Los ingresantes.

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Nathan.

Este era un reto muy importante para mí carrera militar. Papá había conseguido que me tomaran en cuenta y corregir a todo aquél que fuese introducido por problemas legales era mi misión.

En cierto punto, nadie nos aseguraba que se corrigieron del todo. Pero era mucho mejor que aprendieran a trabajar duro todos estos meses a que se la pasarán en una cárcel juntando más odio y teniendo tiempo libre para pensar en como deberían seguir delinquiendo de una manera más original para que no los pillaran.

Papá estaba más ancioso que yo, y luego con el pasar de las horas, me di cuenta de por qué.

Crowell.

Nos hemos topado con niños mimados, que son arrestados por hacer papelones en la calle o por tener brotes de ira y pensar que son imparables, rompiendo todo lo que se les cruza por el camino, creyendo que porque son ricos nadie les dirá nada.

Pero nunca pensé que en menos de cinco minutos ya pudiera detestar a alguien. No tenía noción, ni la dimensión que poseía el lugar en el que había entrado. Papá me dijo que era hija de un conocido, aún así no me ha querido decir por qué está acá. Su presencia y vanidad son irritables. Necesité de una firmeza combinada con paciencia para no salirme de mi lugar y realmente decirle cosas que no debería decir un Sargento, cuando la vi entrar tan desafiante a la sala común vestida como se le había dado la gana.

Carol no es como yo. Ella no se resistió, además de que odia a los niños mimados y engreídos, es competitiva cuando alguien la desafía. Se estaba pasando de rosca al doblarle el brazo.

Sé que no le gustó. De por sí, las cosas entre Carol y yo eran tensas y recibir órdenes que claramente no le gustarían cumplir la enfadada más. No podía salirse con la suya.

El resto del grupo era tranquilo. A pesar de que todos tienen esa cara de "Me vale mierda esto, quiero irme al diablo" ninguno provocó algún problema parecido, o ha puesto mala cara en cuanto alguna de las reglas. A no ser que sean más inteligentes - seguramente-que la niña de pelo negro y tacones de diseñador.

El almuerzo tuvo su lugar. Generalmente oficiales comemos apartados de los ingresantes y los internos. Tenemos nuestra propia mesa aparte, así que aproveché que tenía a mi padre para comenzar la charla. Él ya me miraba expectante.

—¿Y bien?—pregunta casi sonriendo. Aún no sé por qué le entusiasma tanto el hecho de tener a una busca pleitos en el campamento.

—Ya ha infringido como cincuenta reglas en diez minutos.—digo después de tragar mi primer bocado.

—A poco no es especial. —sonríe—Me me ha hecho reír todo el camino hacia
aquí.

—Especial, seguro. —añade Carol, metiéndose sin permiso en la conversación.— Seguramente tuvieron que implantarle neuronas de plástico.

La miré con el ceño fruncido. En otro contexto me hubiera reído de su comentario. Es más también pienso que esta chica tiene problemas cognitivos al no poder seguir una simple consigna, pero esta charla era entre mi padre y yo... al parecer se le han olvidado ciertas cuestiones.

Ella comprendió su error y sólo se limitó a seguir comiendo y a mirar su plato.

—Es un desafío. Realmente no es como los demás.—le digo mientras vuelvo a pinchar un pedazo de pollo con mi tenedor.

—Se que podrás lograr algo bueno, te encantan los desafíos. Ella es un desafío muy interesante.

La charla sobre Hannah se zanja en ese instante y hablamos sobre como organizarnos en cuanto al entrenamiento y las tareas. Mi padre me designa a mi como el supervisor de castigos y a Carol como encargada del entrenamiento diario. Se que lo hace porque al parecer Hannah tratará de romper todas las reglas posibles y quiere que sea el encargado de que ésta siga por el buen camino.

Sinceramente no sé si vaya a funcionar o terminemos explotando el uno al otro, porque al parecer, ella odia las órdenes y yo odio los desórdenes.

La cuestión es que nuestras tareas estaban divididas. Me tocaría supervisar a los rebeldes y algunas veces ser parte del entrenamiento.

Mientras seguía comiendo me preguntaba, que tal la estaría pasando la niña mimada, que no tiene su lujoso cuarto ni tampoco un almuerzo de gourmet. Me daría gusto ver su cara en estos momentos, pero al estar a cargo de esto debo seguir con mi apariencia solemne e inmutable.

***

Tenía que ir a notificarle que mi padre la esperaba en su despacho. En realidad tenía que escoltarla, cosa que no mencionaría porque le agradaría el ego a señorita caprichos, así que sólo me presentaría ahí le diría que me siga.

Al momento que entré, me arrepentí de no haber hecho algún ruido para llamar su atención. Un carraspeo, un tos falsa, pisar fuerte, no sé... cualquier cosa.

Estaba terminado de colocarse un top. Me paré en seco y como buen hombre de honor miré hacia el costado hasta que terminase de colocar su top.

Esto si que era incómodo. Si se daba cuenta de eso, a lo mejor armaba un escándalo y salía a decir que yo era un pervertido y no sé qué más.

Aún así no pareció darse cuenta de eso, porque cuando se giró, llevó su mano al pecho y pegó un suspiro de susto.

Había transformado el uniforme de la Marina en una cosa realmente fuera de contexto, parecía que iba a la pasarela. Parecía un don. A quién se le ocurría combinar las cosas así.

En cuanto abrió la boca de nuevo, supe que ella y yo pasaríamos mucho tiempo juntos...

¡Señor, sí, Señor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora