La odiosa.

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Nathan

Algo que nos da gusto en este lugar  cuando vemos a un niño malcriado entrar es hacerlo trabajar bien duro, para que el primer día sepa que debe bajar unas cuantas velocidades. La cuestión es que la odiosa parecía estar sucumbiendo a las ordenes.

Las flexiones. Jamás había visto a alguien con menos fuerza en los brazos que esa chica, seguro solo mantenía su figura a operaciones y liposucciones con cada bocado que hacía. Me divertí gritándole, su cara se tornaba roja, parecía que su cabeza explotaría. Luego me sorprendí cuando se paró a decirme que gritando no solucionaría nada, digo... ella no parece ser alguien que pida las cosas amistosamente, así que añadí más presión. Eso funcionó para que se callara y terminara lo que parecía interminable.

Luego la mandé a limpiar las botas sucias. Me hubiese gustado tener una cámara y grabarla. A puesto que en su vida se le cruzó por la mente hacer algo así.

Y luego, para terminar con mi diversión, aunque no fue necesario pero de todos modos lo hice, la mandé a fregar inodoros. Fue la parte más genial del día. Fue todo tan dramático, subiéndose los guantes a más no poder, un barvijo, su cara retorciendose. Ni que los baños estuvieran llenos de porquería o vómito. Es más estaban limpios, sólo que no le vendría nada una limpiadita extra.

Después de tanta tortura para la odiosa, le dije que se podía ir. Aún así sigue tratandome como si fuera alguno de sus conocidos, sin reconocerme como autoridad, a lo que en el ejercito eso se castiga con un día completo.

La odiosa me mandó al demonio. La verdad es que pensé que ya no causaría problemas después del trauma de los inodoros, pero no aprendió nada. Así que dejé que se fuera, si al final tendría un castigo de todos modos. Se ve que tengo que ser más duro para que comprenda la situación en la que está.

Me voy a duchar porque estar todo el día de niñero de esa inútil, aunque no crean, es agotador.

Al salir, me paso por el despacho de mi padre, que aún sigue haciendo papaeleo, le informo que la odiosa seguirá de castigo y a él parece divertirle la situación.

— Te dije que sería un desafío.— dice sonriendo sin dejar de mirar los papeles.
— No entiendo por qué te divierte tanto, a mi no me agrada estar de niñero de esa malcriada odiosa.
—Seguro pensaste que con hacerla lavar inodoros se ablandaría.
—De hecho si, pero parece ser muy terca.
—No es como los demás.
—Claramente no. — ruedo los ojos con sarcasmo.

Me despido de mi padre y me voy a mi habitación a descansar. Aunque estoy ansioso por volver a ver a la odiosa para hacer que se arrepienta de mandarme al diablo.

***

La he citado a las seis de la mañana. Probablemente no ha entendido que seiscientas horas equivalen a las seis de la mañana, así que ni bien me levanto sé que tendré que ir a despertarla.

Como de costumbre, levantarme antes de que salga el sol no es algo raro. Así que me tomo un buen tiempo para vestirme con el uniforme de entrenamiento, asearme, tomar algo de café y una tostada y salir al campo de entrenamiento con la esperanza de que la odiosa no tenga ganas de buscar problemas y haya llegado puntual.

Son las seis. Estoy aquí. No hay nadie. Bien, es hora de que comience la diversión.

Sin ningún apuro camino hasta la barraca de ingresantes y entro a pasos tranquilos.

Con la mirada busco a la odiosa aunque no se me hace difícil porque al último diviso una cama con sábanas brillosas, distinta al resto de las sábanas blancas que se entregan en todo el campamento. Me pregunto si es que se puede ejercer un castigo por cambiar las sábanas, aunque si sería muy absurdo castigarla por poner sus propias sábanas.

Me paro en silencio a la par de su cama y miro a la odiosa dormir. Realmente no es diferente al resto, una maraña de pelo negro tapa su cara y una pierna cuelga de la cama. Me imagino a que aún no se acostumbrar a la medida común de una cama individual.

Para comenzar con la diversión del día, prosigo tomándola de los hombros y dándole la vuelta hasta que cae al piso.

Así es como nos despiertan cuando se nos duerme el gallo.

¡Señor, sí, Señor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora