El error (Extra)

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Los ojos azules de la joven mujer se encontraban fijos en el techo de la habitación, sus manos frotaban la suave tela bajo ella, lo más suave que había sentido en toda su vida; no podía evitar sentirse incomoda en ese lugar. Giró su vista a la puerta que se encontraba a un lado de ella, del otro lado estaba el cuarto en el cual dormía la esposa del príncipe Azulon; y en alguna parte de ese lugar estaba el Señor del Fuego. Si ella la viera ¿Qué le diría que hiciera? ¿Qué haría ella si estuviera en su situación? La pelinegra cerró sus ojos, tenía que dejar de pensar en eso, tenía que superarlo ¿Por qué tenía que pasarle eso a ella? Se levantó y caminó hasta detenerse frente la puerta que daba al pasillo del palacio del Señor del Fuego. Intentó calmarse respirando con profundidad, necesitaba calmarse para no cometer ningún error del que podría arrepentirse por el resto de su vida, error como el que había cometido hace once años.

Los ojos azules y los diminutos ojos ámbar vagaban por la mansión de Shu_jing. A Ying le tocaba cuidar al pequeño Tao mientras su madre hablaba con Midori; lo que esas dos mujeres hablaban era un misterio para ella. Podían hablar del los planes usarían para sabotear los campos de reclutamiento, los puestos de control que debían atacar o las futuras reuniones que tendrían en la casa del Señor Fu; fuera lo que fuera de lo que hablaran, daría cualquier cosa por saber que era lo que esas mujeres discutían; fuera lo que fuera, debía ser algo interesante o algo demasiado importante. La joven Ying se vio en la necesidad de regresar su concentración en el cuidado del niño cuando este estuvo a punto de echarse encima una de las muchas armas que estaban esparcidas por las habitaciones. Ese niño era muy inquieto. Fuera lo que fuera que esas dos mujeres hablaban, deseaba saberlo.

-¿No es la cosa más hermosa del mundo?- -Sí, lo es. Te dije que valdría la pena- Le dijo la joven morena embarazada a la rubia que sostenía entre sus brazos una pequeña criaturita con pocos cabellos rubios. Las dos mujeres miraban con cariño al bebe que aun no lograba abrir sus ojos -No sé cómo pude vivir todo este tiempo sin Adalí_en- La joven madre arrullaba con cariño a la criatura entre sus brazos cuando la morena agregó -Te dije que nada es más hermoso que un hijo que lleve nuestra sangre, es imposible no amarlos sin condición; como yo a mi pequeño Tao- La sonrisa que la mujer de dorados cabellos tenía al mirar al pequeño se fue borrando cuando la mujer mencionó a su hijo -El pequeño maestro fuego- -Tao- Aclaró la morena sin prestarle atención a la mujer -Deberías de darte asco haber traído un maestro fuego al mundo- El último comentario hizo reaccionar con leve molestia a la morena embarazada -Es mi hijo, no importa lo que sea, lo amo; igual que tú al tuyo- La rubia atrajo con leve molestia a su bebe y dijo -Mi hijo no va a crecer para ser un monstruo como el que destruyó mi hogar y el tuyo, cómo el monstruo con el que te has estado metiendo en la cama-

Los ojos azules de la pequeña estaban concentrados en niño que no dejaba de moverse cuando Midori se dirigió a prisa hacia dónde los dos se encontraban y gritó -¡Vámonos, Ying!- La joven nombrada tomó al pequeño entre sus brazos y se lo entregó a su madre antes de seguir a la mujer. -¿De qué hablaron, Mami?- La mujer se agacho para acariciar las mejillas de su pequeño -Escucha Tao, yo te quiero, a ti y a tu hermanito que viene en camino, no lo olvides, te quiero y siempre te querré; no importa lo que pase o lo que hagas, siempre serás mi hijo- Al terminar de hablarle al pequeño, la mujer lo abrazó con fuerza tratando de contener el llanto que deseaba salir -Pero no puedo negar que desearía que no hubieras sido maestro fuego- El niño confundido recibió el abrazo de su madre, no comprendía que pasaba ¿Qué le dijo esa mujer que hizo llorar a su mami? -Yo también te quiero Mami, papi y yo te queremos mucho, siempre te voy a querer mucho- La mujer beso la frente del pequeño antes volver a abrazarlo con fuerza -Lo sé, lo sé-

Los ojos azules de la pequeña estaban concentrados en la imagen de Midori arrullando entre sus brazos al pequeño que había salido de su vientre. Lo sostenía con demasiado cuidado, como si fuera algo demasiado frágil que se fuera romper al mínimo descuido. Ying no entendía la razón por la cual Midori descuidaba todo por estar al pendiente de esa "Cosa". Antes que el bebe llegara, Midori sólo pensaba en destruir o atacar a la Nación del Fuego. Cuando estuvo embarazada, primero pensó que estaba enferma de algo raro; luego, obligaba a Ying a mantenerse al pendiente de todos los movimientos que hacía el ejército o a sabotear los navíos de soldados que pasaban cerca de la zona. Ahora ya no le ordenaba nada, ya no le preguntaba nada de los movimientos militares de la Nación del Fuego. No lo entendía, pero le gustaba; sentía un extraño alivio al oír la melodiosa voz de Midori intentando hacer dormir a la "Cosa esa". -Ven- dijo la mujer al descubrir a la joven observándola desde afuera del cuarto -Ven, no muerde, aun no- La pequeña se acercó al llamado dudando a cada paso.

Fuego y AguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora