Nadando.

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Hannah.

Es sábado, Día de descanso por suerte. Al momento de despertarnos, me encuentro con la pierna de Morti arriba de mi abdomen y su cabeza está arriba de las rodillas de Vitto. Vitto está con la cabeza colgando al borde de la cama mientras ronca y yo estoy con todo el pelo en la cara y una pierna afuera de la cama. 

Somos un desastre durmiendo los tres. 

Seguimos sin separar las camas, no creo que lo hagamos hasta el último día, así que somos los únicos idiotas que duermen juntos en la barraca. Claro que cada vez que nos vamos a acostar nos miran raro. 

Es decir, dos mujeres y un hombre. La morbosidad en esta gente es tremenda. En especial en dos idiotas que creo haber mencionado. Esos que nos miran a Morti y a mí con cara de pervertidos psicópatas.

Igual, me importa muy poco, porque sé que cuando me vaya no veré más a estos fracasados, lo único que me importa es que Morti no se sienta sola.

Al despertarnos, nos miramos entre nosotros para ver que tan mal estamos. Creo que los tres estamos adoloridos por haber dormido mal, aún así no nos quejamos y nos levantamos con pereza.

Después de tantos días, volvemos juntos a nuestra guarida.

—Hoy sí que hace calor.— dice Vitto dejando su mochila de contrabando en el suelo.

—Lo sé, no me aguanto ni yo misma.—digo soltando mi bolso y tomando una liga para atarme el cabello.

—Está para unas cervezas bien frescas— dice Morti mientras enciende un cigarrillo.

—Maldita, me haces desear.—Dice Vitto sacando nuestra manta.

—¿Saben? Estaría bueno ir a la piscina.— me siento a la par de Vitto y saco mi botella de agua.

—En estos momentos debe estar llena de reclutas.

—Lo sé.— me quejo.— pero estoy sudando como puerco, necesito refrescarme.

Morti se acerca a mi y me quita la botella de agua, me lanza un poco a la cara y ellos comienzan a carcajear— Listo, bien fresca.

Me quedo unos minutos paralizada, mientras trato de no reír por su risa contagiosa—Estúpida, mi remera.— paso mis manos tratando de sacar un poco de exceso de agua, pero realmente es refrescante.

—De nada.— dice mientras lleva su cigarrillo a la boca.

Aprovecho ese instante y tomo mi botella para lanzarle agua. 

Su cigarrillo se apaga y ella me queda mirando con los ojos abiertos. Entonces Vitto y yo empezamos a reír.

—Estaba casi entero.— dice tirando la colilla mojada.

—De nada.—Repito riendo,entonces ella quiere quitarme de nuevo la botella pero esta vez la tomo y le lanzo agua Vitto.

—¿Y a mí por qué?—Gruñe mirando su remera.

—Por reirte de nostras.

De un momento a otro comenzamos a correr, ellos por detrás de mí tratando de quitarme la botella. La guerra de agua había comenzado y terminamos perdiendo todos porque de tanto correr quedamos agitados y sedientos... y el agua se había acabado.

¡Señor, sí, Señor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora