarse en una mera a parte, mientras disimuladamente analizaba al resto de camareras. No había ni un solo ser normal y mi corazón comenzaba a amenazar con explotar en cualquier momento.

— ¿Elena? Ven conmigo.

La inconfundible voz de mi jefe se hizo presente y no pude evitar girarme y observar la cercanía entre nuestros cuerpos. Intenté apartarme, pero todo se quedó en un intento ya que estaba acorralada. Cuando pensaba que su delgado —y algo arrugado— cuerpo se aproximaría aún más, comenzó a caminar hacia su despacho, seguido de mí.

Se sentó en aquella imponente silla color vino que se situaba tras su escritorio. Como pude, me senté en una pequeña e incomoda silla, procurando en todo momento mantener las piernas cerradas para evitar que aquel asqueroso hombre viera más de lo necesario.
— No es necesario que vengas esta noche, ni en una semana, tomate vacaciones, ¿vale? Y-y quitate ese vestido...
— Señor, ¿le pasa algo?
— Solo dile a tu novio, Kyle, que me deje en paz, ¡mierda! No le digas que te dije eso. Solo acepta, por favor. ¡Te duplicaré el sueldo!
— ¿Sabes, Christian? Mi novio y yo no nos ocultamos nada nunca. Por seiscientos dólares no puedo mentirle.

¡Él se había aprovechado dos años de mí! Era completamente justo. Cuando le entregué el currículum, hice especial hincapié en que, al ser estudiante, podía hacer los turnos nocturnos los sábados y domingos y entre semana hacer el del mediodía, ocupando así el turno de bingo nocturno —al cual no asistía nadie— pero él se había negado. Así que estaba dispuesta a aprovecharme de la amenaza que Kyle había impuesto en él.

— ¡Dos mil al mes! Pero por favor...

Asentí, como si aquello fuera menos de lo que esperaba. ¡Pero era mucho más de lo que había llegado a imaginar! Me había dado vacaciones ilimitadas, aún cobrando, y todo porque Kyle se había metido.

Todo esto había sucedido gracias a él y no me sentía conforme con ello. Me hubiera gustado que todo surgiera porque si, porque tenía que hacerlo, y no gracias a que Kyle se había hecho pasar por mi novio. Quién por cierto, se estaba tomando muchas atribuciones y si seguía así le pararía los pies en muy poco tiempo.

Cuando ya estuve cambiada, mi padre me hizo señas para que me acercara.
— ¿Qué pasa ahora? —pregunté. Seguía enfadada y le iba a costar a mi padre mucho más que un par de palabras bonitas.
— Kyle tiene que resolver unos asuntos —me dijo— te recogerá en casa.
— Debo de hablar con alguien.—Le avisé y le señalé con la mirada la robusta figura de James.
— Hija, ¿cuantos amigos tienes? —Preguntó haciendo un énfasis bastante marcado en el término amigos.— No me gusta que mi única hija tenga más de un novio.
— ¡Por dios! —exclamé— Ninguno de ellos es mi novio, de hecho, es inexistente. Así que hazme un favor y mantente tranquilo y callado mientras hablo con él.

Asintió no muy convencido y me dirigí hacia James, quien bebía su quinto capuccino acompañándolo de unos ricos muffins de chocolate y vainilla.

Delicioso.

Tanto como Kyle.

Dulce asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora