Nathan.
Cinco días han pasado. Pero parecierion cinco siglos. El tiempo aquí se detiene y ruegas que termine el día para poder volver a la trinchera. Aunque volver a la trinchera no significa dormir. La situación me tiene con pocas horas de descanso. O pocos minutos en realidad. Varios han muerto en el intento. Pero por suerte son más ellos que nosotros.
Las fuerzas militares de los Estados Unidos darán la orden de retirarnos mañana, ya que el objetivo estará casi cumplido en su totalidad. Aún así hay que aguantar el último día tratando que en la vuelta no seamos menos de los que ya somos.
Los refuerzos llegaron anoche, un avión de las fuerzas armadas los dejaron en las costas de Siria donde los espera otro escuadrón para asegurarse la perfecta llegada. Tendrían que estar llegando a nuestra base en pocos minutos ya que no estamos tan lejos de la costa. Sin embargo el Teniente Harrison anuncia la nueva estrategia para el próximo ataque.
De nuevo hay que salir, armarse hasta los dientes y volver con vida qué es más o menos el objetivo que tengo.
Holt me acompaña, es el que se encarga de cubrirme la espalda a mí y a Chase.
Salimos de a cinco grupos de tres personas. Los estruendos de misiles, granadas y ametralladoras se escuchan fuerte y claro. Nos ponemos alertas y seguimos avanzando.
Disparo mi arma y comenzamos a avanzar mientras varios de ellos caen. Sabemos que no son personas importantes en el momento en que los matamos tan facilmente. Son chivos expiatorios que mandan para distraernos pero en cuanto avanzamos la cosa se pone un poco más densa.
— Sepárense y manden a pedir dos refuerzos más.
Chase saca el intercomunicador y da la señal. En ese entonces Carol junto a Jason y Liz vuelven casi corriendo.
—¿Qué sucedió? —pregunto.
—le dieron a Liz en la pierna. Carol se encargará de llevarla, yo me quedaré con ustedes.
Chase toma devuelta el intercomunicador y manda la señal que va una herida y que deberían mandar un refuerzo más, ésta vez en vehículo. El Teniente se niega a mandar un vehículo pues porque no está en su estrategia. Chase discute con él pero al final seguimos a pie con la opción de que vendrá otros cinco grupos a ayudarnos.
Hannah.
El Teniente a cargo de la tripulación daba las indicaciones.
Un marinero me entrego un paracaídas.
A pesar de que ya estaba metida hasta la médula en esto y no podía echarme atrás, nunca había saltado de un avión en movimiento para caer en el mar y nadar con todo hacia la costa, así que el miedo y la ansiedad me comía el estómago.
Me había infiltrado, antes de que mandaran el avión. Yo no estaba rn la lista de aptos. Ni si quiera soy una verdadera Marine. Pero aún asi logré encontrar una fuga y me infiltré en el primer avión.
—... en la costa estará esperándolos el escuadrón del Capitán Franke, él les dara armamento y les explicara la situación hasta el momento.
Al dar la señal con la mano, los marineros comienzan a lanzarse en caída libre.
Dios. Dios. Dios. Se que no te presto mucha atención a veces, pero en esta necesito que estés conmigo.
Me coloco el paracaídas y me azomo a la puerta. Salto cerrando los ojos y siento el aire fresco en mi cara. El corazón me late como si me fuera a explotar, y el cuerpo está más duro que roca.
Abro los ojos en un intento de valentía y veo como los marineros del segundo avión caen. Miro hacia abajo desafiando el vertigo y cuando logro distingir que los demás abren su paracaídas, abro el mío y dejo que todo suceda.
La vista desde aquí es deprimente. No se ven más que escombros y estallidos por todos lados. Gritos. De ordenes y de dolor. Tal vez gritos de muerte. El corazón se me encoge de solo pensar que aquí hay más muertes y tragedias que en cualquier lugar del mundo. Muertes de gente inocente.
Mis pies tocan el agua congelada y ni bien mi cuerpo entero está en el agua desprendo el paracaídas de mi cuerpo y comienzo a nadar contra la corriente para llegar a la orilla.
La verdad es que no es nada fácil nadar en mar abierto, menos si mi mente está pensando en qué clase de animales habitan estas aguas. Así que con más razón me apuro y brazeo lo más rápido que puedo.
El alivio que siento al tocar tierra con mis pies es momentáneo, ya que los estruendos y los gritos no paran e inmediatamente me entregan un arma para subir al vehículo blindado que nos llevara hasta la base de nuestras fuerzas.
En el vehículo trato de no hacer contacto visual con nadie. Primero porque estoy lo bastantemente asustada como para que lo noten en mi rostro y por otro lado, alguien podría notar que estoy de colada.
Al bajar de la camioneta, trato de quedarme al último de todos para pasar desapercibida. El oficial al mando da las ordenes y explica que necesitaran grupos de gente que vaya de refuerzo al grupo central.
La gente comienza a moverse y yo no sé que hacer o en donde ponerme. Necesito tiempo para analizar, pero acá no hay tiempo de nada.
Una mano toma mi brazo y me obliga a caminar hacía adelante. Comienzo a asustarme pero su rostro se inclina hasta mi oreja y luego susurra.
—Tranquila Principessa, sus plebeyos están con usted.
Me giro alarmada y debajo del casco puedo ver la sonrisa burlona de Vitto y a la par Morti con la sonrisa débil que siempre da.
—¿Qué demonios hacen aquí?
—Lo mismo te preguntamos.—responde Morti.
—Se supone que estarían en sus casas.
—Morti y yo cocincidimos en que si nos faltas tú, es como no estar en casa en realidad.
—Ustedes están dementes.
—Tú eres la demente, si piensas que vamos a dejar que te mates sola por ahí.
—anda, camina.—me empuja Vitto.— el frente de batalla nos espera.
Los grupos se forman y cada uno con un arma en la mano comenzamos a marchar siguiendo ordenes del superior. Nuestro objetivo es llegar hasta los grupos principales y cubrirles las espaldas.
ESTÁS LEYENDO
¡Señor, sí, Señor!
Teen Fiction"-¿Qué tú hiciste qué?- grito.-Estas demente, hombre." Hannah Crowell tenía la vida perfecta. Todo lo que pudieran imaginarse: Autos, motos, la mejor ropa, los mejores zapatos, un cabello esplendido y uñas largas y bien pintadas. Claro que no se pod...