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Con una sonrisa despertó al sentir como su joven compañero repartía pequeñas y juguetonas mordidas por su oreja izquierda al mismo tiempo que unas atrevidas manos subían desde su estómago hasta su pecho.

Yuuri rió por lo bajo cuando el rubio junto aún más sus cuerpos y empezó a empujar la cadera contra su trasero, sabiendo a la perfección que de esa manera buscaba incitarlo para que volvieran a caer en el exquisito placer que los llenaba cada vez que hacían el amor.

No era como si al nipón le molestara la vitalidad de Yuri, de hecho le gustaba saberse tan deseado, pero creía que esa mañana hacerlo sería una pésima idea, en especial porque aún no tomaba su dosis doble de supresores, mismos que apenas lograban mantener a raya sus intensos deseos de ser tomado por el ruso.

Además, estaba seguro que ya no quedaban preservativos y por nada del mundo se arriesgaría a un embarazo, sobre porque Mari y Yuuko se burlarían de él después de que les juró que no se la pasaría metido en la cama de Yuri durante su estadía en San Petersburgo...

Al menos en su defensa podía decir que era muy difícil controlarse cuando el sensual rubio se las ingeniaba bastente bien para arrastrarlo a sus eróticos juegos.

Con esa idea en mente, Yuuri se giró para quedar cara a cara con el lascivo ruso que seguía tocándolo con descaro y avidez.

—Yurio... —lo saludó.

—Hey, cerdo —repuso el chico acercándose a su rostro para besarlo.

En ese momento el omega odió en verdad su falta de carácter cuando se refería a Yuri y la forma en que lo besaba, pues casi inmediatamente después de haber iniciado la danza entre sus lenguas gimió deseando que ese sexy saludo fuera aún más intenso.

—Es-espera...

—¿Por qué, ah? —cuestionó Yuri besando y lamiendo el exquisito cuello del moreno—. Sé que lo disfrutas.

—...Yurio —gimió Yuuri sintiendo que su cuerpo se calentaba demasiado rápido.

—Hueles jodidamente bien, cerdo —gruñó el alfa.

El perfume que Yuuri emanaba esa mañana era aún más atrayente y seductor que otros días, y más peligroso también, pero a pesar de saber que quizás eso no era tan bueno como parecía, el ruso no podía dejar de recorrer y besar el cuerpo del chico que para esas alturas también lo tocaba con deseo.

Afortunadamente aún quedaba una pizca de razón dentro de la cabeza de Yuri, por lo que se detuvo cuando ya estaba sobre el cuerpo del moreno, totalmente dispuesto a entrar una vez más en él.

—...Yuri —jadeando y muy excitado, el omega observó los verdes ojos cargados de deseo del alfa que le regresaba la mirada.

—Cerdo... Creo que vas a entrar en celo —respondió el chico tras un breve silencio.

Después de meditarlo bien -y de estar a punto de seguir desnudando a Yuuri-, el alfa decidió que lo mejor era tranquilizarse y hablar seriamente sobre lo que ocurría con ellos esa mañana.

—¿Qué...? —preguntó el omega con bastante sorpresa—. ¿De qué hablas, Yurio?

Con un suspiro Yuri se sentó junto al japonés pasando las manos a lo largo de su cabellera; de esa forma pensó en la mejor manera de decirle al chico por qué creía tal cosa.

Volviendo a suspirar volteó a ver a un confundido Yuuri; se agachó sobre su cuello y comprobó que su olfato no lo engañaba: el olor de Yuuri estaba cargado con sus deliciosas feromonas que lo invitan a tener sexo, mucho sexo con él.

—Hueles diferente —dijo Yuri—. De hecho, desde hace un par de días tu olor ha sido más intenso.

—No... No tenía idea —comentó el omega sentándose también sobre la cama—... No entiendo por qué...

Katsudon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora