56. Carretera

2.6K 212 160
                                    

Mis párpados pesaban, aún tenía la astilla impregnada en mi piel, necesitaba quitarla. No mantenía ni la fuerza para caminar yo sola, los oficiales me llevaban arrastrándome hacia el sótano. El lugar era oscuro en sí, cuando uno de esos oficiales pude ver la sombra de mi padre en el fondo, estaba de espaldas contra aquella pared húmeda. Si me acercaba para abrazarlo tal vez le hinque con aquella astilla y puedo empeorar todo.

—Papá, ¿Estás bien?— pregunté angustiada.

—Tranquila cariño, estoy bien— suspire de alivio al escuchar su voz.

Aunque no logre ver nada trate de sentí la incomodidad el a astilla para poder retirarla. Si me volvía a hincar sería peor.

—Papa, Laura me ha colocado una astilla, ¿Cómo puedo retirarla?

—No lo hagas con los dedos. Busca dos cosas planas, bien finas como si fueran tarjetas o pedazos de madera. Trata de imaginar que es como una pinza y retirarla.

Tantee con mis manos el suelo, era de tierra, estaba húmeda, seguí tocando hasta que sentí algunas tablas pero era muy gruesa.

—Por donde estoy hay algunas tapillas de refrescos. Utilízalas— era cierto, tome las tapillas, las uní como pinza apreté ambas tapillas jalando hacia atrás, sentí como aquella punzada de dolor se retiraba de mí. Suspiré de alivio al retirarla por completa, aunque este débil me sentía algo mejor al haberla quitado.

Me acerque a mi papa y lo abrace muy fuerte— ¿Te han hecho daño?

—No cariño, estoy bien. Aunque si me dieron una buena paliza— trato de sonreír— ¿Cómo estás tú? Te han colocado las astillas, quisiera curarte pero es imposible mientras estemos dentro del círculo.

— ¿Te puedes mover?

—Aun no, esos golpes me dejaron sin energías.

—Tranquilo papa que te sacaré de aquí.

—Ambos nos ayudaremos ¿Si?— asentí— Ven duerme aquí— señalo sus rodillas que estaban dobladas— Estas muy cansada— me recosté en sus piernas, el acaricio mi cabello mientras tarareaba una canción.

—Extrañaba mucho aquella canción— una lágrima recorrió por mi mejilla.

—Te la cantaba cuando tenías pesadillas— dijo con su voz dulce.

—Esto es la peor pesadilla— solloce— ¿Porque tienes que sufrir tu papa? Tú no has hecho nada, siempre me has defendido y yo no puedo nacer anda por ti.

—No digas eso cariño, siempre haces algo por mí— suspiro— Eres fuerte y sé que con tu fuerza junto a la mía saldremos de esta. Por si de algo se, es que si no podemos usar el don podemos usar la fuerza que se nos dio a todos.

—Papa, tengo miedo de que te ocurra algo.

—Tranquila hija que soy un vampiro que morirá cuando cumpla los mil años— me guiño un ojo— Y no es por nada pero un padre siempre cumple.

—Te amo— cerré los ojos lentamente, me deje llevar por los brazos del sueño.

Saldré de aquí con mi padre sano y salvo así sea lo último que haga.

Miraba a mí alrededor, debía fijarme en cada detalle. Miré a papá él aún seguía dormido, ahora se lo veía mejor para como estaba ayer. El olor de este lugar era insoportable, olía a orina combinada con estiércol, a la vez se percibía aquel olor a humedad con la madera desgastada. A mi alrededor noté madera por montón y en grupos, en un lado habían troncos cortados para la leña, me llamó la atención una caja, la abrí encontrándome con herramientas para la pesca. Quería ser más rápida pero el cuerpo me dolía demasiado. En la esquina de, la granja había una estaca, era un palo metálico del largo de mi cuerpo con una punta oxidada, podría usarlo en y aunque estuviera oxidado era seguro que ocasionaría daño si la usaba en contra de Laura sería en vano, tal vez le haga daño a mi padre, sus hombres y ella junto a Chloe me harían daño, además no tenía fuerzas como para alzar el meñique.

Lydia® [LIBRO 1-2] BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora