Adiós.

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Dedicado a Accompaniedbutalone

Dedicado a Accompaniedbutalone

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Me detuve frente al lago. El único lugar que me transmitía paz ahora me aterraba. Esperé pacientemente veinte minutos, pero Erick no se dignaba a aparecer.

Quizá no fuera tan buen chico como yo había pensado en un principio, por lo que decidí ir a mi casa y enfrentar mis problemas, tal y como él me habría aconsejado.

Pero me vi interrumpida por una gran e imponente figura que pasó de estar al otro lado del lago, a estar junto a mí. Podía sentir su presencia detrás de mí, su nariz rozaba mi nunca sin embargo, no sentía su respiración.

Él no podía ser un ser humano.
Acarició mi cuello y quise gritarle que no me tocara, pero todo aquello sería completamente inútil.

— ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este y sola? —Preguntó. Se estaba riendo de mí, podía percibirlo en su tono de voz.

— Estoy esperando a un amigo.—Susurré.

— Tu amigo ha decidido dejar de respirar.

Mi respiración se agitó ante sus palabras y movió mi cabeza, de tal manera que podía observar a Erick a unos cuantos metros de distancia.

Pero era, y no era él. Su pelo rubio estaba teñido por aquel espeso liquido llamado sangre.

Estaba más alto, más fuerte. Su tez había palidecido varios tonos. En cuestión de segundos, se encontraba frente a mí, observándome como si fuera un delicioso bocado, un postre. Entonces comprendí que eran —a pesar de no haber creído nunca en su existencia— al igual que intuí que su única meta era que yo acabara como ellos. Cerré los ojos, esperando pacientemente mi final, sabía que resistirme solo alargaría lo inevitable y que el dolor se duplicaría.
Relajé mi cuerpo y me preparé para morir.

¿Así iba a morir? Había peleado toda mi vida contra el hambre y los problemas que se habían interpuesto en mi camino y sin embargo, todo terminaría por ser una maldita inmadura y no saber enfrentar mis problemas. Sentí como sus labios rozaban mi cuello por lo que no pude evitar estremecerme y una grave, ronca y espeluznante risa brotó de su garganta. No quería ver, tampoco sentir, solo quería que todo aquello terminase cuanto antes.

Pero eso no ocurrió.

— ¿Sabes? Serías un muy buen ejemplar de los nuestros —comentó acariciando mi rostro, no me atrevía a abrir los ojos, el miedo me había convertido en una simple estatua.—Rápida, inteligente, preciosa...—continuó con sus caricias, esta vez en mi pelo. — Pero tienes un gran defecto, y es que eres muy ingenua, Elena.

— ¿Quién eres y por qué me conoces? —Pregunté armandome de valor, si iba a morir, lo haría con la cabeza alta. Abrí los ojos y miré directamente a los suyos.

Se encontraba a escasos centímetros de mi rostro, dejandome obtener una perfecta vista de los cientos de cicatrices que cubrían su cara.

— El punto no es quien soy, sino el qué. Dímelo, Elena. Dime qué soy.

— Un maldito vampiro. —Susurré. Él volvió a reír, cada vez que lo hacía, podía sentir como las náuseas se hacían presentes.

— Quizá, si aquel día no hubieras aparecido en el lago... No hubiera hecho esto contigo, pero cielo, tú misma has estado buscando tu muerte todo el tiempo.

¿La había estado buscado? Bien, había hecho ciertas cosas inusuales, como hacer un medio amigo, Kyle, y aceptar una cita. Pero desde luego, no había hecho nada que pudiera dar lugar a mi fatídica muerte.

Pero no podía entender que tenía que ver todo aquello con que un ser —que no debería existir— quisiera acabar conmigo.

Todo sucedió tan deprisa que a no mi mente no podía comprender lo que estaba sucediendo. Erick —quien había comenzado a darme asco— se encontraba en la otra punta del lago, siendo atravesado por lo que parecía ser una vara de hierro oxidado. El ser que amenazaba con quitarme la vida, siendo mucho más rápido que yo, estiró su brazo, haciendo que mi débil cuerpo volara hasta ser capturado por unas robustas ramas de un árbol.

Desde mi posición tenía una mejor vista de la pequeña batalla que sucedía ante mí, pero mi brazo dolía hasta tal punto que las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.

Lo toqué con la otra mano y pude sentir como el hueso se había fracturado. Esto no me gustaba.
Toda aquella batalla pareció haber terminado cuando una figura corrió a través del bosque siendo seguida por la que, al parecer, había venido para salvarme.

Cerré los ojos y me dejé ir por mis propios nervios y el miedo que aún no desaparecía de mi cuerpo. Todo parecía tan irreal que me preguntaba si había sido algún tipo de pesadilla, pero aquella teoría se esfumó cuando volví en mí y noté que no estaba en mi cama, sino subida en un árbol del cual no tenía ni idea de como bajar.

Pero estaba yo sola contra todo —como siempre— y decidí bajar antes de que volvieran aquellos seres.
Mi brazo roto era inservible, así que bajé unas pocas ramas apoyando todo mi cuerpo en mi único brazo útil y cuando intuí que había disminuido considerablemente la altura, salté, cayendo sobre mis piernas.

Había tenido suerte, esperaba caer sobre mi maltrecho brazo y con ello terminar de destrozarlo.

Comencé a caminar hacia la salida, repitiéndome a mi misma que averiguaría sobre ellos, pero antes, debía de ir al hospital.

Pensaba que sería la última vez que vería una situación así. Lo que no sabía era que yo misma estaba entrando en su mundo. Y que quizá, ya fuera demasiado tarde para salir de él

Este es el primer capítulo de seis. Esto me pasa por bocazas y por pensar que no íbamos a llegar pero bueno, ya no queda de otra😂

Bueno, que durante el día de hoy voy a subir los capítulos y eso.

¿Cómo está un mago después de comer?

¡Magordito!

Dulce asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora