Charla.

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Al regresar a casa, me encuentro la misma soledad de siempre. La depresión me va a invadir si me quedo aquí, así que la idea de irme a Texas y vivir allí la tengo más presente que nada.

Marco el celular de mí padre y espero a que atienda.

—Hannah, ¿Volviste de tu viaje?

—Si, hace media hora.

—¿Te divertiste con tu amiga de Texas?

—Si, pasamos una linda semana. También visité al Subteniente Miller.

Suspira.—Hannah, ¿quieres venir al casino? Tenemos que hablar.

—Está bien, iré en minutos.

Dejo mi bolso en mi habitación y bajo a buscar las llaves de mi auto.

***

Sidney me da paso a la oficina de papá y entro dejando mi cartera en el sofá que tiene ahí en su oficina.

—Llegaste.

—¿De qué querías hablar?

Él deja de lado lo que está escribiendo y me mira— de nosotros Hannah.

—Bueno, no hay mucho que hablar. En realidad no hay nada.

—Y por eso mismo. No tenemos relación.

—¿Y eso es culpa de...? — me cruzo de brazos.

—Hannah, tú crees que es muy fácil manejar un casino ¿No es así?

— Papá, se que nada es fácil. No es fácil tener un negocio, hacer una casa o conseguir un trabajo. Pero después de que se fue Geraldine prometiste que me cuidarías y que seríamos tú y yo. Y al final terminé siendo yo sola por un lado y tú aquí en el Casino. No pudiste mantenerle la promesa a la única persona que estaría a ahí para ti... entonces al parecer era más difícil para ti darle una hora de atención a tu hija que dejar una hora el Casino en manos de Sidney.

—Yo... —Calla abruptamente y luego me mira.— lamentablemente no tomé buenas decisiones.

Es ahora o nunca.

—Papá, quiero irme a vivir a Texas.

Él me mira sorprendido.

—¿De verdad quieres irte?

—¿Qué otro caso tendría quedarme aquí? Tú trabajas, estoy sola en casa. Podrías vender la casa y comprar un apartamento. Así no tendrías que pagarle a las empleadas y tendrías tu propio espacio para cuándo volvieras a dormir.

—¿Y en dónde piensas quedarte allá?

—Morti me dijo que podría quedarme en su casa, por lo menos hasta que consiga otra cosa. Y planeo buscar trabajo así no tienes que mantenerme.

—Hannah, eres lo único que me quedas después de que tu Madre se fue.

—Tú también eres lo único que me queda. ¿Pero qué crees que es lo mejor para los dos?

—Bueno, sí es lo que quieres...

Sonrío emocionada y luego rodeó el escritorio para abrazarlo. Él me abraza de igual manera y me da un beso en la frente.

—Pero tienes que prometerme que los dos pondremos de nuestra parte para mejorar nuestra pequeña familia.

—Te lo prometo. Y tú tienes que prometerme que me llamarás cada noche para desearme dulces sueños.

—Eres mi pequeña reina, te seguiré malcriando a distancia.— aprieta mi nariz.

Un par de lágrimas se derraman por mis ojos y él las limpia suavemente.

—Vincent me contó lo que hiciste por Nathan.

—¿Vincent?— pregunto desconcertada.

— Miller.

—Oh.—río.— no sabía que se llamaba así.

El ríe también y luego comienza a moverse en su silla giratoria de un lado a otro.— pensé que podríamos darle un regalo a Nathan.

—¿Qué clase de regalo?

—Tengo un amigo que es hermano del hombre que se encarga de diseñar prótesis para gente que ha perdido sus miembros.

– Papá, es un tema muy delicado para Nathan. – mi sorpresa es enorme. ¿Papá pensando en algo que no sea su Casino?

—Hablé con Vincent y le he comentado la situación. Él también piensa que esa prótesis podrá aumentar el autoestima de Nathan. Dice que al parecer se ve un poco frustrado porque ya no puede entrenar, ni salir a correr como antes.

—¿Cómo vas a conseguir esa prótesis?

—Ya la tengo, está en aquella caja— señala a su sofá.— y ya que vas a irte a vivir allá y estarás más cerca, podrías llevarle eso a mi yerno.

Me quedo inmóvil y luego abrazo a papá de nuevo.

— ¡Gracias Papá!

— Y... también le dije a Sidney que me tomaría una semana de vacaciones para viajar a Miami con mi hija y tener un...

No dejo que termine de hablar y me lanzo de nuevo a abrazarlo.

— ¿Puedo llevar a Alice?

— Claro que sí, serán unas lindas vacaciones.

— Te amo.

— Yo también — acaricia mi pelo.— hay algo de lo que también necesito hablarte.

— ¿Qué es? — Me separo bruscamente y me siento en su escritorio.

— Tu madre me...

— Ni me hables.—levanto una mano en señal de stop.

— Hannah, escucha, ni si quiera has dejado que termine.

— ¿Para qué? Nada bueno sale de esa mujer. No la necesito, no fue indispensable. No quiero saber nada de ella.

— Hannah, cuando Geraldine se fue, yo quede igual de dolido que tú.— toma mis manos.—  era la mujer con la que había decidido formar una familia, la que había elegido para quedarme hasta el final. Pero con el tiempo, aprendí que sí no fue como esperaba, debió  ser por algo y aprendí a dejar los rencores afuera.

— Claro, como si fuera tan fácil perdonar a quién se supone debía estar para ti toda tu vida. Ella era mi madre. Era.— vuelvo a recalcar y lentamente siento como un nudo se forma en mi garganta y las lágrimas amenazan con salir.— odio que se fuera sin siquiera importarle su hija de nueve años. ¿Y ahora qué han pasado diez años? Ahora cuando ya no necesito de ella ¿ahora quiere aparecer?

— Hannah— suspiro. — Tu madre quiso ponerse en contacto contigo un mes después de irse de casa. —  agacha la mirada y luego pone sus manos tapando su rostro.— como todo era reciente y tú estabas triste por eso, no dejé que eso ocurriera. Todos los meses llamaba preguntado si ya era el momento, y yo le decía que no, porque estaba enojado con ella y porque veía que tú estabas comenzando a continuar con la rutina y parecía que te habías olvidado con el tiempo.

— Pero...

— Luego comenzó la etapa de los internados, ella llamaba y preguntaba cuando volverías para venir a verte.

— Basta, papá. Estas tratando de limpiarla. — tapo mis oídos.— ¡Ella nos abandonó!

— Lo hizo, pero... también lloró muchas veces en el teléfono esperando que contestaras una llamada. Ella paga la consecuencia. Pero... ¿Acaso no quieres cerrar esa herida para siempre? ¿Terminar de decirle todo lo que alguna vez le quisiste decir?

Me quedó mirándolo con lágrimas en los ojos y luego tomo mi bolso y la caja de la prótesis.

—Lo único que quiero es que deje de hacerme daño. Estoy felíz así como estoy ahora.

Salí casi corriendo de su oficina y me encerré en el baño a llorar.

¡Señor, sí, Señor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora