¡Esto es la guerra!

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Le hice caso al Subteniente Miller. Pero puse mi despertador una hora antes para poder ducharme y cambiarme tranquila. La ropa que tenía del uniforme seguía sucia, pero no me habían dado otro uniforme, así que en mi día libre lo dejaría para que lo lavaran. Aunque no me sorprendería que me hagan lavarlo a mi.

Había "descansado" un poco mejor esta vez. Claro que mi espalda estaba destrozada por ese horrible colchón y porque cada vez que me daba vuelta me encontraba en el filo de la cama, olvidándome que este no era mi colchón King size. Así que me mentalice en dormir en una sola posición. Después de todo esto necesitaré un año en el quiropráctico.

Seco un poco mi cabello húmedo con la toalla y me lo recojo en un moño desarreglado. Miro mis uñas, que piden a gritos una manicurista. No se han roto ni astillado, pero la pintura se ha descascarado por estar tallando botas y fregando baños. Miré la hora en mi celular. Faltaban cinco minutos para las seis de la mañana. Así que volví en puntas de pie a la barraca de fracasados y dejé mis cosas.

Vuelvo al campo de entrenamiento y me quedo por ahí parada mirando al suelo, pateando piedras. Hace dos días que no sé nada de la actualidad, ni de redes sociales, ni de si Ariana Grande o Lady Gaga han sacado nuevas canciones o si salieron más fotos de Brad Pit con su nueva chica.

Comienzo a cantar, en voz bajita, la primera canción que se me viene a la mente. Extrañaba escuchar música. Sigo pateando piedras y coloco mis manos en los bolsillos y me hago unos cuantos pasos para atrás mirando mis botas.

Nathan

Cuando me levanto en la mañana, me pregunto si es que tendré que ir y despertar de la misma manera a la odiosa y hacer que se prepare en menos de un minuto. Pero cuando llego al campo de entrenamiento me doy con la sorpresa de que la odiosa está ahí pateando piedras despreocupadamente mientras balbucea una melodía inrreconocible.

— Por lo menos depertarla tirándola de la cama funcionó.— pienso.

No sé si ella es muy despistada o yo soy muy silencioso con mis pisadas porque ella ni si quierase se da cuenta de que estoy detrás de ella.

Hannah.

Choco con algo firme y me llevo el susto de mi vida. Al dar la vuelto veo al Sargento Miller, parado con su uniforme de entrenamiento bien limpio y prolijo. Y yo aquí pateando piedras con el uniforme más sucio que podría existir, con un moño desarreglado y un poco húmedo. Quiero salir corriendo y esconderme. Jamás había sentido tanta vergüenza de ser observada por un chico guapo.

—¡Demonios! Me ha asustado. —me llevo la mano al pecho y luego respiro profundamente. No sé si es que el corazón me late rápido por que me he asustado feo o porque el Sargento luce tan lindo con ese uniforme. Qué idiota sexy.

—Buenos días, Marinero. —dice serio, ignorando mis palabras vulgares. Aún así noto una chispa de burla o risa en sus ojos. Algo tiene en su cara que lo delata pero se disfraza de hombre frío. Coloca su mano derecha a la altura de la sien en saludo militar.

—Buenos días, Señor. —trato de imitarlo pero algo no funciona.

Él se acerca y toma mi mano. —La mano va lo más recta que se puede. - la acomoda en la posición. Su voz ya no es fría. Esta susurrando, como si fuéramos mejores amigos y estuviera contándome un secreto — es como un ángulo de cuarenta y cinco grados. — levanta un poco mi codo. Su tacto y sus movimientos son suaves. Y a mi, la respiración me comienza a fallar. A la distancia a la que estamos puedo sentir su colonia.

Nathan.

En parte me da lástima, hoy se ha levantado temprano, llegó a horario. Es más parece haber llegado mucho antes de que sean las seis. Y hoy está dispuesta a cooperar, así que le podría ayudar con ciertas cosas.

¡Señor, sí, Señor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora