Conflictos celosos o celos conflictivos.

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Nathan.

Anoche no podía dormir, es algo ilógico, porque en éste lugar lo único que se espera con ansias es la noche, para poder juntar energías para el día siguiente.  Pero esa noche como nunca, giré y giré y giré en mi cama.

La imagen se repetía una y otra vez en mi cabeza y yo me reprendía una y otra vez, porque soy un hombre de honor y no debería andar pensando en ese tipo de cosas, menos de una marinero interna de diecinueve años.

En la mañana, ya casí antes de que el Sol saliera me decido a levantarme, porque será imposible dormirme  y mientras pueda mantener mi mente ocupada en otras cuestiones me será más fácil no sentirme tan idiota.

Asi que salgo de mi habitación en vistas a la cafetería sin saber que me los voy a cruzar por el camino.

Ella lo abraza tan feliz como nunca la he visto, porque desde que llegó esto debe ser el infierno para ella. Él la levanta y la amaca de un lado a otro tan contento como lo está ella. Sé que me dijo que eran amigos, pero verlos de esa forma realmente me da a pensar que...

La odiosa, —sí, ahora vuelve a ser odiosa— me saluda con la mano, pero realmente no me nace sonreír y hacer de cuenta que somos los mejores amigos. Realmente no tendría que ser así.

***

El día me pasa más lento de lo normal. El calor es insoportable, hoy mi padre se empeña en hablarme y hablarme. Mi humor empeora cada vez más.

Holt entra en mi despacho quejándose de Hannah. Se odian a muerte y yo tengo que estar en medio obligadamente.

Después de almorzar me voy al lugar de encuentro ya establecido con un pesar tremendo. No quiero estar aquí, menos tener que esperar, pero ella no se demora tanto.

Aparece con una sonrisa radiante en la cara— Hola.

La miro sin dejar de pensar en la escena que vi en la mañana. 

—Mira, he traído tu camiseta, lo sien...

—Quédatela, no la necesito.— interrumpo. No quiero esa camiseta de nuevo, me traerá recuerdos.

—¿Estás bien? digo... Se te nota un poco molesto.

— Límitese a hablarme como se debe. 

Ella me mira sorprendida. Y yo sé que estoy actuando como un reverendo idiota, pero no puedo controlarme.

—Pero hace unos días me dijiste que...— continúa.— ¿Hice algo hoy? al parecer todos se la agarran conmigo.— se queja.

—Sesenta flexiones.

—¿Qué? Espera, no entiendo por qué actúas así...— niega con la cabeza sonriendo. — creí que todo estaba bien, que íbamos a ser amigos...

—Pues te equivocaste. Nuestra relación no puede ir más allá de Sargento-Marinero.

—¿Pues no fuiste tú quién...?— se calla. — ¿No fue usted quién se acercó a mí diciendo que le caía bien y todas esas estupideces de ser amigos y llevarnos bien?— Dice frunciendo el ceño.

—Lo hice por lástima.—dejo salir de mi boca esa frase. Esa frase cambia su cara como un balde de agua fría.

—¡¡¡No necesito de su lástima!!!— chilla tirando la camiseta con rabia al suelo. Y se gira para irse.

¡Señor, sí, Señor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora