El peor día de la vida.

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Hannah.

Luego de unos minutos, cierro mis ojos porque siento que así mis tripas se relajaran y dejaran de azotarse una a la otra.

Abro mis ojos cuando siento pasos en la barraca y me incorporo rogando porque no sea la gorila que ha jurado con los ojos matarme de un puñetazo. Pero no lo es, es Morti, que viene con el uniforme puesto. Una remera de mangas cortas negras con el logo de la escuela militar, unos pantalones de camuflaje caqui y unas botas. Con lo delgada que es parece que el traje es el triple de grande que ella. La han despojado de sus piercings faciales y de su gargantilla. En sus manos trae algo en una bandeja y cada tres segundos mira hacia atrás asustada.

— Te he traído esto. —dice bajo, como si alguien más pudiera escucharnos.

— ¿Qué es?

Ella se sienta en su cama y me entrega la bandeja — es una ensalada de pollo. La tomé y vine en escondidas a traertela. Con Vitto pensamos que tendrías hambre.

Lentamente tomo la bandeja y la miro fijamente. — ¿Por qué son amables conmigo?

— Seremos compañeros. Y aunque estoy convencida que tú no harías lo mismo por nosotros, supongo que para poder redimirnos del todo, deberíamos ser buenos compañeros.

— Supongo.

—¿Por qué no eres capaz de cerrar la boca y dejar de meterte en tantos líos?

— Es impulsivo. — agarro el tenedor y pincho la ensalada.

— ¿No controlas el ser extremadamente arrogante?

—¿Acaso te han quedado dudas, Morti? — le digo arqueando una ceja.

— Sí, fue una pregunta idiota. Deberías ponerte tu uniforme.— se levanta de su cama. — El sargento vendrá en unos segundos para llevarte al despacho del Subteniente.

—No quiero ponerme el uniforme. No es mi estilo.

—Si fuera rosa, estoy segura de que sí.

—Ya Morti... Vete antes de que venga alguien.

De mi boca estuvo apunto de escaparse un "Gracias" pero no salió nada y para entonces Morti ya se había ido.

Me apuré en comer la ensalada. No sé en donde fueron cultivados los tomates, ni si el pollo está libre de hormonas. Sólo sé que estoy comiendo como una evacuada y que probablemente este ingiriendo más bacterias que vitaminas. Pero aún así es mejor que nada.

Escondo mi bandeja debajo de la cama y miro el uniforme doblado. En una chispa de creatividad decido desdoblar la camisa, que claramente no es de mi talle, sino uno tres veces más grande que mi talle. Busco entre mi ropa un top negro y me coloco un short tiro alto negro.

El Sargento aparece cuando yo estoy rehaciendo mi coleta y me toma por sorpresa. Aún sigue con su traje formal y esta parado a unos cuantos metros.

—¡Carajo! Casi me mata. — me llevo una mano al pecho.

— Camine.— comienzo a creer que ese tono tan frío es automático en él.

Obedezco sólo porque es él quien ha venido, y no la "peinadito engominado".

Camino por todo el campo de entrenamiento, traspasando el salón principal conectado a la cafetería. Veo como el grupo de ingresantes es guiado por las instalaciones. Los muchachos ahora todos iguales porque ya los han rapado. No puedo diferenciar cuál es Vitto y Morti no aparece a mi vista. A la única que reconozco es a la gorila que sobresale por entre los varones y las mujeres.

¡Señor, sí, Señor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora