Después de dejar mi bandeja, vuelvo al campo de entrenamiento donde tenía que practicar los golpes con Nathan.
Mis nudillos aún están raspados y siento mis manos débiles por todo el trabajo que estuve haciendo con Holt. Además de que me cuesta manejarme con las uñas cortas. Cuando te acostumbras a hacer cosas con las uñas largas, luego se te dificulta hacerlo con las uñas cortas. Y creo que sucede lo mismo si es en viceversa.
Mis músculos duelen desde el primer día pero es como que ya no lo siento tanto. Tengo tantos dolores que ya no sé ni que es lo que me duele realmente.
Llego al lugar de entrenamiento. El Sargento aún no llega. Así que me pongo a dar vueltas por ahí mientras balbuceo alguna canción y miro al piso pateando piedras pequeñas.
Una mano toca mi hombro y el corazón me sale disparado.
-¡Jesús!- suspiro tomándome el pecho.-¿Se le va a hacer costumbre llegar sin decir nada?
Él se sonríe y a mi se me dispara el corazón de nuevo.
-Lo siento. Es divertido ver tus reacciones.
-Sí, seguro que sí. - respondo con sarcasmo.
Él se larga a reir y luego se sienta en el piso, apoyando su a espalda en uno de los muñecos.
-¿Qué te sucede? Estás rara.
Entonces lo miro extrañada. Porque me estaba preparando psicológicamente para ejercer la fuerza que no tengo.
-Lo que me es raro es que... Bueno, pensé que haríamos algo. Digo...
-Ah no. A está hora todos están corriendo en el campo. Nadie viene para estos lados así que no hay que fingir que te estoy exprimiendo.
Entonces quedo aún más desconcertada.
-Siéntate.- dice señalando al suelo.
Lo miro insegura. Aún me cuesta asimilar la situación.
-¿Te sucede algo?- me pregunta arqueando su ceja.
-La pregunta es si a usted le sucede algo.
Él se ríe y a mi se me dispara el corazón de nuevo.
-Tranquila. Es sólo para hacer tiempo. O acaso quieres que te haga hacer flexiones.
-No, no, no. Claro que no.-Me siento lentamente en el suelo. Justo en frente de él pero a una distancia considerable.
Estoy realmente asustada. No estoy acostumbrada a escucharlo reír tantas veces. Es más creo que es la tercera vez y realmente es raro porque lo habitual es verlo ceñudo.
-¿Qué te sucede?
-¿A mí?- pregunto ingenua. - Nada. No me sucede nada.
-Oh... pues estás como... apagada.
-¿Apagada? No entiendo.
-Cómo si estuvieras triste por algo.-explica.- Lo habitual es ver una Hannah que se queja por todo.
-No...- sonrío.-bueno, no estoy en condiciones de quejarme, pero no estoy triste.- niego con la cabeza lentamente.- Bueno, estoy como un poco molesta.- tomo una diminuta ramita del suelo y comienzo a dibujar garabatos con eso en el piso.
-¿Por qué? O mejor dicho ¿Con quién?
- ¿Por qué le interesa como me siento?- digo aún desconfiando mientras arqueo una ceja.
-Sólo estamos charlando. Es una charla. Tú y yo.- dice despreocupado.
Tú y yo. Dios... ni quiera sabe lo que eso provoca en mi cerebro.
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¡Señor, sí, Señor!
Teen Fiction"-¿Qué tú hiciste qué?- grito.-Estas demente, hombre." Hannah Crowell tenía la vida perfecta. Todo lo que pudieran imaginarse: Autos, motos, la mejor ropa, los mejores zapatos, un cabello esplendido y uñas largas y bien pintadas. Claro que no se pod...