Nathan.
Todas las mañanas lo mismo. No sé como lo logra, porque le pongo seguro a mi puerta, pero de alguna manera se las ingenia para entrar todos los sábados y despertarme a gritos y almohadonazos.
—¡Prometiste que jugaríamos fútbol americano!
Me desperezo con pesar y lo miro con ganas de quebrarle un brazo, así por lo menos un par de sábados a la mañana me deja dormir.
—¿Sí te digo que en media hora iremos a jugar, me dejaras de torturar todas las mañanas?— lo miro frunciendo el ceño mientras él sonríe de lado a lado.
—¡Sí!
Me quejo sentándome en la cama.— prepara tus cosas, mocoso.
Josh sale corriendo emocionado. Ya está por cumplir catorce pero se sigue comportando como un bebé.
Aún me acuerdo el día que me dijeron que mamá estaba embarazada. Diez años de hijo único. Me daban ganas de irme de casa, pero cuando lo vi tan pequeño en mis brazos, me dije que lo iba a cuidar y que le iba a enseñar todo lo que sé. Claro que después me arrpentí, porque desde los dos años es una pesadilla, aún así sé que soy su modelo a seguir a si que mi trabajo es darle el buen ejemplo.
Hace días le prometí enseñarle jugar al fútbol. No soy un profesional, toda una vida nos dedicamos a la vida militar. Mi abuelo, papá, nosotros. Mamá quería morirse cuando supo que papá nos metío a la marina. Ahora no sólo tenía que preocuparse por papá, sino por sus dos hijos.
Probablemente si no estuviéramos tan metidos en esto, hubiera practicado fútbol en alguna universidad.
Me cambio a duras penas con algo cómodo y que sea fresco, porque el sol que se ve por la ventana se ve aterrador.
Josh ya está listo cuando salgo de mi habitación, tiene el balón, su ropa, una mochila con botellas de agua.
—Digo... ¿Por qué tengo que ser yo quién te enseñe?
—Eres mi hermano mayor, corresponde que lo hagas.— dice mientras me mira sonriendo.
—Pero tú ya estas grandecito, Josh. Tus amigos podrían hacerlo.
—Sí, lo sé. Pero tú lo prometiste, además eres un aficionado, ¿Quién mejor que tú para aprender?
—¿No tengo cómo escapar verdad?— lo miro suplicando.
—No, no puedes escaparte.
Llegamos al predio, un sector más o menos alejado de lo que es el campo de entrenamiento y los edificios administrativos. Era un buen lugar para practicar lanzamientos y patadas.
—Bien Josh, probemos tu brazo derecho, qué tan duro y lejos puedes
lanzar.Josh es como el niño diez en todo. En matemática, en literatura, en ciencias, en biología, en disciplinas físicas. Salió con promedio destacado en su clase de karate. Siempre que discutimos por algo me termina ganando. Siempre logra que mamá le cocine lo que él desea. Es... simplemente perfecto. Algunas veces lo envidio. También es un mocoso casanova. Mamá ha tenido que correr por lo menos a diez "novias" y eso que sólo tiene trece años. Yo con veintitrés sólo he tenido tres novias y con las cuáles terminé mal la relación. Un buen ejemplo es Carol.
A veces quiero volver a tener diez años y hacer berriches por el nuevo hermanito. Pero lo quiero, a pesar de todo. A pesar de que sea un molesto de mierda y a pesar de que sea mejor que yo en casi todo.
—¡Más lejos Josh!
Él la lanza tan alto y lejos que me es imposible alcanzarla.
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¡Señor, sí, Señor!
Teen Fiction"-¿Qué tú hiciste qué?- grito.-Estas demente, hombre." Hannah Crowell tenía la vida perfecta. Todo lo que pudieran imaginarse: Autos, motos, la mejor ropa, los mejores zapatos, un cabello esplendido y uñas largas y bien pintadas. Claro que no se pod...