Tortura

613 74 9
                                    

Día número 23: Los lectores siguen sin descubrir el secreto de los tres capítulos que se publicaron seguidos sobre el pasado de YingCheng. Empiezo a perder mi fe en la humanidad. Atte: Mon

La castaña caminaba sobre la cubierta del bote repasando las palabras que le habían indicado. Las gemelas se acercaron a ella y en una misma oración las dos preguntaron -¿Dónde está la maestra?- -Ying_Cheng me pidió que les dijera a ustedes, que algo no le cuadraba con lo de la espía y que quería comprobar algo- -¿Y dónde está?- -Se fue y se llevó a Dalí_en con ella- -No confía en nosotras- -Confía más en la novata y en el rubio que en nosotras- -Ah, sí. También, me dijo que les dijera que sólo confiaba en ustedes para cuidar a la princesa Ilah, su seguridad no debe ser arriesgada por una simple sospecha, o algo así- Las gemelas miraron incrédulas las palabras de la castaña -¿Cuál era la sospecha?- La chica se acercó a las hermanas con movimientos nerviosos y con voz baja dijo -Dalí_en y yo estábamos en la fiesta cuando ocurrió todo, ambos vimos que la espía quería llamar la atención. Ambos concuerdan que quería ser capturada; pero, Dalí_en cree que su objetivo no era el Señor del Fuego, ni su hijo- La dos gemelas se miraron mutuamente antes de preguntar -¿Y la maestra decidió abandonar el barco por una pequeña sospecha del chico?- La castaña no logró dar una respuesta, contestando únicamente con una sonrisa nerviosa.

La mujer de dorados cabellos deslizaba sus manos entre su cabellera. La chica empezaba a sentirse incomoda con su compañía. No hablaba, no la miraba, no hacía nada; sólo murmuraba palabras raras cada cierto tiempo. Desde hacía un buen tiempo las dos se había quedado sin tema de conversación, y todas las veces que intentó hablar sobre Dalí_en, ella la ignoraba, ni si quiera realizaba esfuerzo alguno por responder; actuaba, no como si no oyera, sino como si ella no hubiera dicho nada. Eso no le gustaba -Dalí_en es muy bueno con la espada. La maestra dijo que tú la entrenaste, ¿Lo habrá heredado de ti? Porque no creo que lo haya sacado de su padre- -...- La mujer seguía ignorándola mientras veía los escasos rayos de luz que entraban en su celda. Eso se estaba volviendo molesto para la chica. En un principio se sentía aliviada porque tendría compañía con la cual compartir; en este punto prefería que la hubieran puesto sola. Sola. Ella había dicho que estaba sola en la celda hasta su llegada -¿Por qué estabas sola hasta ahora?- La mujer se giró hacia la pelinegra mientras sonreía -Mira pequeña, será mejor para todos que empieces a aprender que estar en cerrada es una prueba de paciencia y resistencia. Más resistencia que paciencia- -Hablas igual que ella- La mujer aumentó el tamaño de su sonrisa -Ella es lo que es, por que yo la hice así- Cheng estaba por decir algo cuando la puerta anterior a la celda fue abierta.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que los guardias habían ingresado y sacaron a Midori? ¿A dónde la habían llevado? Era desesperante, más que cuando no hablaba. Recorría la jaula observándola con detenimiento, se colocó en el mismo rincón en donde ella se encontraba todo el tiempo. Las paredes tenían rasguños, no eran de la cuenta de los días, eran pequeños dibujos de los símbolos del elemento de la tierra y el fuego; los dibujos del fuego estaban tachados, rayados y picados, y los de la tierra estaban resaltados. No podía creer que a pesar de los años siguiera sintiendo tanto odio por la Nación del Fuego. Ying tenía razón, a Midori la guiaba su rencor por todas y cada una de las personas que nacían bajo el sol de esta nación. Tuvo que alejarse de ese lugar tan tóxico que la estaba envenado con esa energía negativa. La chica se paró y caminó hacia la única fuente de luz que tenía, ¿Era luz de luna? ¿Era luz solar? La chica extendió la mano intentando tomar con sus manos la poca luz que entraba mientras su corazón recordaba la forma en cómo el sol se reflejaba en el cabello dorado convirtiéndose en un pequeño sol terrenal. Respiró profundo y se mordió los labios cuando una pequeña lágrima brotaba de su blanco rostro. Una pequeña sonrisa se formó en ella al decir –Al menos pude verlo una última vez-

La chica seguía intentando tomar entre sus manos los rayos de luz que entraban en la celda, cuando los carceleros regresaban con la mujer y la arrojaban dentro de la celda. La mujer tenía claras marcas de enormes moretones por todo su cuerpo, no paraba de toser al tiempo que intentaba que recuperar la respiración. Antes que la chica pudiera ayudarla, los guardias la tomaron de los brazos y la sacaron arrastras. La chica se movía violentamente sin descanso en un inútil intento de zafarse, al lugar que la llevarán no podía ser agradable. Los hombres la metieron en un cuarto oscuro que sólo tenían una silla y una mesa sencilla con comida. Al entrar colocaron a la chica y encadenaron sus manos por el respaldo de la silla. Los dos soldados salían de la habitación cerrando la puerta tras ellos y dejándola en una tenue oscuridad, unas velas en la se encendieron dejando ver al hombre que la recibió en su llegada –Vaya, es la señorita cayada ¿Qué la trae por aquí?- La chica cerró sus ojos y respiró con fuerza. El hombre caminó en dirección de la mesa y se sirvió un vaso de agua con suma lentitud, ella veía como cada pequeña gota pasaba con cuidado de la jarra a su próximo recipiente. Toda su vida había estado rodeada de agua. Involuntariamente recordó sus días en la Tribu Agua del Norte, los canales que recorrían toda la cuidad, los vientos fríos que la acariciaban en las mañanas, el hielo del horizonte fundiéndose en el infinito junto al cielo. Luego sus recuerdos la llevaron al pueblo de Shu_jing y sus abundantes ríos, sus fuertes cascadas, las verdes praderas y los cálidos amaneceres –Lo lamento, soy un maleducado ¿Quieres?- Sólo empezaba.

Fuego y AguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora